La interactiva exposición, organizada en conjunto con Calidda, posee un importante componente inclusivo, al contar con réplicas impresas en 3D que pueden ser manipuladas por visitantes y público con discapacidad visual.
Del mismo modo, se contará con un tótem digital que permitirá a los visitantes explorar la página web del Gran Museo Cálidda en la que se podrá programar vistas inmersivas con lentes de RV que complementarán la muestra.
Yaku, el pescador de Armatambo
Se trata de un individuo masculino de aproximadamente 25 años, con una altura de 1.58 m. Las evidencias corresponden al final del Horizonte Tardío e inicios de la colonia; etapa en la cual grupos locales como los Yschma e Inca compartían el territorio con los primeros españoles que llegaron a nuestro valle.
Gracias al uso de la reconstrucción 3D en el campo de la arqueología, se ha podido determinar que Yaku tenía desgaste en zonas como el húmero, clavícula, tobillo o muñecas del lado derecho, lo que indican que fue diestro. Realizó actividades en las que forzó esas zonas del cuerpo, creando gran masa muscular en hombros y espalda.
Entre sus actividades pudo haber realizado el traslado de productos extraídos del mar y jalando redes o embarcaciones. El desarrollo de los huesos carpianos, ubicados en las manos, pudo darse por actividades como anudar o desenredar redes.
Las marcas en sus vértebras torácicas, ubicadas en la parte central de la columna vertebral, podrían indicar que inició sus labores de carga y esfuerzo a una edad muy temprana.
Wayaw, La Dama del Sauce
En el interior de una tumba en forma cuadrangular reposaba debajo de capas de algodón y telas el cuerpo de una mujer en posición sedente y con los brazos y piernas flexionados y acompañada de una serie de ofrendas, la cual fue bautizada como Wayaw que en quechua significa Sauce.
Ante la importancia de este descubrimiento y con el objetivo de destacar la labor de las mujeres en el antiguo Perú, se reunió un equipo multidisciplinario de arqueólogos y científicos forenses a nivel internacional. A través de sofisticadas técnicas de digitalización 3D, comenzaron un extenso proceso de reconstrucción facial.
Mediante el análisis de su esqueleto se pudo estimar que era una mujer joven de entre 19 a 22 años y con una altura de 1.48 m. Sus huesos han dejado huella de enfermedades producto de la anemia e infecciones. Su cráneo también muestra que al menos sufrió un evento violento que resultó en unas fracturas en su cráneo, costillas y un dedo de la mano.
A pesar de su juventud, muestra desgaste en varias partes del cuerpo debido a actividades físicas intensas. Su salud dental indica una dieta rica en carbohidratos (maíz, yuca, frijoles, calabazas, etc.). Además, presenta una modificación craneal realizada en su infancia como distinción social o étnica.
Más allá de los misterios biológicos que esconde Wayaw, sus huesos han dejado evidencias que revelan su labor. Las marcas, desgastes en las vértebras por largas horas de trabajo con textiles, y en los dedos directamente relacionados con actividades como la obtención de materia prima, el cardado, el hilado, el torcelado y el tejido.