Por Susana MendozaAceptar ser jefa de Devida significó atravesar el miedo muchas veces para continuar luchando contra las drogas desde otras lides. Hoy, de regreso a la casa que cofundó y dirige, Cedro, continúa esa labor con la certeza de que trabajará hasta el último día de su vida y compartirá la tarea con jóvenes. Busca la sabiduría y goza la solitud.
Al referirse a su niñez, recuerda los días de playa en San Bartolo, cuando tenía 7 años. Fueron momentos felices para ella, pues su madre la invitaba a bañarse en el mar con la ropa puesta. “¿Quieres saber qué se siente?”, le preguntaba, y ella feliz sentía que hacía una travesura, nada menos que motivada por su progenitora.
Tal vez sea esta experiencia la que definió a Carmen como una mujer alegre y auténtica, mientras que, de su padre, un destacado agente de seguros, aprendió el orden y la previsión. Ambas maneras de ser le servirían para tomar las riendas de su vida desde muy joven, como estudiar psicología en la Universidad Mayor de San Marcos, en contra de la voluntad de su papá, que consideraba innecesario que la niña de sus ojos recibiera estudios superiores en una entidad pública.
La exjefa de Devida es parte de una generación de mujeres que en el Perú sintió que el espacio público era un lugar en el que querían verse crecer, descubrirlo, vivirlo. El doméstico no era suficiente para experimentar los desafíos de lo académico y lo social, del conocimiento y su aplicación en la vida de aquellas personas que necesitan cambios para salir de la precariedad económica y emocional que las afecta.
Regreso a casa
Ha regresado como directora ejecutiva a Cedro (Centro de Información y Educación para la Prevención del Abuso de Drogas), una institución pionera en la lucha contra las drogas, que cofundó hace 37 años y ahora saca adelante con la experiencia del camino recorrido. Porque tener 79 años de existencia, y vivir para contarlo, muestra el compromiso de una persona por las causas que defiende.
La lucha contra las drogas ha sido una de ellas. Por eso aceptó ser jefa de Devida (Comisión Nacional para el Desarrollo y Vida sin Drogas) en el 2012 y luego en el 2016, en dos gestiones gubernamentales, en las que gracias a su formación como psicóloga, consolidó su capacidad de diálogo y negociación para convencer a familias productoras de coca del valle del Monzón, por ejemplo, de cambiar sus cultivos por café y cacao.
Carmen Masías Claux junto a Alejandro Vassilaqui, cofundador de Cedro, que cumplio 37 años de creado.
Cedro ahora, bajo su dirección, ha diversificado sus líneas sin perder su esencia. Desarrolla programas que empoderan a varones y mujeres sobre todo de la selva y selva central del país, a quienes ofrece asistencia técnica para sus negocios, digitalización y conectividad.
Otra lección aprendida le dejó esos años de gestión pública en Devida: no rendirse ante la amenaza de muerte que sufrió porque para ella fue más importante sacar de la ilegalidad y la pobreza a una generación de peruanos que merecían nuevas oportunidades. “Cuando vas más allá de lo que te toca, ahí sientes que te estás entregando”, explica.
Camino recorrido
Pero en Devida también aprendió a construir un vínculo de respeto y trabajo con un grupo de hombres, su escolta, que al inicio estaba reacio a recibir órdenes de una mujer y adulta mayor, además. Fue maravilloso, dice. Una vivencia que la motivó a escribir Tiempos de escolta.
Sin embargo, existe un aprendizaje mayor que Carmen menciona: la pérdida de su único hijo, el fotógrafo Renzo Uccelli, pues comprendió que a pesar del dolor que sintió en el corazón, podía continuar siendo feliz recordando los 36 años que disfrutó con él.
“Me siento satisfecha de haber facilitado, en alguna medida, el logro de los otros, de los distintos a mí. Ese fue mi paradigma: no tener temor a los extraños”.
Carmen Masías, como directora ejecutiva de Cedro, inaugura el telecentro de Cashapampa, en el distrito de Monzón.
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(FIN) DOP/ SMS
Published: 8/21/2023