Andina

Inpe: contar a los internos es un ritual diario

Es una forma de imponer el orden entre los reclusos

Inpe pasa lista diariamente a los internos del penal Lurigancho, que suman más de 9,700 reos, a pesar de que el establecimiento se construyó para 3,200.

Inpe pasa lista diariamente a los internos del penal Lurigancho, que suman más de 9,700 reos, a pesar de que el establecimiento se construyó para 3,200.

08:00 | Lima, may. 3.

Por Rolando Donayre Ríos

Es sagrada y se cumple con religiosidad en el penal Lurigancho desde julio del 2017, cuando el cuidado de este recinto penitenciario volvió a manos del Inpe. “La cuenta” es una forma de imponer el orden entre los reclusos.

El número 3 es uno de los 22 pabellones que conforman el Establecimiento Penal (EP) Lurigancho. Se ubica en la zona externa conocida como El Jardín. Allí, cinco agentes penitenciarios pernoctan cada día, con la difícil labor de custodiar a la masa de internos que se acomodan durante la noche superando el hacinamiento.

El servicio no es fácil, pues el personal del Instituto Nacional Penitenciario (Inpe) debe estar más que atento para prevenir situaciones de peligro como suicidios, peleas entre internos, robos de objetos, indisciplinas, y otras muy típicas de gente caracterizada por delinquir.

INPE

Por supuesto, también están las emergencias hospitalarias, ya que nadie sabe cuándo un paro cardíaco, un coma diabético o una apendicitis puede romper la tranquilidad del servicio y obligar al traslado de los reclusos al centro médico. Entonces hay que coger los llaveros para abrir las celdas y salvarles la vida.

Nada es fácil en el EP Lurigancho. El personal sabe perfectamente su situación de desventaja numérica; es decir, de 120 a 1. A la fecha, la población es de 9,867 internos, en un penal que fue diseñado solo para 3,200.

A pesar de esta condición, el director del EP Lurigancho, Jaime Huamaccto, ha dispuesto un exigente control en cada uno de sus pabellones. Desde que tomó por las astas a esta fiera carcelaria en julio del 2017, después de 30 años, con el “retorno” de manos de la Policía Nacional, el desafío de no perder a ningún recluso se ha vuelto, más que una consigna, una labor de grandes proporciones. “Y aquí la cuenta de internos es sagrada”, dice Huamaccto.


El ritual que se cumple

A las 08:00 horas, el “técnico entrante”, Carlos Olano Salazar, ya ocupa su lugar de dominio del patio del pabellón 3. Sobre él se posan cientos de miradas que a regañadientes llegan a cumplir el ritual, el cual han tenido que aceptar como una medida de disciplina impuesta por las autoridades.

“Mamani”, “Rodríguez”, “Campos”, “Baldeón”, “Pérez” y otros son los apellidos que se repiten varias veces en una larga lista de varias hojas que el técnico Olano sujeta a una tablilla de madera y debe leer con voz potente durante 60 minutos. Los internos se mantienen atentos, todos formados perfectamente en largas filas para contestar…: “¡Presente!”.

El subdirector de Tratamiento de Lurigancho, Pedro Ramos Cuba, dice que el pabellón 3 tiene un 30% de adultos mayores, algunos con discapacidad. Los celadores dan preferencia a las personas con muletas o que se movilizan en silla de ruedas y les permiten romper filas para que no padezcan dicho trámite bajo el sol.

En este momento de la mañana es imposible saber si falta algún recluso en Lurigancho. La única manera de constatarlo será al término del conteo matutino, cuando el “técnico entrante” confronte la información de su registro con su colega “saliente”, Julio César Carbajal, algo somnoliento del servicio de toda la noche.


Momento de la verdad

“Mi compañero y yo comparamos las cifras que él dejó en el cuaderno, un total de 674 internos, con la que yo contabilizo. Si hubiera algún problema en la cuenta, de inmediato se constataría físicamente la ausencia. Hay que ir a la clínica del penal, ya que podría estar hospitalizado o tal vez lo sacaron para alguna diligencia judicial”, explica Olano. ¿Y si a pesar de todo, las cosas no están claras? Es categórico: “Simplemente, no firmo el relevo”.

Entonces, el hecho sería comunicado a la alcaidía y se iniciaría un operativo en todos los pabellones para ubicar al interno desaparecido. En la mayoría de estos casos se trata de un recluso rebelde que no volvió a su lugar de origen y la pasó en otro espacio.

Por fortuna, en la mañana el técnico “saliente” y el “entrante” confirman sus cifras y estrechan las manos en señal de compañerismo y buena suerte en el trabajo. ¡Misión cumplida!

Con esta condición de dominio, el Inpe en Lurigancho puede dirigir las actividades de tratamiento en educación y trabajo. Desde centros penitenciarios donde hay un mínimo de orden y disciplina, se pueden generar esos cambios que la sociedad reclama en esta población “en cana” y que todos agradecerán cuando retornen a sus hogares, pero esta vez como mejores personas.

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Publicado: 3/5/2018