Por Yvonne VásquezEl 11 de enero de 2020, día en que el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de China reveló la secuencia genética del SARS-CoV-2, marcó la partida para los laboratorios del mundo que, de inmediato, se concentraron en la carrera por desarrollar una vacuna segura y eficaz contra el covid-19.
A la fecha, según la OMS, hay más de 100 vacunas candidatas. Varias tienen el respaldo de importantes compañías farmacológicas y otras están en manos de desarrolladoras con poca experiencia para fabricarlas a gran escala. Pero la ciencia es democrática, así que el panorama bien podría generar el hallazgo de más de una estrategia para inmunizarnos del virus causante de la actual pandemia del covid-19.
“Está bien que muchos grupos estén trabajando en simultáneo porque es como si estuviésemos haciendo el mismo experimento muchas veces. Podría darse el caso en que encontremos más de una vacuna”, señala a la Agencia Andina la doctora Mónica Pajuelo Travezaño, investigadora de la facultad de Ciencias y Filosofía de la UPCH.
La mayoría de las propuestas aún están centradas en la
fase experimental o preclínica de la investigación, es decir, probando el antígeno, la tecnología o, en el mejor de los casos, haciendo
pruebas con animales, ya que siguen los pasos y tiempos del método convencional, proceso que toma varios años o décadas.
Sin embargo, debido a la urgencia que concita la pandemia, alrededor de diez candidatas han anunciado que ya se encuentran en la
etapa clínica del estudio, es decir, haciendo ensayos en humanos. Algunas, incluso, ya empezando la tercera y última fase de este ciclo, después del cual, la vacuna estaría lista para fabricarse y evaluar su
efectividad ya en el campo.
El enorme apoyo económico de gobiernos, organismos internacionales, fundaciones altruistas y empresas, sin duda, ha contribuido con esta aceleración.
No obstante, nada sería posible sin los adelantos tecnológicos que están permitiendo a los científicos diseñar vacunas de próxima generación, como las que están usando como antígeno solo el material genético del virus (ADN o ARN) o las que se desarrollan a partir de subunidades recombinantes.
Vacunas modernas versus convencionales
Quienes cuestionan los métodos convencionales afirman que, entre otros inconvenientes, estos requieren largos y costosos ensayos clínicos de eficacia y seguridad en poblaciones no caracterizadas genéticamente. Además, suelen necesitar una cadena de frío para su conservación, por lo que sus precios terminan siendo muy elevados.
Por otro lado, los críticos de las nuevas tecnologías con resultados acelerados advierten que algunas de estas plataformas no han sido autorizadas por las reguladoras ni probadas aún, por lo que ponen en tela de juicio su seguridad.
Al respecto, Pajuelo Travezaño considera que esta rapidez se debe a la gran experiencia de los laboratorios en el campo de las vacunas y en biotecnología, además, porque detrás están científicos que han estado trabajando con coronavirus, como el SARS-CoV-1 y MERS-CoV.
“Son investigadores que se han dedicado varios años a estudiar estos virus y ya han probado incluso fármacos contra ellos. Han estudiado también cómo el organismo responde ante la infección, datos que son importantes para tener la evidencia de si es factible o no apostar por una vacuna”, afirma la doctora en Salud Pública.
Tal es el caso de los expertos de la Universidad de Oxford, que junto a la farmacéutica AstraZeneca, desarrollan la
vacuna ChAdOx1nCoV-19, la cual han empezado a probar con voluntarios de Brasil y Sudáfrica, a fin de universalizar el ensayo clínico. Todo ello, mientras ya fabrican un formato experimental de la vacuna en laboratorios de la India, Suiza, Noruega y en Oxford mismo.
No obstante, la investigadora también reconoce que las vacunas que han iniciado o están por iniciar la última fase clínica han validado una muestra menor a la que correspondería a las primeras fases del ensayo en humanos.
Dos factores para acelerar: Solo la proteína S y el material genético como antígeno
La proteína S (proteína Spike) está presente en la parte exterior de los siete coronavirus conocidos hasta hoy. Es la que les da forma de corona, pero, sobre todo, es el primer contacto entre el virus y las células humanas, y la responsable de que este penetre en ellas para infectarlas.
Por eso, uno de los factores que caracteriza a las candidatas a vacuna que van por delante, es el haber hecho análisis proteómicos para buscar antígenos exclusivos del patógeno en la proteína S. Por ello, están usando solo esta parte del virus como antígeno, ya sea toda la proteína S o solo su material genético.
Es decir, no usan todo el virus en su versión atenuada, como se ha hecho convencionalmente en vacunas como la del sarampión o la varicela.
“Ello es posible porque nuestro sistema inmune reconoce solo una parte del virus, que podría ser, en este caso, la proteína S, y va a producir anticuerpos contra esa fracción y no contra todo el virus”, detalla la doctora Pajuelo, que de manera simple resume: “Es como cuando alguien te reconoce por tu sombrero o por el color de tus ojos y puede atacarte porque sabe que eres tú”.
El otro factor que define el potencial de velocidad de una vacuna se centra en el uso del material genético (ARN y ADN) como antígeno. Estas vacunas, según el Centro Nacional de Información Biotecnológica de los Estados Unidos, se pueden hacer rápidamente porque no requieren cultivo ni fermentación, sino que se utilizan procesos sintéticos.
Además, la experiencia de los desarrolladores y reguladores con estas plataformas para tratamientos oncológicos puede facilitar las pruebas y la disponibilidad rápida de las vacunas.
Para ambos factores, tenemos dos opciones, señala la investigadora Mónica Pajuelo. “Una de ellas consiste en producir de manera recombinante solo la proteína S, que luego se usa como vacuna”. Aclara que el método recombinante significa producir artificialmente una proteína del virus, por clonación, en un laboratorio.
“La otra opción consistente en introducir el ARN que contiene la información genética de la proteína S utilizando un adenovirus (otro virus) como vector. De esta manera, se puede producir la proteína S y hacer anticuerpos contra ella”, agrega.
Lo más importante es que sean seguras
La doctora Mónica Pajuelo considera que las empresas están apostando por la vacuna porque es la única forma eficaz de prevenir la enfermedad y tienen fondos suficientes para correr ese riesgo.
Sin embargo, dice, es importante conocer también cómo responden naturalmente las personas ante la infección. “No sabemos aún por cuanto tiempo el sistema inmune nos puede proteger de manera natural porque aún ha pasado poco tiempo”, sostiene.
“Lo importante en una vacuna es que sea efectiva, pero, sobre todo, segura. Si no lo es, es peor saberlo a largo plazo”, asevera la investigadora, que lidera un proyecto para desarrollar y validar una prueba rápida molecular para la detección de SARS-CoV-2, con financiamiento del Concytec.
“Porque las vacunas se aplican a personas sanas, a diferencia de los fármacos que son para personas enfermas, donde se mide el riesgo-beneficio, ya que todos los medicamente tienen de alguna manera efectos secundarios. Por ello, el nivel de seguridad de las vacunas debe ser mucho mayor”, concluye la doctora en Salud Pública de la Universidad Johns Hopkins.
Las primeras vacunas en la carrera
Siguiendo la línea de lo señalado, algunas candidatas a vacuna que llevan la delantera en esta carrera científica y responden a los nuevos paradigmas descritos son las siguientes:
1. La ya mencionada propuesta de la Universidad de Oxford, que utiliza como adenovirus la versión debilitada y no replicante del virus del chimpancé ChAdOx1 genéticamente modificado para que no se reproduzca en humanos. A este vector le han agregado el material genético de la proteína S.
2. La candidata a vacuna AD5-nCoV de la farmacéutica china CanSino Biologics fue la primera del mundo en iniciar los estudios clínicos, según la revista científica The Lancet. Esta utiliza como adenovírico una versión no replicante del virus que causa el resfriado común.
Sus creadores confían en que este transportará al gen que codifica la proteína S del SARS-CoV-2 hasta los ganglios linfáticos donde el sistema inmunológico creará los anticuerpos que reconocerán dicha proteína y lucharán contra ella.
3. La propuesta más transformadora es la ARNm-1273 de los laboratorios Moderna de Estados Unidos, que prevé iniciar la fase 3 de los ensayos clínicos este mes. A diferencia de las primeras, esta apela solo al ARNm (Ácido Ribonucleico mensajero) de la proteína S. Un tipo de ARN, cuya misión es llevar las instrucciones del ADN fuera del núcleo de una célula para sintetizar una proteína.
En este caso, no usarán un adenovirus, sino que el ARNm irá encapsulado en nanopartículas lípidas. Los entusiastas de esta plataforma alegan que esta vacuna sería eficaz contra varias cepas del virus.
De aprobarse, sería la primera en su tipo y revolucionaría el mundo de las vacunas. Quizá por ello la farmacéutica china Cansino Biologics firmó en mayo un acuerdo con Precision NanoSystems de Canadá para desarrollar conjuntamente una vacuna de similares características
Entre las investigaciones modernas para obtener una vacuna contra el SARS-CoV-2 existen también propuestas de vacunas en plantas genéticamente modificadas, que prometen ser efectivas y de bajo costo. Aquí tenemos la que desarrolla la iBio/BeijingCC-Pharming, así como la Universidad Autónoma de Nuevo León de México, con una técnica de vacuna comestible en un tomate.
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(FIN) YV/ SPV
Published: 7/1/2020