En el mes de mayo, Cusco se convierte en el epicentro de una de sus festividades más emblemáticas, pletóricas de sincretismo andino y católico: la Cruz Velacuy o velación de la cruz, que convoca una masiva participación de devotos católicos creyentes en este símbolo de la cristiandad. ¿Qué expresiones culturales exhibe esta icónica celebración?
Son varias las cruces que son objeto de veneración en esta festividad, entre las cuales destacan la cruz de los templos de San Francisco y de San Cristóbal, las tres Cruces del Calvario, ubicadas sobre el cerro Pukamoqo, al lado izquierdo del mirador del Cristo Blanco; la cruz del cerro Moqo; la cruz del Peñón del Ángel; la cruz del barrio de Santiago; la cruz de Picchu o cruz de Churromoco; la cruz Teteqaqa; así como otras cruces ubicadas en domicilios particulares, especialmente en las casonas antiguas de la Ciudad Imperial.
Historia de la festividad
Según la Empresa Municipal de Festejos de Cusco (Emufec), hasta mediados del siglo XX, la Cruz Velacuy no tuvo mucha importancia en el calendario festivo cusqueño debido a que anteriormente era considerada una fiesta esencialmente rural.

Sin embargo, con la progresiva migración de los campesinos cusqueños y, sobre todo, a partir de 1950, después del terremoto que sacudió la Ciudad Imperial, esta festividad empezó a tener popularidad en el sector urbano. En la actualidad, esta celebración es muy popular, dado que la fe en las cruces ha crecido y esta es transferida de generación en generación.
Celebración de la Cruz Velacuy
El 2 de mayo es el “Día de la bajada”, cuando la cruz es trasladada desde el santuario donde se encuentra hasta la casa del mayordomo o carguyoq, quien organiza la festividad, donde la reciben con danzas y música.

Los invitados y devotos llevan velas y rezan toda la noche, debido al frio de esta época del año se acostumbra beber ponches con aguardiente o pisco para mitigar las bajas temperaturas. Esa misma noche se da a conocer el nombre del carguyoq del año entrante.

El día central es el 3 de mayo y la cruz es ataviada con vestimentas nuevas donadas por el mayordomo o algún miembro de la cofradía. La celebración se inicia con la Misa de Fiesta y a continuación es llevada en procesión a su lugar de origen. En otras cruces que son fijas y que no pueden ser trasladas, las celebraciones se hacen en el lugar donde se encuentran. La festividad concluye el 4 de mayo con la Misa de Despedida luego de la cual se lleva a cabo una fiesta general.
Expresiones culturales de esta festividad
Una de las expresiones culturales características de la Festividad de la Cruz Velacuy es el denominado ''amarre", que consiste en atar flores en las cruces y adornar los altares con figuras de papel y velas de colores.

Asimismo, es tradicional la construcción y uso de los Altares de Espejos, expresión declarada Patrimonio Cultural de la Nación en 2015 por el Ministerio de Cultura.

La tradición de los altares se instauró en el Perú en el siglo XVI con el inicio de la evangelización cristiana tras la conquista española y se consolidó en el siglo XVII, gracias a la capacidad de los artistas nativos de adaptar materiales y temas locales, creando una variante del estilo barroco español que algunos especialistas han denominado “barroco andino”.

La gastronomía típica cusqueña que se saborea en esta celebración está representada por dos potajes infaltables: el Chiriuchu, un plato a base de carne de cuy, cecina, gallina y chancho que se acompaña con una porción de queso, tortillas de maíz y rocoto crudo; así como el jugoso lechón al horno acompañado de una porción de tamal de maíz. Ambos manjares tienen como bebida de maridaje a la ancestral chicha de jora y a la popular cerveza.

La festividad es amenizada con diversas danzas típicas acompañadas por bandas de músicos cuyas melodías contagian a todos los participantes y evidencian la enorme riqueza cultural cusqueña.

En la provincia cusqueña de Paruro la festividad de la Cruz Velacuy adquiere un singular significado porque coincide con la cosecha o “calcheo” en la que se recogen los cultivos, principalmente maíz, que sirven para preparar diversos platos típicos y la chicha, bebida considerada sagrada por los incas y las culturas prehispánicas.

Por su parte, en la provincia cusqueña de Urubamba se celebra la Festividad de las Cruces de Pentecostés de Yucay, declarada Patrimonio Cultural de la Nación el 13 de octubre de 2009. Este reconocimiento del Ministerio de Cultura responde a que se trata de una manifestación cultural que representa el sincretismo cultural y religioso que se produjo en el Perú luego de la llegada de los españoles y que mantiene plena vigencia contribuyendo significativamente a la afirmación de la identidad regional y nacional.

Según el documento que sustenta este reconocimiento, esta celebración tiene dos rasgos que la diferencian de otras celebraciones similares andinas. En primer lugar, su creación se atribuye a Sayri Túpac, el último descendiente del inca Huayna Cápac reconocido con esa distinción. En segundo lugar, se trata de una festividad en torno al símbolo cristiano de la cruz y a la fiesta de Pentecostés, mientras que la mayoría de festividades de la religiosidad popular andina giran en torno a algún santo o santa del catolicismo. Con el paso del tiempo fueron añadiéndose más cruces a la festividad, de modo que en la actualidad se celebran siete cruces, cada una de las cuales representa a una localidad de Yucay.
(FIN) LZD/MAO