El Programa Nacional de Asistencia Solidaria Pensión 65 del Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social, incorporó como un nuevo usuario al nativo isconahua José Pérez Rodríguez, de 68 años de edad, quien vive en el distrito de Callería, provincia de Coronel Portillo, en Ucayali.
Esta es una muestra de la preocupación de dicho programa por atender a las poblaciones vulnerables de las comunidades más alejadas y pobres de la región amazónica.
Pérez Rodríguez, uno de los últimos pobladores isconahua, etnia que está en proceso de extinción, ingresó en el padrón de agosto como nuevo usuario y se suma así a la pareja de adultos mayores de su etnia, Nelita Rodríguez Campos (que enseña isconahua a sus nietos) y Pablo Rodríguez Sangama, quienes desde el año 2013 cobran la subvención bimestral que les otorga el Estado a través de Pensión 65.
En Ucayali, hasta agosto pasado, se han contabilizado 8,873 usuarios de Pensión 65. Alrededor de 500 viven en los distritos fronterizos de Yurua, Purus, Tahuania, Sepahua, Raymondi, Masisea e Iparia, donde existen nativos de diversas etnias como la isconahua.
A nivel nacional, el Programa Pensión 65 registra un total de 10,753 usuarios en 1,859 centros poblados amazónicos situados en 11 regiones.
Soy Isconahua
Isconahua significa “hijos del páucar” (ave que imita el cantar de otras aves), un legendario pueblo nómada que habitaba en lo más profundo de la cuenca del Ucayali; y que para sobrevivir se desplazaba en reducidos grupos. Se juntaban en ciertas épocas del año en zonas fértiles donde celebraban rituales y bailes, y luego se dispersaban.
José Pérez forma parte de la Reserva Indígena Isconahua y es uno de los nativos originarios que salió del aislamiento por la década de 1960. Integra una población en contacto inicial, es decir, en situación vulnerable, porque al interrelacionarse con la sociedad necesita otros medios para sobrevivir (medicinas, alimentos, etc).
Fiel a sus orígenes, el suyo es un pueblo al que le gustaba cantar y José lo hizo feliz el día que retiró su primer pago de Pensión 65 en la agencia del Banco de la Nación ubicada en el puerto de Pucallpa; a donde arribó tras viajar varios días por el río Ucayali en “pequepeque” (bote), desde su comunidad en el distrito de Callería.
Don José cuenta que quienes lo criaron le prohibieron preguntar por sus abuelos y antepasados. Por eso poco recuerda de su infancia, pero no olvida que su padre le enseñó a cazar animales silvestres y a pescar. También recuerda que no se celebraban matrimonios y que cuando nacía una bebé sus padres escogían a su futuro esposo; el mismo que ayudaba en la crianza de la niña y cuando esta cumplía la mayoría de edad, se la entregaban para que sea su pareja.
Entonces vienen a su mente imágenes cuando de niño andaba desnudo, al igual que las mujeres y varones de su comunidad, porque así era su costumbre.
Otra cosa que recuerda de su época de niño es que desde lo alto de los árboles, agarrados de sogas, se lanzaba al río y lagunas; comía frutos del monte, también venado, añuje y pescado, y que su comida preferida era la carne de tortuga.
Don José asegura haber visto a los isconahuas de la Sierra del Divisor (zona reservada, naciente de 12 ríos y donde existen las únicas cadenas montañosas de la Amazonía peruana), cierta vez que subió hasta la mitad de la montaña, pero que se llevó un gran susto por los ruidos estruendosos y la gran cantidad de animales que vio, como tigres y culebras.
Elena, una chica del río Pisqui, fue su primera pareja. Después convivió con Rosaura y su última pareja se llamó Ruth.
En total, José tiene 11 hijos, los cuales, a diferencia de él, llegaron a concluir sus estudios de secundaria.
Durante mucho tiempo lo discriminaron por hablar su lengua isconahua. Por eso aprendió a hablar shipibo y castellano. Asegura que en la actualidad solo quedan en su comunidad nueve personas que hablan su lengua, entre ellas cinco ancianos, y que los jóvenes y niños han empezado a practicarlo, gracias a los talleres de la Pontificia Universidad Universidad Católica del Perú, y que están elaborando un diccionario con su lengua originaria.
Nació el 15 de diciembre de 1949 y solo conoce el lugar donde vive. Y bueno, ahora el puerto de Pucallpa. Nunca ha viajado en carro ni en avión. Sueña con construir una escuela en su pueblo para que perdure el isconahua, los bosques y su comida, especialmente, el plátano con pescado.
“Quiero tranquilidad para mi familia y por eso aconsejo a mis hijos que trabajen, que no roben, que no peguen a sus hijos y respeten a su mujer; que sean pobres pero felices”, reflexiona “Chibi Kawa”.
Ahora que es usuario de Pensión 65, la alegría de José es mayor porque con el dinero que recibe comprará ropa y zapatos. Y ya hace planes para arreglar su casita de madera y hojas de palmera.
Datos y cifras
La provincia de Coronel Portillo (Ucayali), donde se ubica el distrito de Callería (Pucallpa), limita con Loreto, Brasil, Atalaya, Padre Abad, Pasco y Huánuco.
En 1998, el Estado peruano creó la Reserva Territorial Isconahua, una de las 5 áreas para pueblos que, como el isconahua, están en aislamiento y en contacto inicial.
En 1995, el estudio técnico para la creación de esta reserva, estimó que la población isconahua en aislamiento estaba conformada por 240 personas.
Según la Unesco, Perú es uno de los países de mayor riqueza lingüística en América Latina. Sin embargo, 17 de las 47 lenguas reconocidas oficialmente, están en peligro de extinción.
La preservación de las lenguas nativas además de representar la transmisión de cultura, promueve la integración social y educación, porque contienen conocimientos de historia, geografía, botánica, entre otros.
(FIN) NDP/TMC
Published: 11/5/2017