Por José VadilloBrigitte Luján Sánchez, de 26 años, es una de las 53 conductoras de la Línea 1 del Metro de Lima que trabajan ininterrumpidamente durante la cuarentena, llevando seguros a los pasajeros.
Hasta hace 36 días, la imagen más recurrente de la Línea 1 del Metro de Lima y el Callao eran las colas inmensas en horas punta de personas apuradas por llegar a su destino, con los vagones repletos.
“Recuerdo que los pasajeros pugnaban por entrar, se apretujaban, trataban de meterse como sea a los vagones. Ellos solo querían abordar el tren”, recuerda Brigitte Luján Sánchez, una de las 53 conductoras del ferrocarril metropolitano.
Ahora, en tiempos del aislamiento social obligatorio, el tren eléctrico limeño continúa operando, pero la actitud de los pasajeros ha dado un cambio de 180 grados: la pandemia del coronavirus ha impuesto nuevas reglas de convivencia.
Desde su cabina, Brigitte toma el micrófono y, religiosamente, les recuerda a los pasajeros que deben de mantener el metro de distancia social.
“Donde iban cuatro o cinco personas, ahora solamente van dos. Salvo uno que otro, la mayoría de los pasajeros trata de respetar al pie de la letra todas las indicaciones. Y nosotros siempre se los repetimos con mensajes a través de los parlantes. También se los recuerda el personal de seguridad”, dice Brigitte.
Medidas necesarias
A su uniforme de trabajo, Brigitte y todas las conductoras han adicionado mascarillas y guantes, que cambian en forma constante; además de gel antibacterial y alcohol.
En cada cabina, el conductor cuenta con un líquido desinfectante para limpiar su área de trabajo cuando llega y cuando se retira, y conforme manipula perillas, manijas y controles durante sus rutinas laborales.
“El Metro de Lima ha tomado las medidas necesarias. Nos brinda el equipo necesario para prevenir el contagio del coronavirus, ya que tenemos un contacto directo con pasajeros”, resume.
El trabajo de conductora tiene horarios movibles. Cuando a Brigitte y al resto de trabajadores les toca ingresar durante el primer turno, de madrugada, hay una movilidad que los espera en la puerta de sus viviendas. Brigitte llega a la base Bayóvar, en San Juan de Lurigancho, antes de las 05:30 horas y prepara su tren para empezar el día. Y cuando otros días su turno de ocho horas termina por la noche, hay una movilidad que los retorna a casa.
En el trayecto ve las calles desoladas de esta ciudad en cuarentena. “La verdad, me apena esta situación. Solamente nos toca seguir cuidándonos y respetando las normas que ha dado el Presidente de la República. Y más en mi caso, porque me arriesgo día a día y puedo llevar la enfermedad a mi familia. Por eso, siempre, siempre trato de cumplir las normas”, dice.
Cuando llega a casa, una silla y una tina la esperan tras la puerta: se quita el uniforme, se pone la bata, deja sus botas en la tina con lejía, se calza las sandalias, y a la ducha.
Brigitte es soltera y vive con sus padres y hermanos. Es la única de la casa dedicada al universo del transporte; ergo, es la única conductora de trenes.
“Mis papás saben de la responsabilidad que tengo y siempre, antes de salir, me dicen que me cuide, que use mis implementos de seguridad. Me hacen recordar que respete la distancia social, siempre, todo el día”, comenta.
Pasión de conductora
“Me encanta mi trabajo”, dice orgullosa la joven, que hace dos años es conductora de la Línea 1. Quiere continuar en su puesto y, más adelante, terminar sus estudios y hacer línea de carrera como ingeniera de sistemas.
Recuerda que tenía un trabajo eventual y estudiaba en la universidad, cuando, en uno de los viajes, mientras se trasladaba para visitar a un familiar, vio a una mujer conduciendo el tren. Le pareció “muy bonito” y se motivó: ella también quería conducir un tren y postuló al puesto en el Metro de Lima.
Ponerse al frente de los controles del tren es todo un proceso. La prepararon durante casi medio año con cursos teóricos y enseñándole las partes técnicas de la máquina, para que, de surgir una avería, ella pueda solucionar el problema. Luego, vinieron las horas de práctica de manejo.
“Al inicio, los trabajadores en su mayoría eran varones; pero ahora somos muchas las mujeres que trabajamos en los trenes y las estaciones de la Línea 1 del Metro de Lima”, refiere.
Hoy ver a una chica guiar el tren eléctrico en sus 35 kilómetros de recorrido, entre los distritos de San Juan de Lurigancho y Villa El Salvador, es parte del día a día.
“Ya es una rutina, pero siempre hay personas que se acercan y me felicitan. Eso me motiva. Son pasajeros muy amables que, así, nos agradecen por transportarlos a sus centros de labores o de regreso a casa.”
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(FIN) DOP/JVV
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Published: 4/21/2020