Angel Antonio Antoray Terrones es alcaide y jefe de seguridad del Establecimiento Penitenciario del Callao (antes Sarita Colonia). Ingresó al Inpe en el 2000; por tercera vez asume el cargo en ese penal. Por sus años de servicio, sabe que la seguridad es un trabajo colectivo, y que si uno incumple su papel, todo lo planificado para prevenir los amotinamientos se arruina.
Tiene alma de militar, se le nota, le gusta el orden, la disciplina y es un estratega de la seguridad en establecimientos penitenciarios.
Antonio, “Toño”, como le dicen en su familia y amigos de confianza, cuenta que es técnico del Inpe porque ese fue su destino. Hizo servicio militar en la Marina durante cuatro años, postuló a la Policía Nacional, no ingresó, y a los meses hizo lo mismo en la institución que lo acoge desde hace 18 años.
Actualmente tiene a su cargo la seguridad, el orden y la disciplina en el
penal del Callao, antes Sarita Colonia, convertido hoy en una cárcel para reos primarios, es decir, para los que ingresan por primera vez a un establecimiento penitenciario por la comisión de un delito.
Antoray Terrones verifica el número de internos, los cuenta en la mañana y en la tarde, controla el ingreso de las visitas, evita disturbios al interior del penal y si los hay, coordina acciones de control con personal del Inpe destacado para apoyar en el lugar.
“La prevención es nuestra visión de trabajo justamente para evitar disturbios, por eso realizamos estas tareas, a las que se suman actividades educativas que programa el Inpe para la resocialización de los presos”, comenta.
A los 26 años ingresa al
Inpe. Hasta ese momento, él desconocía la institución, pero decidió presentarse al examen de ingreso para no perder tiempo, después de no haber pasado la prueba de la Policía Nacional. Era el año 2000, la coyuntura política en el Perú era inestable.
“Como muchos, pensé en emigrar al año de trabajo porque pensaba que convivir en una cárcel con delincuentes era peligroso, me atemorizaba. Pero esta percepción fue cambiando al empezar a tomar conciencia de la función de servicio que tiene nuestra institución”, recuerda.
Así, a los dos años se encargó de la alcaidía del penal de Lurigancho, en donde aprendió “a tener cojones para enfrentar las dificultades del día a día”, pues la cárcel era tierra de nadie.
“Con mi grupo nos decíamos, siempre cuando ingresábamos y cuando nos íbamos, todos juntos entramos, todos juntos salimos”. Los internos eran desafiantes con nosotros”, comenta.
Esperanza y cambios
Toño también es instructor en seguridad penitenciaria, y confiesa que tiene fe y esperanza en Dios y en las cosas que están cambiando para mejorar las condiciones carcelarias de los presos.
“El Inpe es una institución noble y la hacen personas buenas, comprometidas. También las hay malas que dañan a la entidad, pero no son la mayoría”, afirma este esposo y padre de familia, para quien Sara, Sebastián, Alejandra y Antonella son su fuerza en su andar diario.
Ángel Antonio Antoray Terrones ha visto mucho en los penales adonde lo enviaron. A sus 44 años reconoce que los internos de antes eran problemáticos, se cortaban, agredían, faltaban el respeto. Hoy, muy pocos tienen los brazos cortados y prefieren evitarse problemas. “Ahora creo que las personas que delinquen pueden cambiar si se les da la oportunidad y condiciones para hacerlo”. Toño asume su compromiso.
Hoja de vida
Prestó servicio militar en la Marina de Guerra del Perú durante cuatro años.
En el año 2000 ingresó al Inpe como técnico. En el 2002 asumió la alcaidía del penal de Lurigancho.
Más en Andina:
(FIN) SMS/RRC
Published: 2/21/2018