Por José VadilloEn el Día de la Medicina peruana reproducimos testimonio de los galenos que trabajan con niños en el primer nivel de atención contra el covid-19. Día a día, están alertas ante nuevos casos.
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Franklin Mendoza Torres
“La pandemia nos ha enseñado a médicos, enfermeras y técnicos que el trabajo en equipo es la única fortaleza para salir adelante en este momento”, cuenta el médico intensivista Franklin Mendoza Torres, desde la primera línea.
Desde el inicio de la emergencia sanitaria, trabaja en la Unidad de Cuidados Intensivos, denominada UCI anticovid, del Instituto Nacional de Salud del Niño de San Borja (INSN-SB), centro de referencia pediátrica a nivel del país.
A diferencia de las otras UCI pediátricas, donde llegan pacientes “con cierto grado de estabilización”, a las UCI anticovid les toca lidiar con “pacientes agudos”, con alto riesgo por complicaciones, cuya condición clínica pone en peligro sus vidas. Son los pacientitos que los “médicos anticovid” deben de “manejar” a diario.
También hay un golpe emocional. Franklin Mendoza afirma que lo más triste ha sido que los papás, por las medidas de bioseguridad, no puedan visitar a sus niños.
Esa separación madre-niño, padre-niño ha roto el corazón a los colegas de Hipócrates. “Se ha perdido el calor humano”. Frente a esta nueva forma de socializar entre familiares y pacientes, los médicos, como los músicos de jazz, han tenido que aprender a improvisar. “Es algo que no tomábamos en cuenta, cuando no había restricciones”. Los médicos se han dado cuenta de lo importante que es la comunicación entre padres e hijos para salir de la UCI.
Por su condición, parte de los pacientes de las UCI anticovid se mantienen sedados. Los que ya están despiertos, próximos a salir del servicio, se asustan cuando ven a esa suerte de extraterrestres que los revisan, que les hacen preguntas: son los médicos ataviados con sus equipos de protección de personal (EPP).
Para tratar de romper ese témpano de hielo, el personal médico ha tratado de mantener un ambiente cálido, familiar en la UCI.
“Hablamos a los niños, escribimos nuestros nombres en el mameluco, le ponemos una carita feliz, una sonrisa y les damos esperanzas”, afirma. “Hemos asumido ese papel que siempre debió hacer el médico cuando el papá no está en la UCI. Algo que siempre el papá nos pedía, por favor. Ahora lo asumimos”.
El doctor Franklin es cajamarquino. Estudió en Trujillo y se especializó en Lima. Tiene 39 años y lleva 12 como profesional. Ha trabajado con gestantes, adultos, pero cuando trabajó con niños halló su espacio. “La sonrisa de un niño, cuando mira a sus papás y te sonríen, es algo diferente al adulto. Entonces me tracé desarrollar en cuidados intensivos pediátricos”.
Hace cuatro años trabaja en el INSN-SB. Primero en la UCI neuroquirúrgicos, manejando casos de niños con cirugías cerebrales. En el 2019 se creó la unidad de vigilancia intensiva y fue promovido como coordinador. Esa unidad se convirtió, en abril, en la UCI anticovid.
A pesar de que las cifras de internamiento por covid, a nivel del país, han bajado, el movimiento en esta unidad se mantiene casi inalterable. Desde mayo registran dos a tres ingresos de niños por turno -cada 12 horas-, ya que ven a todos los pacientes, tanto los sospechosos como los confirmados por el covid-19.
Mientras otros médicos optaron por laborar en varios lugares aprovechando la demanda por la pandemia, él prefirió renunciar a otro trabajo y asumir la responsabilidad al 100% en el INSN-SB.
Termina su labor cada viernes, haciendo guardia nocturna, y el lunes vuelve a la rutina como coordinador de hospitalización covid; pero su teléfono está disponible las 24 horas, los siete días, por si hay algún problema que solucionar en la unidad.
Mendoza no se ha contagiado del covid-19. Para él, se debe a que los 25 médicos (10 mujeres y 16 hombres), y todo el personal de su área, trabajan con un cuidado extremo usando los EPP.
El arduo trabajo intrahospitalario le ha hecho posponer los planes de matrimonio. Tampoco ha visitado a sus padres y hermano en Trujillo. Solo se comunican a diario por telellamadas. Ellos están atentos a que no se infecte, enferme o muera, me dice. Me pide resaltar la labor de todos los médicos que no han parado de trabajar desde la llegada del covid-19. “Mis colegas dejan el alma en el UCI pediatría”.
Ramiro Prialé Miranda
El 15 de marzo, el Presidente de la República anunció que a las 00:00 horas del día siguiente empezaba la emergencia sanitaria en el Perú. El doctor Ramiro Prialé Miranda tuvo que suspender sus vacaciones y se enteró, vía WhatsApp, sobre su nueva función: coordinador de Especialidades Quirúrgicas - Área Covid del INSN-SB.
Tenía que empezar a elaborar con su equipo (médicos, enfermeras, técnicas) el plan de trabajo, las medidas de bioseguridad, las proyecciones, porque iban a recibir a los pacientes positivos a la nueva enfermedad.
El hospital les dio carta libre a los 11 médicos (nueve pediatras y dos subespecialistas) del área y cada uno escogió turnos de 6, 12 o 24 horas para adaptar sus tiempos. Con esta medida y un riguroso trabajo con los EPP, solo uno de los 11 galenos se hospitalizó debido al covid-19. “Y ya salió, gracias a Dios”.
Por el área que coordina llegan niños de todo el país, tanto pacientes pediátricos positivos por covid como los sospechosos. En sus casos, el covid-19 siempre acompaña a una enfermedad preexistente como males hematológicos, cardiopatías, parálisis cerebral, malformaciones pulmonares. “Lo que hace el covid-19 es descompensarlos con la enfermedad de fondo”.
En el servicio ya han lidiado con los decesos de tres pacientitos. Eran niños que recibían tratamiento paliativos para enfermedades a las que solo les daban soporte. El covid-19 agilizó su despedida de este mundo.
El doctor Prialé tiene 34 años y desde hace tres labora en el nosocomio sanborjino. Lleva el nombre de su famoso bisabuelo, el político huancaíno Ramiro Prialé, y se inclinó por la pediatría porque su abuelo, su papá y su tío ejercieron esta rama de la medicina; sumado a la gran satisfacción que sentía al ayudar a los papás de niños con alguna enfermedad.
También es padre de familia. Al mayor -un jovencito de 14- solo lo ve de lejos o vía telellamadas porque vive con personas de riesgo. La menor, de año tres meses, ve a Ramiro y su esposa -también médico- demorar los abrazos: cada vez que retornan a casa, cumplen a rajatablas los protocolos, dejan su ropa a la entrada, se bañan y se cambian. Solo entonces, se saludan tranquilos. Y hasta ahora, dice, gracias a Dios y a pecar en exceso los protocolos, se mantienen sanos.
Para Prialé si los padres cumplieran con la tríada del uso de mascarillas, el distanciamiento social y el lavado de manos, se evitaría que nuestros hijos lleguen a hospitalizarse. Ver a un niño hospitalizado por tener covid-19 es un cuadro muy duro, recuerda. “Ellos llegan por los descuidos de sus padres, eso está comprobado; solo toman conciencia del mal cuando fallece alguien cercano”.
A diferencia de las UCI anticovid, en Especialidades Quirúrgicas - Área Covid, la constante de niños que se internaban ha disminuido, pero la medida de que los padres no entren para ver a sus hijos que se recuperan, por temor a que los contagien y puedan empeorar su situación, es frustrante para los pequeños pacientes, sus familias y el personal médico. Como los niños son referidos de todo el país, hay casos de pacientes que están en Lima más solos que un astronauta y el único hilo de comunicación, de desahogo, es una llamada.
Aunque explican a los papás que los niños están bien para darles tranquilidad, Prialé cuenta de casos de padres que han querido sacar a sus hijos antes de los 14 días de cuarentena.
“Es una experiencia muy dura para los médicos, también, porque los niños piden brazos, y los que tienen 9 o 10 años quieren ver a su mamá”, subraya.
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(FIN) DOP/RES
JRA
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Published: 10/5/2020