Sin embargo, la risa quizá era la gran ausente de esa época en la que debía sacar adelante un hogar. “Fueron momentos difíciles. Llegué a los Estados Unidos hace más de dos décadas y muy entusiasta me enrolé en el mercado laboral, siempre pensando en la excelencia del trabajo que podía hacer”, nos dice.
“Pero eso a veces no gusta, no cae bien. Y tuve un jefe norteamericano que pensó que lo estaba saboteando y un día me dijo algo que me impulsó a decir ‘hasta aquí nomás’ y buscar nuevas formas de obtener ingresos de una manera que dependiera de mi esfuerzo”, recuerda reflexiva de esa situación que le tocó vivir como migrante.
Abriendo trocha
“En Estados Unidos no conocía a nadie, pero siempre he sido una mujer que toma el toro por las astas. Recuerdo que antes de poder cobrar mi primera ganancia en este negocio tuvo que pasar más de un año y medio, casi dos”, recuerda.
“Nunca voy a olvidar que llamaba y llamaba a mis potenciales clientes y dirían quién es esta mujer que insiste tanto... llegaba a las reuniones con esos hombres serios, pero siempre con alegría y rompía el hielo con mucha frescura. Así me fui ganando no solo un espacio, sino también, a lo largo del tiempo, el respeto de estos grandes compradores”, dice en medio de risas, pero en aquel momento fue el gran “atrevimiento” latino.
“Nunca olvidaré cuando cobré esos primeros 200 dólares de ganancia... no lo podía creer. Y es que ese logro se debió a que siempre conté con mi madre, que me sostenía para no rendirme; ella es una mujer extraordinaria, de un temple increíble que jamás me dejó caer”, nos dice mencionando a su progenitora.
“He trabajado tanto que hoy en este mundo tan competitivo de la exportación ya no tengo ni que dar mi apellido cuando llamo a estas grandes empresas. Los peruanos somos simpáticos por naturaleza y yo con un hablar fresco creo que los relajaba y me prestaban atención al inicio por eso. Actualmente, mi empresa, From Perú, trabaja con el más grande comprador de quinua en los Estados Unidos y llegamos a abastecer mercados como el de Nueva York, Oregón y California, donde nuestra quinua es altamente valorada”.
Según dice, en la Universidad de Oregón, la quinua peruana forma parte del menú de los estudiantes. ¿Te puedes imaginar eso? Y es que sus cualidades nutritivas son tan altas... para mí es conmovedor poder trabajar y promover este alimento bendecido”, reflexiona.
Sumando logros
Cecille resalta la figura de René Avendaño, quien es el proveedor de quinua en rl Perú. Según dice, a punta de esfuerzo Avendaño ha logrado ser lo que hoy representa en el mercado. “Es respetuoso de la cadena de trabajo que comienza con el agricultor, que son a veces sus primos, la maestra que lo educó en su pueblo pagando precios justos y permitiendo un trabajo de prácticas laborales justas. Él llegó a Lima y en su primer puesto dormía sobre sus sacos de quinua”, dice relevando el trabajo de quienes en el Perú se dedican a este grano tan valorado.
“Y te cuento ello porque una de las más grandes empresas que nos compran la quinua peruana van a pagar un valor extra por cada tonelada para impulsar que se construyan cocinas saludables en cada casa de los agricultores. Dime tú si no es una bendición impactar positivamente en quienes trabajan la tierra”, expresa conmovida.
Cecille es un vendaval y un torbellino de proyectos, hoy ya cocina algo nuevo y pronto vendrá al Perú para afinar una nueva apuesta con nuestros insumos peruanos, y a su vez ve con esperanza el desarrollo pleno de las mujeres que como ella no se dejan rendir.
Entonces la pregunta cae sola... ¿qué le dirías a una mujer que tiene que comenzar de cero, con hijos y sin más patrimonio que sus ganas de triunfar? “Que sean creativas siempre. Y que no se asusten ni se cansen. En resumen: que no tengan miedo. Cuando pasas el miedo, acuérdate, ya nada te puede suceder. Los fracasos son solo los pasos para alcanzar el éxito”. “De todo aprendes, de las cosas que te trae la vida tú verás si las lloras o las celebras. Pero mientras tanto siempre siempre sueña”, concluye.
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(FIN) CFS/CFS