Escribe Cecilia Fernández SívoriLa historia de vida del peruano José Javier Martínez Espinoza se ha forjado en base a sacrificio y empuje que lo ha llevado hoy a convertirse en uno de los más requeridos diseñadores de vestuario para diversos espacios de la TV americana y hasta proveer sus servicios a un imperio de ensueño como lo es Disneylandia.
Pero no siempre fue un sueño. Javier tuvo una niñez muy humilde, pero con abundante amor. Sentimiento que forjó su carácter y que lo hizo desear superarse, pese a que era un niño huérfano de padre y el penúltimo de 11 hermanos.
Él siempre tuvo en claro que quería romper ese círculo de carencia y desde muy pequeño realizaba “cachuelos” para agenciarse sus útiles escolares, ya que siempre fue un convencido que el estudio era la llave para una vida mejor.
Lamentablemente su madre enfermó y Javier debió abandonar los estudios para trabajar a tiempo completo y ahí comenzó una etapa en donde fue vigilante, asesor de AFP, en pleno boom de los fondos de pensiones; y en todo trabajo que pudiera realizar.
Reto al destino

“Siempre pensé en salir adelante y recuerdo que escuché una conversación en un bus de unas personas que hablaban de emigrar a los Estados Unidos. Llegué a mi trabajo y le solicité a mi supervisora una carta de presentación para gestionar mi visa. Ella me dijo ¿estás loco? Le insistí y me fui a solicitarla”.
“Grande fue mi sorpresa que me otorgaron el visado y dije ¿ahora que hago? Recuerdo una conversación con una persona a la que yo respetaba, quien me impulsó a viajar y así han pasado ya tres décadas”.
“Eso sí mi meta era siempre estudiar porque no quería quedarme sin conocimiento y así llegué a los EE.UU. a comenzar de cero”.
Javier recuerda que ni bien pisó suelo americano al día siguiente ya era asistente de jardinero, mesero, limpió baños; luego en una compañía inmensa cambiando cajas de pescado hasta que llegó a un centro que investigaba pruebas clínicas para el colesterol.
“Allí me di cuenta que tenía que profesionalizarme y regresé al Perú a estudiar inglés y volví para especializarme como enfermero. Me fui con mucha pena porque tenía dos hijas pequeñas que se quedaron al cuidado de su madre”, nos dice con tristeza.

Nostalgia por la patria
“En el sector salud es muy complejo insertarse y como ya se acababa mi visado de estudiante vi en la moda una opción. En aquella época la mensualidad cada mes era de 2750 dólares, nunca lo voy a olvidar. Fueron momentos difíciles, pero encontré el nicho que estaba buscando. Trabajaba sin descanso y en un evento conocí a un reconocido diseñador Ángel Lucena, quien hoy es mi amigo y que me dio la oportunidad de trabajar a su lado”.
Lucena vio en él el empuje y compromiso y con el correr del tiempo no solo se fortificó la hermandad, sino que se hicieron socios para trabajar a brazo partido para elaborar vestuarios para espacios televisivos como American Go Talent, para los parques de Disney; además de trajes de novias, alta costura, entre otros.
Así fueron creciendo y hoy también visten artistas para sus giras internacionales y cuentan con una compañía que realizan presentaciones en hoteles.
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["Iván Torrey: un embajador del arte peruano en Alemania"]Hoy, Javier con el corazón en la mano recuerda con nostalgia todo lo recorrido “hubo momentos de humillación, pero siempre tuve claro a dónde quería llegar. Tengo una misión desde que salí de mi pueblo. ¿Si repetiría esta aventura? Mi respuesta es una y mil veces. No lo pensaría”.
Sin embargo, Javier no quiere cerrar esta conversación sin dejarle un mensaje al niño que fue y a todos los pequeños como él que sueñan desde sus carencias “no tengan miedo, si hay persistencia y disciplina todo se puede alcanzar”.
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Publicado: 15/5/2025