Nació en un centro poblado de Cajamarca y en Lima descubrió su vocación de librera. Dos décadas de experiencia, más de la mitad en el mítico bulevar de Quilca, en el Centro Histórico de la capital, le permiten afirmar que una librería no es solo un lugar donde hay libros, también es un espacio personal y de encuentro con uno mismo.
Añora esos momentos, dice. El techo de dos aguas que los protegía de las lluvias; los prados verdes que cubrían el territorio del centro poblado Udima, donde nació, en el distrito de Catache, provincia de Santa Cruz; como también las lecturas de su librito Pablito durante los primeros grados de estudios primarios.
Esa tranquilidad y su destino cambiarían cuando llegó a Lima a estudiar tercero, cuarto y quinto de secundaria. Aquí, en una escuela pública, descubrió que los cursos de Literatura, Lengua e Historia inspiraban su imaginación. No fue extraño que al finalizar la escuela quisiera postular a la Universidad San Marcos para ser una profesional de las letras. Pero no ingresó. Este hecho la llevó por un camino que no estaba escrito en el guión de su adolescencia.
Made in Quilca
Por su alma libre e instinto de supervivencia sintió que lo mejor era no patear latas. Se enteró que necesitaban a una persona para vender libros en jirón Quilca. Allí se quedó y allí continúa como pez en el agua.
Ella es de Quilca, dice con orgullo de ese jirón icónico del Centro Histórico de Lima, en donde jóvenes artistas expresaron con su marginalidad la rebeldía de vivir en una sociedad desigual y centralista. En el 2016, ella lo recuerda bien, desalojaron a unos 60 libreros que formaron parte de ese paraíso urbano contestatario y rebelde. Los años que siguieron fueron muy difíciles para Mabel, pero logró superarlos gracias a un viejo deseo instalado en su corazón: tener su propia librería.
La Librería del Centro, la bautizó, luego de tentar algunos nombres, y desde hace 8 meses se ubica en la esquina de los jirones Quilca y Camaná, un local de vestigio colonial que alberga libros de historia, literatura clásica, poesía, filosofía y arte, de ediciones actuales, o de segunda mano en buenas condiciones, e inclusive descatalogados, cuenta, esas publicaciones que se dejaron de editar como Aves sin Nido, de Clorinda Matto de Turner.
“Los peruanos han cambiado, antes compraban del piso y al vuelo. Pero como han mejorado su capacidad económica, ahora quieren llegar a un lugar donde la persona que atiende conozca sobre ediciones, autores y temas para orientar su compra. Ya no llegan a ‘bucear’ para encontrar libros ‘viejos’. En la librería les ofrecemos un espacio tranquilo”, comenta.
La lectura y la palabra
Mabel sigue atendiendo al público, a pesar de que ahora se dedica más a la parte administrativa porque le interesa crear actividades para fidelizar a su clientela que, a pesar de la pandemia y las dos décadas que han transcurrido, sigue fiel a ella, pues siempre la consideran como su primera opción de compra. No se puede quejar, confiesa, y solo lo explica por su honestidad con ella.
“No los engaño ni lucro, creo que una librería gana más cuando una persona lee más, porque siempre pedirá más libros y, para mí, la idea es que la gente lea para que el Perú cambie. El libro es un bien que se transmite de generación en generación, y a través de la lectura conservamos la palabra, aprendemos a hablar, a conocer a los demás y a nosotros mismos también”.
Mientras tanto, Mabel sigue seleccionando libros para colocar los mejores en la vitrina, disfruta haciéndolo solo con imaginar que una persona lo necesitará; le encantaría formar libreros, porque no existe esa especialidad, pero es un oficio poco valorado que requiere de mucha psicología, capacidad de observación y mucho conocimiento de autores, editoriales, ediciones hasta de saber en qué lugar de la iluminada librería se encuentra, explica. Si le interesa darse un tiempo para conocer y leer libros, vaya a la Librería Del Centro, allí lo orientarán.
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Publicado: 25/4/2022