Benito Fernando Verde Vásquez trabaja como auxiliar de ventanilla en el área de trámite documentario de la Superintendencia Nacional de Control de Servicios de Seguridad, Armas, Municiones y Explosivos de Uso Civil (Sucamec). A sus manos llegan todos los documentos y expedientes de los que quieren portar armas o abrir una empresa de seguridad. Todos son atendidos con especial esmero.
Su apellido, felizmente, no le dio ningún color a su carácter, pero su nombre determinó su madurez. Tenía más de 40 años cuando lo llamaron por primera vez por el nombre de su progenitor, don Benito. A partir de ese momento se enraizó, trascendió, como también su vocación de servicio.
De lunes a viernes recibe expedientes de personas, sobre todo de hombres jóvenes, cuenta, que solicitan cambiar su carné de vigilancia, una licencia de armas o la autorización para vender juegos pirotécnicos.
Más del 90% de los trámites son de Lima. Las mujeres, las pocas que llegan, en su mayoría son trabajadoras de compañías de seguridad que se acercan a la ventanilla para presentar su cese de carné.
“En los últimos meses, la solicitud de licencias de armas es la más frecuente, seguro porque la inseguridad ha aumentado”, comenta.
Observador
Benito revisa que los papeles estén en regla, que no falte la información solicitada por la Sucamec, que se cumplan los plazos indicados por la institución, pero también observa a las personas que llegan, qué actitudes tienen, cómo caminan, para asegurar la calidad de su atención al público.
“Tienen diferentes caracteres; algunas personas son alegres, otras renegonas, desmotivadas, apacibles. Por supuesto, nunca faltan las que siempre tienen la razón, pero felizmente son menos. Uno se vuelve psicólogo aquí”, relata.
Y algo de psicología debió aprender por sobrevivencia, para conocer el mundo en el que iba a crecer. A los dos años tuvo poliomielitis. Eran finales de la década de 1960, y esa enfermedad aún no se controlaba.
Benito supo salir adelante con mucho esfuerzo y el apoyo sincero de su familia.
Arquitecto de su vida
Sin embargo, fue a los 16 años cuando tomó conciencia de que debía crecer, ser independiente. Sus padres lo habían rodeado de un sutil manto de amor que lo protegió de los daños físicos.
“Me di cuenta de la realidad, de mi discapacidad, pero comprendí que yo era el único responsable para alcanzar mi autonomía; yo era el arquitecto de mi propia vida”, señala.
La frase “no se puede” no existe para él. El próximo año cumplirá cinco décadas de existencia en las que hizo de todo. Fue cocinero, ingresó en la década de 1990 en un programa laboral de la seguridad social para personas con discapacidad y trabajó como vendedor de golosinas. Luego, ingresó en la institución como voluntario.
Vocación de servicio
Benito es un gran conversador, y atender al público es gratificante para él pues le gusta que la gente que llega a la Sucamec se vaya satisfecha del servicio que les brinda.
“La institución sigue creciendo y demostrando su capacidad de cambio. Me ha dado confianza, y esa oportunidad se la retribuyo con mi trabajo, honradez, disciplina y buena conducta. Le doy lo mejor de mí”. Don Benito tiene palabra.
Hoja de vida
Es Técnico de metalurgia y fundición, carrera que estudió en el Instituto de Educación Superior José Pardo.
Estudió digitación y computación básica en el CEO Señor de los Milagros, en Canto Grande, donde reside.
En el perú más de 57,000 niños, adolescentes y jóvenes con habilidades diferentes estudian en instituciones denominadas “inclusivas”, sean públicas o privadas. Atender a esta población es urgente.
(FIN) SMS/DOP