A las 09:00 horas del último domingo, los técnicos y licenciados de las cinco brigadas móviles de la Dirección de Redes Integradas de Salud (Diris) Lima Centro ya estaban en la losa deportiva de 14 de Febrero iniciando la jornada de inmunización.
Los promotores del Ministerio de Salud perifoneaban llamando a los vecinos a unirse a la jornada contra el covid-19, regalaban mascarillas para promover la bioseguridad. Los días anteriores, los dirigentes vecinales y la municipalidad de San Juan de Lurigancho habían ayudado a organizar a los vecinos para este evento.
Las personas acudían al punto de encuentro, se inmunizaban y también daban información de familiares que no podían trasladarse (por diversas enfermedades, postrados por el dolor, etcétera). La información era vital para la segunda parte de la jornada de las brigadas, cuando visitaron sector por sector, casa por casa de 14 de Febrero.
“Fue una jornada exitosa”, dice el enfermero Hans Alejo Mendoza. Como parte del equipo de vacunación de la Diris Lima Centro lleva un mes recorriendo distintos distritos de la capital, subiendo cerros, adonde no llegan ni los mototaxis. Las brigadas las integran un técnico y un licenciado.
Llevan siempre dos marcas de vacunas y buena parte de su labor es pedagógica: deben informar a los vecinos antes de realizar cualquier procedimiento.
Explican a las personas las diferencias: las Sinopharm son, sobre todo, para todos los usuarios de 35 años a menos; las Pfizer están reservadas para mayores de 45 años, los que sufren comorbilidades, personas con alteraciones mentales o autismo, mujeres con 14 semanas o más de gestación, y otros.
Rina Cacya Ocaña acaba de iniciar su carrera como licenciada en Enfermería. Ha trabajado siete años como técnica, una labor que desarrolló en hospitales, adonde llegan las personas con tratamientos. En cambio, salir a vacunar casa por casa es una nueva experiencia.
“A veces ni almorzamos, vamos de corrido porque lo que queremos es llegar hasta la última persona que aún no ha recibido la vacuna”, cuenta.
Cuando se hace una campaña por las zonas periurbanas de Lima, el Minsa trata de tener a alguien de las brigadas que entienda o hable el quechua. La licenciada Cacya es una de ellas. Ser quechuahablante le ha permitido informar y poder vacunar a varias personas de Cusco, de Ayacucho y otras regiones que hablan el runasimi en la capital.
El licenciado Hans Alejo cree en el poder de la información de primera mano. En la campaña han tenido muchos casos de personas que por su fe religiosa no querían vacunarse, a pesar de que el covid-19 había matado a miles, pero después de escuchar la información directamente de los brigadistas se sentían en confianza y aceptaban inmunizarse: “En nombre de Dios, voy a vacunarme”, decían.
Al final de esas exhaustas jornadas de inmunización que la han hecho recorrer a pie asentamientos humanos de todo San Juan de Lurigancho y otros distritos de Lima Centro, la licenciada Rina Cacya siente que el abrazo de sus dos hijos y el “gracias” de la mayoría de los vacunados son la mejor recompensa para empezar, al día siguiente, una nueva jornada de lucha contra el covid-19.