La primera vez que Natividad Espinoza cargó a su nieta recién nacida, a quien bautizó como Brisda, prometió cuidarla, entregarle todo su amor y dejarle un gran legado. Con los años, la pequeña creció y comenzó a hablar. Fue ahí que la matriarca de la familia decidió que la mejor herencia que le podía dejar a la niña era conocer y aprender aimara, la lengua originaria de El Collao-Ilave, provincia del departamento de Puno.
Con una destreza absoluta, Brisda asimiló los conocimientos de su tierna abuelita. Todas las mañanas, cuando el sol se asomaba por el Lago Titicaca y teñía el cielo con tonos dorados y naranjas, la niña se sentaba junto a doña Natividad para escuchar sus relatos y conocer nuevas palabras. Las lecciones se hicieron rutinarias y a la fecha han generado hermosos recuerdos, tanto así que la estudiante, que también entiende castellano por las clases de su colegio, prefiere conversar durante horas con una de las mujeres que la vio nacer.
Los años pasaron y Natividad se convirtió en una de las septuagenarias más representativas de su localidad. Un día, el personal de la municipalidad provincial le informó que se integró al programa Pensión 65 y podía sumarse a la Intervención Saberes Productivos, donde comparten sus habilidades y talentos con los más jóvenes. En ese momento, respondió que lo evaluaría. Cuando llegó a su casa se lo comentó a su nieta, que terminó por convencerla.
Al principio tuvo miedo porque no sabe castellano y no iba a entender a los niños. Sin embargo, con apoyo de la luz de sus ojos pudo enfrentar y superar ese obstáculo. Fue ahí que Brisda le ofreció su ayuda. “Mi abuelita me cuidó por años mientras mis padres trabajaban. Gracias a ella aprendí aimara y llegó mi oportunidad de devolver el tiempo que me dedicó”, expresó emocionada.
Doña Natividad comenzó a compartir sus conocimientos ancestrales a los escolares del colegio Urani, donde su nieta es pieza fundamental para traducir al aimara las preguntas de sus compañeros. “Cuando cargué a Brisda por primera vez, vi una nueva oportunidad de dar amor, de tener una compañera, alguien a quien le podía dejar mis enseñanzas”, dijo la usuaria del programa social en su lengua madre y que fue traducida por el asistente de saberes productivos de Pensión 65, Daniel Apaza.
La septuagenaria también explicó que uno de sus mayores sueños es que el país no olvide el aimara, por su gran aporte cultural. “Gracias a mi abuelita conozco esta lengua originaria y la seguiré compartiendo para mantenerla viva, y así fortalecer la identidad de El Collao-Ilave”, sostuvo la jovencita. Tras sus palabras, no pudo contener su alegría y abrazó a Natividad, a quien le dijo con lágrimas en las mejillas: “Nayaxa munastwa auwichajaru (te amo mucho, abuelita)”.
Revaloran lengua originaria
Para Natividad, el aimara en un legado que se debe revalorar. Cuando su hija creció, Eudosia Espinoza, le enseñó esta lengua originaria. “Aprendí castellano por mi papá y en el colegio, pero el aimara me hace sentir única”, contó Eudosia, que además de Brisda, tiene una segunda hija.
“Dalis es una niña, pero es muy entusiasta. Ya está aprendiendo, porque se ha vuelto una tradición en nuestro hogar y lo compartiremos a los demás, porque debemos mantener fuerte nuestra cultura y raíces”, manifestó finalmente.
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