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Memoria viva: Don Andrés, el hijo de la tierra de Túpac Amaru

Andrés Castro Sánchez, pues fue el primer alcalde de Surimana. Foto: Pensión 65

Andrés Castro Sánchez, pues fue el primer alcalde de Surimana. Foto: Pensión 65

11:03 | Lima, set. 30.

A sus 85 años, el señor Andrés Castro participa en la reconstrucción de la memoria histórica de su distrito. Tuvo diferentes cargos políticos en Surimana, pero sobre todo se define por las labores agrícolas. Es beneficiario del programa Pensión 65.

Nació en el mismo pueblo que el indómito José Gabriel Condorcanqui, Túpac Amaru II. Allá, en Surimana, a 132 kilómetros de la ciudad del Cusco, todos respetan a don Andrés Castro Sánchez, pues fue el primer alcalde de este histórico centro poblado.

Toda su vida se dedicó a la agricultura y la ganadería, pero la empatía que siempre tuvo con la gente de su pueblo lo llevó a ser, además de alcalde, presidente de la comunidad.

“En mi comunidad me valoran, aun siendo una persona humilde. Me respetan por todos los cargos que asumí, pues los he realizado transparentemente”, dice Andrés Castro Sánchez, quien de niño aprendió a rezar en latín.

Tiempos recios



Recuerda que una de las mayores dificultades que tuvo que afrontar al asumir como primer alcalde de Surimana fueron las enormes distancias que tenía que recorrer para resolver los “papeleos” en la capital cusqueña, indispensables para concretar las acciones que se propuso en su gestión.

“A veces, tenía que caminar, pasando hambre, sed y frío. Pero qué podía hacer, era el mandato de la comunidad, tenía que cumplir nomás”, recuerda este hombre quechuahablante, orgulloso del deber cumplido.

Reconstrucción histórica


A sus 85 años, don Andrés participa en el proceso de reconstrucción de la memoria histórica del distrito de Túpac Amaru, provincia de Canas. Se trata de un proyecto que impulsan el gobierno local y el Ministerio de Cultura, con motivo de la inauguración de la Casa de la Cultura, vivienda que perteneció a Túpac Amaru II.

A pesar de que fue brigadier en la escuela, presidente comunal y luego el primer alcalde del centro poblado de Surimana, la agricultura y la ganadería fueron las actividades más importantes en la vida del señor Castro.

Cuenta que los comuneros de Surimana tenían terrenos en la parte baja, media y alta de esta localidad. Les ofrecía distintos climas para diferentes productos, como frijoles, kiwicha, maíz, trigo, habas y papa, y para la crianza de animales, como ovejas, caballos y vacas.

Recientemente, uno de sus hijos falleció víctima del covid-19. Lo que más le dolió es que por la pandemia no pudo asistir a su entierro. Fue muy difícil para él. “Tengo la esperanza de que cuando llegue mi hora, él me estará esperando y no estaré solo”, dice.

Ahora, sus otros hijos cuidan con mucho esmero al viejo patriarca, que dice que todo el trabajo que hizo en el campo fue para que no les faltara alimento a sus vástagos.

Etapas felices y sombrías


“La etapa más feliz de mi vida fue cuando entré a la escuela; la más triste fue cuando nuestra vida se vio amenazada por la incursión terrorista y la presencia de los militares ”, cuenta el provecto.

Le gusta recrear la historia de su pueblo y contarla a los niños de su comunidad. Parte del orgullo de haber nacido en la misma tierra que Túpac Amaru II, quien en mayo de hace 240 años, junto con su esposa, Micaela Bastidas, se sacrificó en lo que significó el inicio del camino hacia la independencia del Perú.

“Somos los hijos de Túpac Amaru –les dice a los párvulos–. Aunque haya pasado el tiempo, reconocemos nuestra cultura, nuestra lengua, nuestros productos que trabajamos en la tierra”.

Hombre preocupado por el bienestar de su pueblo, este don Andrés también enseña el quechua y los saberes ancestrales a los niños, “aunque muchos tienen miedo de que nos escuchen, pero tenemos que conquistar a los niños con conocimiento, llamar su atención, debemos insistir y no cansarnos. Luego, ellos deben mejorar estos conocimientos que les transmitimos, por eso deben estudiar”. Palabra de maestro.

Costumbres antiguas



El señor Castro Sánchez creció al cuidado de su abuela y de su padre, ya que su madre falleció cuando él era muy pequeño. “De niño hacía los mandados, ayudaba en la chacra, en el pastoreo de las ovejas. Mi papá me crió solo, nunca volvió a conseguir una esposa. Se dedicó a cuidarme y educarme”.

Recuerda que iba junto a otros niños a la capilla para rezar y que lo hacían en latín, guiados por el capellán, quien les repetía una frase que recuerda hasta hoy: “La oración alivia el alma”.

Cuenta que antiguamente los desposamientos en su pueblo eran concertados. Don Andrés conoció a la que sería su esposa, Herminia Tomayconza, por un acuerdo entre los padres. “Nosotros teníamos que obedecer sin murmuraciones”, recuerda riendo.

Lo bueno es que hubo sí mucho amor después entre ambos y nacieron sus seis hijos. “Todo el trabajo que realicé en el campo fue para que no les falte alimento. Cuando crías bien a tus hijos, ellos te cuidan luego en la vejez, te devuelven el esfuerzo que diste. Ese ha sido mi caso. Siempre les dije que se preparen para defenderse en la vida, que no sean ociosos, que trabajen. Mis hijos me acompañan, me cuidan. Se sienten orgullosos de mi testimonio de vida”.

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Publicado: 30/9/2021