Hijo de padres cajamarquinos que le enseñaron a ser perseverante, Franklin Mendoza Torres es médico intensivista del Instituto de Salud del Niño de San Borja. Reconoce que gracias a la unión y pasión por su trabajo, el equipo de la UCI pediátrica covid-19 salvó muchas vidas. Aprendieron en el camino a enfrentar la pandemia.
Cuando se encontró ante el primer caso de un niño con nuevo coronavirus, de 2 años y 18 kilogramos de peso, no sabía cómo entubarlo y, a la vez, evitar contagiarse. Era abril del 2020, y Franklin Ronald Mendoza Torres había sido designado coordinador de la unidad de cuidados intensivos (UCI) pediátrica covid-19, que empezaba a crearse.
“Era un niño obeso, con comorbilidad, y sabíamos que el personal de las UCI tenía riesgo de contagio cuando entubaban al paciente con covid-19 grave, pero logramos hacerlo bien y lo salvamos. No sabíamos cómo se manejaba la enfermedad en ese momento”, recuerda.
Más de 600 niños y adolescentes han ingresado a esa UCI especializada del Instituto Nacional de Salud del Niño (INSN) de San Borja. El 5% no superó la enfermedad. “Es una cifra de estándar internacional”, afirma.
Sin embargo, reconoce que alcanzaron ese número gracias al trabajo unido del equipo de profesionales que integra esa área. No habría sido posible de otra manera, sostiene, pues esa unión y la fortaleza espiritual que aún conservan permitió que sacaran adelante el servicio, hoy reconocido como referente nacional.
“Llegaban con el diagnóstico de la enfermedad, por sospecha o porque un familiar había sido infectado por el nuevo coronavirus, mientras paralelamente implementábamos la UCI pediátrica covid-19 con camas, respiradores, monitores, recursos humanos. En junio estuvimos equipados. Sobre la marcha aprendimos cómo enfrentar al covid-19, qué cuidados y alimentación necesitaban, investigábamos experiencias de otros países”, rememora este médico de 40 años.
Cajamarquino
Franklin, o el doctor Mendoza, como le dicen ahora, es hijo, nieto y bisnieto de cajamarquinos, nacidos en la sierra de San Miguel, aunque por línea materna el bisabuelo fue español. Eso no afecta que se reconozca cajacho y, como tal, ser dueño de perseverancia y tenacidad para conseguir las cosas. “No nos rendimos ante la adversidad ni situaciones complejas”, afirma.
Y los hechos lo demuestran. Eligió la especialidad de medicina intensiva porque entendió que había personas más cercanas a la muerte, por accidente o enfermedad, que necesitaban regresar a este lado de la ribera del río lo más rápido posible.
Su interés por el cerebro, por saber qué podía hacer por los pacientes con tumores, aneurismas o lesiones en ese órgano lo motivaron a seguir la subespecialidad de neurointensivismo, que ejerció en el Hospital Edgardo Rebagliati hasta hace cinco años, pues lo convocaron a un concurso en el INSN-SB para desarrollar esta especialidad en niños. “Me pareció increíble tratar a menores porque es de una gran responsabilidad”.
En este último quinquenio, el doctor Mendoza aceptó todos los desafíos; estaba a punto de poner en marcha la UCI pediátrica general cuando apareció la pandemia. Hoy puede afirmar tranquilo que andar ese camino sobre el caballo, hasta conseguir la UCI pediátrica covid-19, fue muy difícil, pero se hizo realidad por ser parte de un equipo humano de primera línea.
“A pesar del incremento de casos de niños con covid-19, la posibilidad de que salgan de la UCI son muy altas. Eso nos llena de satisfacción porque, además, le devolvemos la alegría a las familias. Perder la vida de un menor es muy doloroso, no se puede describir ese sentimiento. Le doy gracias a Dios no haber hecho la enfermedad y que me hayan vacunado ya”.
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(FIN) SMS/DOP