Por Susana MendozaFue Espada de Honor 2021 de su promoción en la Fuerza Aérea del Perú, integrada por 35 hombres y 4 mujeres. Ha convertido la disciplina en un hábito de vida y será piloto militar dentro de dos años. Está convencida de que este logro personal puede abrir camino para que más mujeres ingresen a las Fuerzas Armadas de nuestro país.
Tenía 14 años cuando una tarde empezó a darse cuenta de que había mujeres que vestían el uniforme de la Fuerza Aérea del Perú (FAP). De pronto todo empezó a cobrar sentido para Fabiola Mayurí Palomino, quien desde pequeña admiraba a sus hermanos mayores que ya eran oficiales de esa institución militar.
“La emoción que les provocaba a mis hermanos ser oficiales de la FAP me alegraba. Cuando empecé a ver mujeres que usaban el mismo uniforme que tenían ellos quedé sorprendida, porque creía que solo era para hombres. Así que me dije: si ellas pueden, yo también. En ese momento tomé la decisión de ingresar a la FAP cuando terminara el colegio”, recuerda.
Y así lo hizo. Felizmente sus padres la apoyaron. Él porque siempre ha sido incondicional con su hija, quizás por ser “la niña de sus ojos”, y ella porque de joven quiso ser militar, pero no pudo hacer realidad su sueño.
La número 1
El 13 de diciembre del año pasado, Fabiola, entonces cadete del cuarto año de la FAP, recibió la Espada de Honor por haber sido la N° 1 de su promoción. Un mérito que la llena de orgullo porque, si bien sabía que en la Escuela de Oficiales de la Fuerza Aérea y en su etapa de aspirante iba a tener una performance muy destacada, no pasó por su cabeza ser la primera.
Eso lo vislumbró mientras fue cadete de segundo año, y se propuso la meta de alcanzarla. Esta joven pisqueña, de 22 años, tiene una huella personal que la caracterizará toda su vida: entregarse con pasión a aquello que le gusta, y lo reconoce.
Le ocurrió en el colegio, cuando el vóley y las danzas peruanas le hacían perder la noción del tiempo mientras las practicaba, y por su dedicación se convirtió en una destacada voleibolista y bailarina de su escuela. Esa energía natural encontró su cauce gracias a la disciplina. "Un valor que se enseña en la vida militar y no en la civil", afirma.
“La disciplina me ayudó a mejorar en todo y uno ve los resultados en los diferentes aspectos de su vida. La disciplina me impactó y observé que podía plantearme metas y objetivos. Para mí se ha convertido en una convicción que me seguirá ayudando en el futuro”.
Vuela alto
Al haber incorporado la disciplina a su vida cotidiana, Fabiola aprobó el curso de piloto el 2019, porque pudo controlar y manejar un Cessna-172, una aeronave de instrucción básica, ligera y monomotor. Tuvo un arduo entrenamiento de 13 horas de vuelo. Así es como realizó su primer despistaje de vuelo. Tenía 20 años.
“Dentro de dos años seré piloto militar, ese es mi siguiente objetivo, y de acuerdo a cómo me evalúen podré volar aviones de transporte, cazas o helicópteros”.
Su formación de cinco años, académica y militar, le ha permitido conocer el país, y con ello su diversidad cultural, de la cual se siente orgullosa, porque además es hija de padre pisqueño y madre ayacuchana. Pero también ha podido reconocer que forma parte de las mujeres que se integran lentamente a las Fuerzas Armadas.
“Son pocas todavía porque creo que desconocen sobre la institución y las bondades que tiene ser parte de ella. Pero estamos avanzando, hay más mujeres en la vida militar y en otros ámbitos. Somos referentes para las siguientes generaciones. Para ser militar tenemos que esforzarnos más porque competimos con hombres, es sano, hay que hacerlo si queremos sobresalir”.
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(FIN) SMS/RES
GRM
Publicado: 4/1/2022