Vino al mundo en la inmensidad de la Amazonía. Creció enfrentando necesidades económicas tras la muerte temprana de su padre, pero siempre tuvo claro un objetivo: brindarles a sus hijos una mejor vida. Eleodoro Chávez Mozombite es el carpintero de Colonia Angamos, capital del distrito de Yaquerana, en la región Loreto, una localidad fronteriza con Brasil y Colombia.
Quedó huérfano de padre a los tres meses de edad. Su madre, sola, sacó adelante a seis hijos. Eleodoro solo pudo estudiar los primeros grados de primaria, pero la educación siempre fue su prioridad. “Cuando ya tenía esposa y una hija, me matriculé en la nocturna y terminé la escuela”, cuenta con orgullo.
Nació en Tamshiyacu, Loreto, a orillas del río Amazonas. Allí, la vida gira en torno a la agricultura, la pesca y el comercio. Tras la muerte de su padre, su familia se mudó al distrito de Lagunas, tierra natal de su madre. Desde los 12 años trabajó en la agricultura y, a los 20, emigró a Pucallpa, donde aprendió carpintería, oficio que se convertiría en su pasión y sustento. Más tarde, se instaló en Iquitos, donde se enamoró y formó una familia junto a Virginia Coquinche, con quien tuvo cuatro hijos.
Para darles un mejor futuro, Eleodoro nunca dejó de trabajar. Vendió su única propiedad para comprar herramientas de carpintería, pero las dificultades lo llevaron a aceptar un empleo como vigilante nocturno en la lejana municipalidad de Colonia Angamos. Allí se trasladó solo al inicio, hasta que decidió llevar consigo a su familia. “Esto es como un paraíso. La gente es buena y la tierra provee alimento, aunque lo que llega de la ciudad es muy caro”, señaló.
Durante el día trabajaba como carpintero, ganándose un nombre en la comunidad por la calidad y utilidad de sus productos, siempre a precios accesibles. Su taller, la Carpintería Rey David, le permitió sostener a su familia y también logró que sus cuatro hijos completaran su educación primaria y secundaria, antes de trasladarse a Iquitos para estudiar carreras técnicas.
El año pasado fue especial para Eleodoro. Ingresó al programa Pensión 65 y su familia ganó el concurso de Foncodes, Noa Jayatai, que les permitió mejorar su producción con nuevas herramientas y maquinaria. “El problema es cuando me hacen pedidos de otros lugares. Solo podemos transportar en embarcaciones y eso eleva el costo”, explica.
A pesar de los retos que significa vivir en la frontera, atribuye sus logros a la perseverancia, la fe en Dios y el aprendizaje constante. Su mensaje para los jóvenes es claro: “Aprendan de sus mayores, no se rindan y sigan estudiando para tener una vida mejor”.
(FIN) NDP/LZD