Dionis acaba de frotar con cloro el interior de su Chevrolet del 54. Mientras varios países cierran fronteras por el coronavirus, él se alista para pasear visitantes por una Cuba aún abierta al turismo. Pero no quiere a la pandemia de copiloto.
"Vamos con el carro limpio, recogemos al cliente, al terminar se limpia el carro donde pudo haber contacto, para que al próximo trabajo llegue óptimo y no haya propagación" del virus, explica Dionis Díaz, conductor de 36 años, provisto de una mascarilla. Estos vehículos descapotables son lo primero que los turistas buscan.
Tras el estallido del COVID-19, la orden en Cuba, repetida a diario por todas las vías posibles es: desinfectar con una solución de cloro desde las manos hasta toda superficie de uso diario.
En Cuba, donde el turismo es motor económico, hasta ahora son 16 los casos, casi todos importados o de contacto inmediato con el paciente. Uno de ellos, un turista italiano que llegó enfermo a la isla, falleció.
Para los especialistas cubanos, aún hay control sobre el nivel de casos y de contagio, por lo que no es necesario tomar mayores medidas restrictivas.
Las clases escolares se mantienen, también las filas en los supermercados. Sólo se han suspendido las actividades culturales y concentraciones públicas.
¿Cierre de fronteras?
¿Aislamiento social? "Depende del nivel de transmisión (...) Cuando exista una transmisión autóctona de casos que sean punto de partida en Cuba, se comenzará a pensar esas medidas", dijo José Raúl de Armas, jefe de Enfermedades Transmisibles del Ministerio de Salud.
Además, informan que ejercen un estrecho control en sus fronteras y confían en su sistema de salud, que enfrenta carencias pero que ha combatido mundialmente severas epidemias como la del ébola en África.
Tanto así que, en una maniobra de película, el miércoles acogieron un crucero británico con más de 1.000 personas, cinco de ellas infectadas, y que ningún país quiso recibir. En La Habana los pasajeros abordaron aviones hacia Reino Unido.
El último fin de semana hubo 24.000 turistas en Varadero. Los hoteles y la mayoría de restaurantes funcionan normalmente.
Actualmente hay más de 5.000 visitantes franceses en la isla, algunos temerosos de no poder volver a su país por la cancelación de vuelos, pero otro tanto contento con poder extender su estadía.
"Tengo la impresión [de que] es guerra en todas partes y aquí todo está bien en Cuba", comentó uno de ellos en Twitter. Una mala noticia: un francés de 69 años es uno de los últimos casos positivos.
Los rusos, que aún pueden viajar a Cuba, aprovechan por estos días el calor del Caribe.
"Excelente" que Cuba siga abierta, dice Dimitri Dudnakov, 35 años, trabajador de una compañía de teléfonos, mientras se monta en un descapotable en La Habana.
"A Europa no hubiese ido porque hay mucho peligro, pero aquí sí, hay mucha seguridad", agrega.
En 2018, el turismo le significó a Cuba 3.300 millones de dólares. Pero las sanciones de Estados Unidos por sus vínculos con Venezuela han restringido la llegada de vuelos y de cruceros y el ingreso de visitantes cayó más de un 9% en 2019.
En marzo, se registran las primeras cancelaciones por la pandemia (12%), informaron autoridades del sector.
Cloro nuestro de cada día
Con un 20% de población anciana, grupo más vulnerable al virus, la isla también le pone fe al médico de la familia, asignado a cada barrio, que puede diagnosticar males a tiempo.
Pese a la confianza, no hay unanimidad sobre las medidas tomadas.
"No basta con evitar los actos culturales sino también evitar por un tiempo la entrada de turistas, se trata de ganar tiempo para que logremos evitar esa vía de transmisión", escribe la usuaria Cora, en el portal de internet Cubadebate.
Además de conducir el auto, Dionis tiene la misión de informar cualquier indicio de contagio. "Si se detecta a algún cliente con alguna sospecha, se habla con el guía, se regresa al lugar de donde salimos y permanecemos allí. Hacemos una pequeña cuarentena, esperando instrucciones", detalla Dionis.
Un colega suyo fue quien reportó los tres primeros casos que ingresaron a la isla. Al percibir que uno de sus pasajeros tosía mucho, informó a las autoridades. Ahora está en cuarentena, en su casa, pero sin complicaciones.
Dionis sabe que su trabajo hace parte del paisaje de Cuba, y tiene claro que están en la primera línea de contacto y de posible contagio.
"La preocupación siempre está allí, estamos de frente, directamente con los que puedan traer la enfermedad. Manteniendo las medidas necesarias, creo que se puede seguir", considera.