Para Matilde Mateo Hurtado, de 66 años, y Juan Francisco Pataca Quispe, de 72 años, la vida es igual a cabalgar un caballo. “Porque nunca se sabe cuándo vamos a caer y si ocurre algún accidente, solo queda levantarse y seguir. Al inicio da cierto miedo, pero llega un momento en que conoces el amor y tu viaje tiene un nuevo propósito”, reflexiona el septuagenario.
Bajo ese pensamiento, la pareja recuerda cómo se conoció, de qué forma su pasión los llevó a estar juntos, y lo importante que es mantener el respeto y cariño mutuo. Ambos son usuarios del programa Pensión 65 y se conocieron hace más de cuatro décadas en el centro poblado de Antilla, distrito de Curahuasi, en el departamento de Apurímac, una localidad donde reina la armonía, bajo un cielo celeste y una hermosa vista hacia las montañas, además de estar muy cerca al imponente Cañón del Apurímac, uno de los puntos más sagrados de la época incaica.
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“Ella venía de Grau, buscaba un nuevo comienzo junto a sus hijitos. Yo crecí en Antilla y me dedicaba al campo, a la cosecha de habas, papa, y en especial maíz blanco. Fue así que un día nos cruzamos en la pequeña placita, cuando estaba vendiendo mis productos. Matilde se me acercó a comprar y quedé deslumbrado por su belleza”, relata Juan Francisco, lleno de entusiasmo y cariño.
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“Después, él me buscó”, agrega Matilde, evidenciando una tímida sonrisa en su rostro. Efectivamente, Juan Francisco logró ubicarla y le llevó un ramo de flores de distintos colores. Conversaron por horas sobre lo que hacían, lo que más les gustaba y las complicaciones que tuvieron en la vida.
Valores en la vida
“Mis padres me enseñaron a trabajar, a no rendirme y tomar aliento para continuar. Mientras mi padre, Gabino Mateo, traía sacos de maíz blanco, mi madre, Gerarda Hurtado, preparaba chicha blanca. Ellos ya se conocían y trabajaban juntos, como un equipo. Y justo es lo que se me vino a la cabeza cuando conocí a Juan Francisco, que podíamos salir adelante si estamos unidos”, cuenta Matilde.
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Por su parte, el septuagenario comparte la gran lección que le dejó su progenitora, Luisa Quispe: “Mientras montamos al caballo de la vida, encontraremos el amor que hará más sencillo y hermoso nuestro viaje, por eso hay que cuidarlo y preservarlo”. "Mi mamá sabía cabalgar y por eso me dejó esa herencia, además de sus bonitos consejos”, añade.
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Con esos valores y lecciones, construyeron un hogar en el bello centro poblado de Antilla, convirtiéndose en los eternos enamorados de la localidad, por el respeto y afecto que se tienen, sobre todo, por la dedicación que han demostrado al cuidar su amor.
Tradición en una bebida
Juan y Matilde, como usuarios de Pensión 65, participan de los encuentros de saberes productivos que se organiza junto a la municipalidad para revalorar los conocimientos de los adultos mayores. Ellos son expertos en la cosecha de maíz blanco y en la preparación de chicha blanca, lo que les ha permitido continuar con el legado de sus padres y enseñárselos a sus hijos, además de los niños y jóvenes que los buscan para probar este tradicional refresco de Apurímac.
(FIN) NDP/LZD
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Publicado: 25/1/2025