Antes de conversar con él, hallamos un par de videos en redes sociales donde demostraba su talento sin temor alguno. Sinceramente, fue emocionante ver a un hombre luchador de 70 años que cuando canta puede olvidarse por algunos minutos de todos los problemas que puede tener.
Así es, hablamos de Francisco Erasmo Castillo García, usuario del Programa Pensión 65, quien nació en el distrito de Omate, provincia de General Sánchez Cerro, región Moquegua. Don Francisco tuvo una infancia difícil debido a la falta de recursos económicos, por lo que tuvo que trabajar desde muy joven.
Don Francisco vendió periódicos en la calle, lustró zapatos, limpió carros y también fue conserje en una oficina bancaria. Todo su esfuerzo y empeño lo hacía para llevar el alimento a su hogar y sus hermanos no dejen de comer, pero con el correr de los años, a la fecha solo uno de ellos lo visita cada cierto tiempo.
“Uy, joven, yo he trabajado de todo, he vendido periódicos, he limpiado carros, hasta conserje en un banco he sido. Todo era para ayudar a mis hermanos, pero hoy en día ya cada uno tiene su familia. Solo una hermana viene de vez en cuando a dejarme cositas”, nos cuenta acongojado.
Todo lo que nos relata don Francisco, parece una historia repetida de miles de adultos mayores que, al llegar a una edad avanzada, sufren la indiferencia de sus seres queridos, incluyendo a hijos. No es la primera vez que nos topamos con esta realidad.
“En los últimos años he dejado de trabajar progresivamente porque tengo distintos dolores por las enfermedades que me aquejan. La próstata y la artritis no me dejan vivir tranquilo, sin embargo, a veces debo hacer cachuelos porque tengo que sobrevivir día a día”, relata.
Vivir con el corazón en la mano
Don Francisco vive en una zona alta de Omate, Moquegua. El acceso es complicado y aun así debe permanecer allí porque es el único lugar que tiene para pasar las noches. Sin embargo, a pesar de ser una casa de madera, humilde y modesta, la gente no lo deja vivir tranquilo y se suma el acoso que sufre por algunas personas que lo quieren botar de su hogar.
“Tengo vecinos malos, me gritan e insultan. Para llegar a armar esta casa sufrí engaños y no tengo título de propiedad de este espacio. Aquí yo vivo con mis perros y gatos, cocino a leña y uso el dinero de Pensión 65 para comprar mis alimentos y medicina”, cuenta, mientras diviso su “bastón”, que no es más que la estructura de fierro de un carrito que se usa para ir al mercado.
Yo soy “Lucho Barrios”
No todo es negativo. Una vida dura también puede tener momentos de alegría e inolvidables y don Francisco no es la excepción. “Cuando era niño viví por un tiempo con mi padrino y él me enseñó a amar aún más la música. No me vas a creer, pero recuerdo que metía mi moneda a las radiolas antiguas que estaban en tiendas, restaurantes o bares y ponía las piezas musicales del cantante de bolero Lucho Barrios”, detalla con otro semblante.
Porfiado, pero realmente seguro que podía lograrlo, don Francisco practicaba a más no poder las canciones más conocidas del artista peruano como “Mi niña bonita”, “Marabú”, “Cruel condena”; y tanto fue el esmero y esfuerzo que en su juventud participó en concursos de canto en la radio y eventos.
“Qué bonito cantaba Lucho Barrios. De joven me esmeré tanto que empecé a imitarlo. Desde entonces me conocen como el Lucho Barrios de Omate. También canté en la radio y quedé en el segundo lugar de un evento llamado Festival Dorado, aquí en Moquegua. Fue una emoción increíble”, narra con orgullo.
Don Francisco es uno de los últimos usuarios del programa social en el 2022 y estamos muy contentos de su inclusión. Su historia de vida no hace más que invitarnos a la reflexión y nos deja una enseñanza que jamás olvidaremos.
(FIN) NDP/LZD