Si bien América Latina y El Caribe (ALC) logró estabilizar sus principales indicadores tras la pandemia, con una tasa de desocupación del 6.1% y una ocupación del 58.9%, enfrenta retos estructurales significativos.
Así, la región atraviesa un momento crucial en su desarrollo laboral. A cinco años del impacto devastador del covid-19, la región muestra signos de estabilización en sus indicadores laborales, pero esta aparente recuperación esconde profundas contradicciones y desafíos persistentes que merecen una reflexión crítica, señala artículo publicado en el Suplemento Económika del Diario El Peruano.
De acuerdo con el informe Panorama Laboral 2024 de América Latina y el Caribe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), los números, a primera vista, parecen alentadores: una tasa de desocupación del 6.1%, una ocupación del 58.9% y una participación laboral del 62.7%.
Sin embargo, estas cifras marcaran una realidad más compleja y preocupante. La región lleva más de una década sin avances significativos en términos laborales, con tasas de participación y ocupación que no han superado sustancialmente los niveles del 2012. Este estancamiento prolongado sugiere problemas estructurales que van más allá de la coyuntura pandémica.
Actividad económica
El crecimiento económico moderado de la región, estimado en apenas un 2.2% para el 2024, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) está muy por debajo del promedio mundial del 3.2%.
Más preocupante aún es que entre el 2015 y el 2024, la región creció a una tasa promedio anual de solo 1%, lo que significa un estancamiento del producto bruto interno (PBI) per cápita. Esta realidad económica subyacente limita severamente la capacidad de generación de empleo de calidad.
Las disparidades territoriales agravan el panorama. Mientras las zonas urbanas muestran cierto dinamismo, las áreas rurales continúan rezagadas, con una tasa de participación 3.2 puntos porcentuales inferior a la urbana. Esta brecha territorial no solo refleja desigualdades históricas, sino que también sugiere un desarrollo desequilibrado que podría exacerbar las tensiones sociales existentes.
Pero quizás el aspecto más preocupante es la persistencia de la informalidad laboral, que alcanza un 47.6% en el 2024. Aunque representa una ligera mejora respecto a años anteriores, el hecho de que en varios países entre el 48% y el 70% del aumento neto de trabajo provenga del sector informal es profundamente inquietante.
Esta “recuperación informal” plantea serias dudas sobre la calidad del empleo y la protección social de los trabajadores, según la OIT.
El panorama es particularmente sombrío para la juventud. Una tasa de desocupación juvenil del 13.8%, casi triple que la de los adultos, revela un problema generacional que amenaza con hipotecar el futuro de la región.
La falta de oportunidades laborales estables y bien remuneradas para los jóvenes no solo representa un desperdicio de talento y potencial, sino que también alimenta la desigualdad y la exclusión social.
La evolución de los salarios reales tampoco ofrece motivos para el optimismo.
En más de la mitad de los países analizados por la OIT, los salarios horarios reales en el 2024 fueron inferiores o similares a los registrados antes de la pandemia. Solo México destaca por su política de incremento del salario mínimo, demostrando que es posible implementar medidas efectivas para mejorar el poder adquisitivo de los trabajadores.
Perspectivas
De cara al 2025, las proyecciones sugieren una continuidad de esta recuperación a dos velocidades: formal e informal, urbana y rural, masculina y femenina, adulta y juvenil.
Este escenario demanda una respuesta política decidida y coherente. Es imperativo implementar políticas que no solo fomenten la creación de empleo, sino que también aseguren su calidad y formalidad.
La región necesita urgentemente una estrategia integral que combine el crecimiento económico sostenible con políticas laborales inclusivas. Esto implica invertir en educación y formación profesional, especialmente en habilidades digitales, implementar políticas activas de empleo focalizadas en grupos vulnerables, fortalecer los sistemas de protección social y promover la formalización laboral mediante incentivos adecuados.
El momento actual exige un nuevo contrato social que coloque el trabajo decente en el centro de las estrategias de desarrollo. Solo así podremos transformar esta recuperación incompleta en un verdadero proceso de transformación social y económica que beneficie a todos los latinoamericanos por igual.
Brecha digital
La transformación digital y la automatización presentan tanto oportunidades como amenazas para el mercado laboral latinoamericano.
La región se encuentra en una encrucijada donde la adaptación a estas nuevas realidades tecnológicas podría determinar su competitividad futura. Sin embargo, la brecha digital amenaza con profundizar las desigualdades ya presentes.
La falta de infraestructura tecnológica en zonas rurales y la limitada alfabetización digital en sectores vulnerables podrían crear una nueva forma de exclusión laboral.
El teletrabajo, que surgió como respuesta a la pandemia, se consolidó como una modalidad permanente en ciertos sectores, principalmente urbanos y de servicios. Esta nueva realidad laboral ha evidenciado las profundas desigualdades en el acceso a oportunidades de trabajo flexible y remoto. Mientras algunos trabajadores han podido adaptarse a esta modalidad, mejorando su balance vida-trabajo, otros sectores, especialmente aquellos en la economía informal, no tienen esta opción.
La transición hacia una economía verde representa otro desafío crucial. La región tiene el potencial de crear nuevos empleos en sectores sostenibles, pero esto requiere una reconversión laboral significativa. La falta de programas de capacitación específicos y de políticas de transición justa podría resultar en un desajuste entre las habilidades demandadas y las disponibles en el mercado laboral.
Agenda
- El emprendimiento y la economía digital emergen como alternativas ante la falta de empleo formal, pero también plantean interrogantes sobre la protección social y los derechos laborales.
- El incremento de plataformas digitales creó nuevas formas de trabajo que escapan a las categorías tradicionales, demandando marcos regulatorios actualizados.
- El futuro del trabajo en América Latina y el Caribe requiere un nuevo paradigma que combine la flexibilidad necesaria para adaptarse a los cambios tecnológicos.
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(FIN) DOP/SDD