El consumo de drogas no es sinónimo de adicción, pero sin duda es la puerta de entrada a una experiencia de riesgo que, dependiendo de otros factores, puede terminar en un enganche nocivo a ciertas sustancias, lo cual ya es reconocido como una enfermedad, con daños multiorgánicos, más allá de los conductuales.
La adicción es una enfermedad que se vuelve crónica y que en muchos casos puede ser fatal, debido al deterioro progresivo de muchos órganos, agregó el experto.
Explicó que la tasa de fallecimientos por cocaína es alta; sin embargo, en nuestro medio hay un subregistro importante. "Mucha gente fallece por insuficiencias cardiacas o paro respiratorio generado por el consumo de cocaína, pero que no se indica como causante de la muerte”.
El psicólogo lamentó que en el país no existan estudios con data actualizada de las causas de fallecimiento de quienes consumen drogas, ni tampoco del porcentaje de consumidores que terminan haciendo una adicción, es decir la enfermedad.
“En el país no existen estudios finos al respecto, pero de acuerdo con investigaciones del Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas de Estados Unidos (NAIDA) se estima que, de cada 100 personas que se exponen al consumo de la cocaína, alrededor de 20 a 25 personas se quedan enganchadas de por vida a esa sustancia”.
Explicó que son diversos los factores que aumentan la probabilidad de desarrollar esta enfermedad: la oferta y la demanda de la sustancia, el contexto en el que se da el consumo, un inicio a edades tempranas, además de las características personales de cada consumidor.
¿Quiénes son más proclives?
Aproximadamente el 70% de los que desarrollan adicción severísima tienen condiciones previas. "Eso está ampliamente documentado. Entre esas condiciones figuran la depresión, la ansiedad, el estrés crónico. En alcoholismo, sobre todo, hay condiciones previas de personalidad que hacen más proclives a determinadas personas a engancharse con esta droga”, comentó el especialista de Cedro.
Dijo que algunas personas poseen una fisiología vulnerable al consumo de drogas, una “proclividad biológica”, que posiblemente desconocen que existe, pero que ante el estímulo necesario -en este caso el consumo frecuente de una sustancia- detona más pronto y con mayor intensidad.
“Gracias a estudios realizados en Estados Unidos, hoy se sabe que si yo provengo de familias donde hubo bastante alcoholismo, el riesgo de desarrollar adicción es altísimo. Si mi padre fue alcohólico, la probabilidad de que puede engancharme al alcohol es tremendamente alta, sobre todo si empiezo a tomar temprano. Con eso no estoy diciendo que el alcoholismo es hereditario; lo que se hereda es la vulnerabilidad para engancharse en el alcoholismo”.
Si mi padre fue alcohólico, la probabilidad de que puede engancharme al alcohol es alta
El experto también señaló que desde hace algunos años se descubrió una peligrosa relación entre quienes padecen trastorno de déficit de atención y el consumo de drogas. “El Trastorno de Déficit de Atención o TDH es un predictor para el enganche en juego patológico, el abuso de marihuana y de alcohol. Si tenemos un hijo con TDH hay que trabajar mucho en prevención para reducir los riesgos. Son condiciones preexistentes, que pueden ser gatilladores de dependencia”.
Aclaró que nadie se hace adicto de la noche a la mañana porque se requiere un consumo frecuente para que la enfermedad se haga evidente. La velocidad de la adicción dependerá mucho de la sustancia.
“Si hablamos de drogas como la pasta básica, no será necesario que pase un año para volverse adicto. Hay estudios que indican que en cuestión de semanas puede desarrollarse una dependencia severa. Si hablamos de alcohol -la sustancia que genera mayor cantidad de problema de violencia- el desarrollo de la adicción es progresivo, pero en el plano emocional habrá cambios significativos: se volverán irritables, con baja motivación, desinterés por el trabajo, por los estudios, será gradual, pero cada vez mayor”.
Celosos y paranoicos
Respecto a la cocaína, advirtió, es una droga altamente adictiva por su potencia para estimular el sistema nervioso central, que termina modificando la química del cerebro.
Al ser un estimulante acelera las funciones del cerebro y las modifica, pone a la persona en una situación de alerta extrema, con los ojos muy abiertos. Muchos emplean la cocaína de forma continua para reducir los efectos de la ebriedad, olvidando que pueden sufrir arritmias cardiacas y hasta producir un paro respiratorio.
“Quienes están habituados a la cocaína tienen problemas de insomnio, facultades cognitivas deterioradas, mala memoria, atención decaída, mal carácter, presentan irritabilidad y se vuelven celotípicos. Hay mucha violencia asociada a la cocaína porque se tornan paranoicos. Se quejan de dolor en el pecho, algunos presentan una compulsión por aspirar de manera incontenida. Personalmente, he tenido casos de personas que les han tenido que reconstruir la nariz debido al excesivo consumo de droga”, recordó Rojas.
En relación a la marihuana, manifestó que muchos la ven como menos peligrosa, amparados en la idea del uso recreativo y eventual, el cual podría complicarse si existen personalidades patológicas o cierta vulnerabilidad a la adicción.
La marihuana que se fumaba hace 40 años atrás no es la misma que se está fumando hoy
“Lo primero que hay que decir es que la marihuana que se fumaba hace 40 años atrás no es la misma que se está fumando hoy. Ahora hay marihuanas con color y sabor. Ha sufrido cambios en cuanto a su toxicidad, potencia y eso no es un asunto menor”, comentó, para agregar que su uso medicinal está extendido en otros países bajo regulación estricta que supervisa su modo de producción y uso.
Aclaró que diversos estudios y exámenes de alta resolución al cerebro han alertado sobre la capacidad que tiene la marihuana de modificar también diversas áreas del cerebro y desarrollar una adicción en algunas personas con factores de riesgo. Quienes dependen de la marihuana desarrollan apatía, desgano, irritabilidad, abandonan la escuela, pierden interés en muchas cosas.
¿Qué hacer y no hacer?
Milton Rojas comentó que no son pocas las familias que tienen un consumidor de drogas en casa, pero no lo notan y cuando finalmente lo hacen, no saben qué hacer.
“Si bien no hay fórmulas ni recetas mágicas, la experiencia nos da la pauta. Si una persona joven está consumiendo marihuana o intoxicándose con éxtasis u otras sustancias, lo primero es motivarlo a dejar el consumo y buscar apoyo. Desgraciadamente, la gente joven difícilmente quiere recibirlo, pero hay que insistir”.
En ningún caso, recomendó, hay que dejar las cosas como están y asumir que él o ella se darán cuenta por sí solos.
“Si nos encontramos con un consumidor habitual y una resistencia férrea a recibir atención es importante que la familia salga a buscar ayuda porque la necesitarán muchísimo. Cuando se adquiere un comportamiento adictivo, es difícil dejarlo. Allí, la familia, el papá, la mamá, los hermanos deben someterse a procesos de consejería o de psicoterapia familiar, eso es gravitante para la recuperación de la persona”.
Se estima que en el Perú existen alrededor de un millón y medio de peruanos con dependencia al alcohol, unos 130,000 peruanos con adicción a drogas cocaínicas y alrededor de 200,000 con problemas de consumo frecuente de marihuana y alto riesgo de generar adicción.
Nota originalmente publicada el 7 de diciembre del 2020
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(FIN) KGR/RRC