En la ciudad de Puno, la población y sus seres queridos que han partido se congregaron temprano en los cementerios, como Laykakota, Yanamayo y Ventilla, el 1 de noviembre. Esta reunión es un tributo a la rica costumbre andina de recibir a las almas de los difuntos antes del mediodía.
Los altares, cuidadosamente montados en los nichos de los
difuntos, se adornaron con una diversidad de elementos, desde figuras de pan hasta las comidas favoritas de los seres queridos fallecidos, acompañados de dulces. Este emotivo ritual de espera se entremezcló con rezos y oraciones, tejiendo una atmósfera de devoción y recuerdo.
Es relevante mencionar que, en las entradas de estos
camposantos, se aplicaron ciertas restricciones, supervisadas por el personal de la Sociedad Beneficencia de Puno. Estas medidas incluyeron la prohibición de ingresar alimentos, bebidas alcohólicas, mascotas y objetos de valor, conforme a las directrices previamente establecidas.
Un grupo de jóvenes artistas llamó la atención al crear un altar de gran magnitud con materiales reciclables en la entrada del cementerio de Yanamayo, situado en el centro poblado de Alto Puno. Esta expresión artística fue admirada y visitada por numerosas personas, enriqueciendo la experiencia de quienes se acercaron.
Mañana, jueves 2 de noviembre, los habitantes de Puno continuarán honrando a sus seres queridos al visitar los cementerios, como Laykakota, Yanamayo y Ventilla. Allí, recordarán a sus seres queridos a través de oraciones y cánticos, a menudo en latín, al tiempo que colocarán flores y coronas como símbolos de afecto y remembranza.
En otras provincias, tanto en el norte como en el sur de la región de Puno, se celebró el Día de Todos los Santos con sus particulares costumbres de la cosmovisión andina. Durante estos días, las almas se comparten de manera espiritual.
Según Salvador Mamani Chaiña, representante del Instituto Jilata, "la muerte es un tránsito hacia el más allá. El cuerpo descansa, pero el alma permanece presente, y en estas fechas se cree que regresa para visitar a los vivos y a sus familiares".
Además, señala que, por lo general, tres años después del fallecimiento, el alma del difunto se acompaña. Tras este período, el alma se convierte en un Apu (deidad andina) o una especie de guía tutelar al reposar en apachetas.