Felipe VI alcanza este miércoles su primera década en el trono de España, una etapa que abrió con el afán de “una monarquía renovada para un tiempo nuevo” y que estuvo marcada por la inestabilidad política y la polarización, el desafío independentista en Cataluña, las medidas de ejemplaridad para revitalizar la Corona y el impacto de la marcha del país de su padre, Juan Carlos I.
Desde que el 19 de junio de 2014 fuera proclamado nuevo jefe de Estado tras la abdicación de su padre, el rey ha tenido que afrontar un camino sinuoso, en un contexto plagado de situaciones inéditas, como la pandemia, y con duras decisiones de índole familiar con las que ha pretendido marcar su línea de ejemplaridad.
Fueron en sus primeros meses en los que trazó el camino de la regeneración, con un paquete de medidas para dar más transparencia a una institución erosionada por el comportamiento de don Juan Carlos en el tramo final de su reinado y por el caso corrupción que le llevó a retirar el Ducado de Palma a su hermana, la infanta Cristina, al cumplirse el primer aniversario en el trono.
A ello se uniría en 2020 la renuncia a la herencia de su padre, la retirada de su asignación del Estado y la aceptación de su marcha a Abu Dabi como respuesta a las noticias sobre sus irregularidades fiscales.
“Los principios éticos y morales están por encima de las consideraciones familiares”, sentenció en su mensaje de Navidad de ese año para marcar distancias con su antecesor en el trono.
Incertidumbre política
En lo político, don Felipe, de 56 años, tuvo que hacer frente a un escenario de turbulencias casi constante desde el primer momento.
Fue testigo de cinco elecciones generales y de diez tandas de reuniones para proponer un candidato, las mismas que convocó Juan Carlos I en casi 39 años.
El independentismo catalán
Y como añadido, el ‘procés’ independentista de Cataluña (nordeste de España), frente al que reaccionó con el discurso de más calado de su reinado, en el que condenó “la deslealtad inadmisible” de la Generalitat catalana tras celebrar un referéndum ilegal.
“Fue un discurso para todos los españoles. No podía ser equidistante entre la ley y el incumplimiento. Y no podía ser neutral porque había polarización y ante ella había que tomar partido”, justifican en el Palacio de la Zarzuela la firmeza de la alocución.
Su postura le costó ser reprobado por el Parlamento catalán, declarado persona non grata por el Ayuntamiento de Girona y el que la Generalitat dejara de asistir a los actos organizados por la Corona en Cataluña, además de negarle el saludo en los besamanos de actos oficiales.
Ante la tensión política y la erosión de las instituciones, entre ellas, el poder judicial por el bloqueo en la renovación de su órgano de gobierno (CGPJ) desde hace cinco años, el monarca destacó en varias ocasiones el riesgo que supone para la unión y la convivencia si no se fraguan consensos.
Para el presidente de la Red para el Estudio de Monarquías Contemporáneas (Remco), el socialista Juan José Laborda, la Corona es la única institución que “se ha adaptado a los nuevos tiempos y que está a salvo de la intoxicación populista”.
En su década en el trono, Felipe VI constó con el respaldo primero del Gobierno conservador y después del socialista, a pesar de que socios del PSOE, como Podemos o los partidos independentistas, reivindicaron avanzar hacia la república.
Su patrimonio
Para reforzar la transparencia, Felipe VI se convirtió en el primer rey en revelar sus bienes, cifrados en 2,5 millones de euros, en abril de 2022, mes y medio después del archivo de la investigación de la Fiscalía sobre las irregularidades fiscales de don Juan Carlos.
Según el sociólogo y académico Emilio Lamo de Espinosa, el ejercicio de la Corona por parte del monarca ha venido “muy marcado por el aprendizaje que ha tenido de los malos funcionamientos de su padre” por su falta opacidad y falta de integridad.