María Secundina Díaz Abanto, usuaria de Pensión 65, fue emprendedora desde que era niña, en el distrito de Huasmín, provincia de Celendín, Cajamarca. A los 8 años aprendió a tejer a callhua, un instrumento a base de listones de madera que sujetan múltiples hilos de colores, una técnica practicada desde tiempos antiguos. A los 10 años aprendió a bordar y a los 22 ya tejía sombreros.
Y así empezó a labrarse su futuro. “En la escuela me gustaba mucho participar cantando, recitando, así crecí en mi comunidad… Luego me comprometí con un hombre que no fue responsable, me dejó con 4 hijos. Pero yo trabajaba lavando ropa, pelando maíz, pelando trigo; trabajé en un restaurante cocinando, pelando pollos… Con estos trabajos y con lo que me daba la artesanía, he construido mi casa. Fue difícil sacar adelante sola a mis hijos, pero también fue un alivio porque mi esposo era muy celoso”, manifiesta María.
María Secundina dice que lo más bonito de la vida fue estar sola con sus hijos. Se sentía libre. Es así que llegó a integrar las rondas campesinas. Confiesa sentir una inmensa satisfacción por haberse desempeñado en la vida como rondera y artesana. “He sido rondera durante 10 años, lo que me permitió conocer diferentes distritos, caseríos… Llegaba a impartir justicia, a combatir el abigeato –delito que consiste en el robo de ganado o animales domésticos–, siempre teniendo presente los valores que me inculcó mi madre, ser una persona de bien”.
La artesanía contribuyó de manera importante a la economía familiar de María Secundina y lo hace hasta hoy. “Yo sé tejer a callhua, hago sombreros de paja toquilla… Esas son actividades que me han permitido vivir, aunque no siempre cobraba dinero, a veces me pagaban con alimentos...”. Los morrales que teje y borda María Secundina son de gran calidad y visualmente atractivos.
Saberes productivos
La dama cajamarquina afirma que participar en la intervención Saberes productivos del programa Pensión 65 es lo más hermoso que le sucede a estas alturas de su vida, porque le permite reunirse con amistades. “En esas reuniones canto, bailo, llevo a mi madre que tiene 95 años para que pueda participar también… Una vez me eligieron Reina del Saber”.
Todas las hijas de María aprendieron su oficio de artesana. “Mis hijas también se dedican a tejer sombreros, frazadas, a hacer bordado… Lo más complicado en los tejidos es la elaboración de figuras, de letras. Lo bueno es que siempre puedes conseguir un dinerito”.
Ser honrados, respetuosos y trabajadores. Para María eso es lo principal que hay que enseñarles a los hijos. Y eso fue lo que le inculcaron a ella. “Mis padres se dedicaron a la ganadería, a la agricultura. De niña sembraba con ellos, maíz, papa, arvejas, lentejas, hacíamos moliendas para sacar la chancaca… Pero a mí siempre me gustó la artesanía; y más adelante, impartir justicia”, resalta María Secundina.
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