Por Víctor VélizUna carta de despedida a los familiares, una gaseosa consumida en cuatro largas horas de espera, una cena inesperada a modo de celebración. A 27 años de la captura de Abimael Guzmán, la fecha guarda aún detalles poco conocidos de la operación a cargo del Grupo Especial de Inteligencia (GEIN) de la Policía Nacional.
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Ana Cecilia Garzón, la agente policial “Gaviota”, recuerda aquel día como si fuera ayer. Ella, junto al hoy coronel Julio Becerra (agente Ardilla) fue de los primeros en intervenir la casa que escondía la noche del 12 de setiembre de 1992 al cabecilla de Sendero Luminoso,
Abimael Guzmán.
En entrevista con la Agencia Andina, su testimonio refleja que siempre hay cosas por contar, cosas que se dejaron de decir o se perdieron en el tiempo y se conocen hoy.
La primera vigilancia
El seguimiento a la casa de la calle Varsovia 459 (antes Calle 1) del barrio Los Sauces, en el distrito de Surquillo había revelado un movimiento particular. Dos personas habían llegado de visita. Era el momento ideal para intervenir, la bodega ubicada al lado era el sitio propicio para la espera.
“Primero mandaron una pareja de caballeros, pero era zona residencial difícil de marcar y dos hombres esperando eran demasiados sospechosos. Ahí es que envían a Ardilla y Gaviota, que ya éramos pareja, a fin de pasar desapercibidos. Fueron las cuatro horas (de espera) más largas de nuestras vidas”.
La gaseosa de 50 céntimos
¿Cómo disimularon la espera? “Tomamos en la bodega una gaseosa de 50 céntimos y un chizito que nunca me voy a olvidar (…) Sentía miedo, sudábamos, no sabíamos cuánta gente había adentro exactamente, sabíamos que podía estar Abimael Guzmán, había indicios de que estaba ahí. Era una gran responsabilidad”.
Los temas de la espera
¿De qué hablaron Gaviota y Ardilla mientras esperaban intervenir? “Hablábamos de todo un poco, me acuerdo que hablamos del trabajo, estábamos muy concentrados, no podíamos desconcentrarnos. A veces de los nervios hablamos de cosas del momento y también nos dijimos si vamos a morir iba a ser con honor porque el país lo merecía, si teníamos que morir para liberarnos de la lacra del terrorismo lo íbamos a hacer”.
La carta de despedida
“En cada operación del GEIN no sabíamos si íbamos a volver y teníamos siempre una carta de despedida para nuestros padres. Mi mamá sabía que era policía pero no del GEIN (…) En la última operación (la de la casa de Surquillo) le dejé una carta explicándole todo y en lo que estaba trabajando”.
“Le escribí que se sintiera orgullosa de que si daba mi vida era mi por país, que no me llorara, que estábamos para proteger a la ciudadanía. La carta se la dejé a mi hermana para que ella se la diera (en caso de no volver)”.
“Mi madre nunca la vio (la carta) y ya la deseché. Mi mamá era una persona anciana, no quería que viviera en zozobra”.
La captura y “el olvido”
Cuando la visita se retira de la casa (eran el músico Celso Garrido Lecca y la bailarina Patricia Awapara) es el momento de actuar. Gaviota y Ardilla dejan la tienda, sacan sus armas, se identifican como policías y los intervienen: junto a la visita estaban los senderistas Maritza Garrico Lecca y Carlos Incháustegui, quienes vivían en la casa.
En un segundo, Incháustegui intenta arrebatarle el arma a Ardilla. Gaviota dispara al aire para neutralizarlos, lo logra. El disparo era la señal para el resto del GEIN que esperaba cerca, el aviso para entrar a la vivienda. Ardilla ingresa primero y encuentra a Guzmán en el segundo piso, las mujeres que lo acompañaban, entre ellas su pareja Elena Iparraguirre, intentan atacarlo pero los GEIN ya están allí y la captura es inevitable.
Gaviota, en tanto, seguía vigilando a las cuatro personas. “Los ingresé a la sala (primero estaban en la puerta) pero mis compañeros se olvidaron de mí, todos llegaban e iban arriba (al segundo piso) por Abimael Guzmán. Yo mientras tanto seguía apuntando a los cuatro detenidos. Fue el coronel Benedicto Jiménez el que ordenó ´releven a la chica´. Allí recién me relevaron”.
Celebración con lomo saltado
Tras la captura de Guzmán se procedió con la revisión de la documentación encontrada en la casa, pero la larga espera, no solo de ese día sino de las semanas y los meses que demandó la operación, hacía estragos en los agentes a esa hora de la noche. Tenían hambre y había que comer.
“Era la primera vez en nuestras vidas que cocinábamos, con la agente Morocha no sabíamos cocinar pues no nos dedicábamos a la casa. Había buenos lomos, bifes y vinos, había apagón ese día de la captura. Comenzamos a hacer y salió un lomo saltado no sé cómo".
"Comimos todo lo que podíamos comer, habíamos tenido días en los que con las justas teníamos un desayuno, a veces ni eso, hasta en los agachados (vendedores ambulantes) comíamos. Eso nos hizo valorar más nuestro trabajo, nuestra vida”.
Para Garzón, quien ahora trabaja en el programa Terrorismo nunca más, de la Oficina de Participación Ciudadana del Congreso, la captura de Abimael Guzmán marcó el inicio de la pacificación del país y corresponde a los jóvenes de hoy conocer, informarse y no olvidar los daños que generó el terrorismo para que episodios así no se vuelvan a repetir.
Ya en situación de retiro policial, Garzón refiere que siempre quiso pertenecer a la institución y destaca que el episodio de la captura demuestra que cuando los peruanos se lo proponen se pueden realizar grandes trabajos.
"Si me toca hacer lo mismo, lo haría con mucho gusto. Y si tengo que dar la vida, con mucho gusto la doy por mi país", concluye Gaviota, quien seis meses después de la captura de Guzmán se casó con Ardilla, con el que comparte sus días.
(FIN) VVS/CVC
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Publicado: 12/9/2019