Ramón, Oswaldo y Jimmy tienen muchas cosas en común: son extranjeros, están presos en Perú, cometieron el mismo delito y han decidido entregarse al arte para que el encierro lejos de sus seres queridos no sea tan doloroso.
Todos son internos del
penal Ancón 2, al norte de Lima, considerado modelo no solo por el tratamiento penitenciario que imparte el Instituto Nacional Penitenciario (INPE) sino porque la distribución de sus espacios y la seguridad impiden que se encuentren internos de distintos pabellones.
En medio del taller de cocina del pabellón de extranjeros encontramos a Ramón José Diplán (42 años) de República Dominicana. De sonrisa fácil, Ramón cuenta a la agencia Andina que sus compañeros le enseñaron a hacer pizza y que aprendió rápido.
Pero su pasión está en la pintura. Con ella enfrenta la condena por tráfico ilícito de drogas que lo mantendrá en la cárcel hasta el 2024. Tiene tres hijos, uno en Estados Unidos, de su primer compromiso y dos en Lima, de un segundo compromiso.
Ramón ya ha pintado entre 40 y 50 cuadros y dice que todo te puede inspirar. Saca una bolsa con decenas de pinceles y sus pinturas para hacer retoques a uno de ellos, quizá su preferido, porque "tiene los colores de la bandera dominicana, los tonos de piel de las mujeres de su país, la pureza del agua y el Sol" que siempre acompaña ese pequeño país centroamericano. Hacer esa pintura le tomó cuatro meses.
"Pienso mucho en mi familia. Aunque algunos de ellos están lejos, hablo por teléfono porque no quiero perder el contacto, quiero que aunque sea tengan mi presencia espiritual", señala. Sabe que el error cometido tiene su precio y lo está pagando.
"La fuerza la adquiero avanzando"
En el mismo pabellón, Oswaldo Daniel Quintana, preso por tráfico ilícito de drogas, practica lo que tanto le gustaba desde niño: dibujar. Así está dispuestos a vencer la soledad y la rutina en los ocho años que le restan de una sentencia de 12 años de prisión.
"Dibujar me da mucha tranquilidad, me acerca a mi familia", subraya. Tiene cuatro hijos, el mayor de 21 años y la menor de 10 años, todos en Argentina.
Oswaldo comenta que en el penal aprendió a tener paciencia y a reflexionar sobre los errores. Como si tuviera la certeza de ello, nos asegura que nunca hay que hacerle daño a la gente que uno quiere. En quién piensas cuando dices eso, le preguntamos. "En mis padres, hermanos, mis hijos, en mi exmujer porque ya no me quiere".
A pesar de ello, dice, trato de transmitirles fortaleza cada vez que hablo con mis hijos por teléfono. "Tengo mucho dolor porque no hay contacto físico, pero cuando salga tengo que recuperar los años..."
Uno de sus dibujos en lápiz muestra las manos cruzadas de un adulto. "Lo llamé sabiduría y paciencia", anota. Como para darse fuerza a sí mismo, se tatuó la frase en latin "La fuerza la adquiero avanzando". Oswaldo reconoce que por algo ocurren las cosas y en la celda está descubriendo por qué.
Anhelada libertad
Jimy Montiel, ecuatoriano y preso también por tráfico ilícito de drogas, nos muestra con orgullo un trailer que confecciono únicamente con papel periódico, cola para pegar y objetos reciclados. "Lo hice en dos semanas en el taller de manualidades del penal".
Próximo a salir en el mes de agosto, no oculta su emoción por su pronta libertad, pero a la vez expresa sus miedos: quiero recuperar la confianza de mis hijos, de mi esposa y mi madre. "Por un error mío estoy aquí, si le hubiera consultado a mi esposa, yo no estaría aquí", dice con seguridad.
Su trabajo de camionero es otra de las cosas que anhela recuperar. "Toda mi vida he sido chofer de trailer, por eso este trailer me salió de adentro".
Jimmy agradece el apoyo que le brindaron el psicólogo y la asistenta social en los seis años que ha permanecido encerrado y lejos de su familia, todos los cuales viven en España.
Ramón, Oswaldo y Jimmy son solo tres de los 470 internos extranjeros que hay en Ancón 2. Tal como lo explica el psicólogo y abogado Marco Antonio Cusi Mayta, director del penal, el arte les está ayudando a aflorar su interior y los mantiene vivos en medio del encierro.
(FIN) RRC/RRC