Al igual que los 6 millones de escolares de colegios públicos que volvieron a las aulas el lunes 12 de marzo, cerca de 100,000 estudiantes con alguna discapacidad iniciaron también sus clases en las modalidades de Educación Básica Especial, Básica Regular, Básica Alternativa y Técnico Productiva.
De ellos, 16,000 niños y jóvenes entre 3 y 20 años de edad estudian en los 372 centros de Educación Básica Especial públicos, más conocidos como CEBE, que funcionan en el país junto a otros 58 de carácter privado que albergan a 2,000 alumnos.
Las clases comenzaron asimismo para
3,371 niños con discapacidad de 0 a 3 años que participan en los 93 Programas de Intervención Temprana (
PRITE) y para 15,000
estudiantes con discapacidad incluidos en colegios regulares y que son atendidos por los equipos del Servicio de Apoyo y Asesoramiento a las Necesidades Educativas Especiales
(SAANEE).
En todas esas modalidades, profesores especializados y con años de experiencia en la docencia dedican muchas horas al día para que los niños y jóvenes a su cargo adquieran destrezas que desarrollen su autovalimiento, socialización y comunicación y les permitan una mejor relación con su entorno y la sociedad.
Un CEBE modelo
“¿Cómo hace el sapo cuando se despierta?”, pregunta la profesora Nancy Silvera a un grupo de niños con parálisis cerebral. “¡Salta, salta!, responden ellos en entusiasmado coro mientras dan pequeños saltos y agitan los brazos imitando a su maestra.
Así como ellos, un total de 360 niños y jóvenes de 3 meses hasta 21 años estudian en el
CEBE Manuel Duito, ubicado en el distrito limeño de
Los Olivos y que funciona desde hace 42 años gracias a un convenio entre el
Ministerio de Educación (Minedu) y la
Asociación Promotora Fe y Esperanza.
El CEBE, que lleva el nombre de un sacerdote español que en los años 60 y 70 trabajó en Lima por las personas con discapacidad y que era conocido como “El padre Quitapenas”, tiene una infraestructura moderna con amplios patios, 32 aulas equipadas, rampas para desplazarse en sillas de ruedas y un área de juegos.
En uno de los salones, un grupo de niños con síndrome de Opitz, un conjunto de anomalías congénitas, aprenden a saludar como parte de su relacionamiento con otras personas antes de iniciar el trabajo físico con colchonetas.
“Muchos de ellos han aprendido a controlar los esfínteres y ya no usan pañales”, cuenta la profesora Emilva Quispe Bocanegra, con 5 años en esa especialidad y estudios en la Universidad Femenina y el Instituto María Madre y un diplomado de la Universidad de San Marcos.
En un aula multigrado, niños sordos de 10 a 14 años aprenden a leer y escribir números, a hacer las operaciones fundamentales y a resolver problemas matemáticos sencillos.
Luego, parada al lado de un papelógrafo, la profesora Isabel Gómez les señala una frase y los alumnos repiten en voz alta: “Hoy es el primer día en el colegio”.
“Aquí hacemos alfabetización en dos niveles: en lenguaje de señas y en lectoescritura en español”, dice la profesora después de que la pequeña Yadira ha practicado, con lenguaje de señas, los términos “hoy” y “marzo”.
En el CEBE Manuel Duito trabajan 70 profesionales entre docentes, auxiliares y administrativos, de las cuales 31 son profesores y 3 son psicólogos. El Ministerio de Educación se encarga de las remuneraciones de todo el personal.
Carmen Escudero Cortez, subdirectora del CEBE, explica que los estudiantes están distribuidos en dos turnos y en 5 grupos de trabajo de acuerdo a su discapacidad: autismo, discapacidad intelectual (síndrome de Down y otros problemas), discapacidad motriz, sordera y talleres.
Ella refiere que los talleres están dirigidos a jóvenes de 16 a 19 años, que aprenden allí manualidades y son capacitados en cocina básica (como la preparación de sánguches y jugos) y servicios generales (limpieza de jardines y ventanas, entre otras tareas).
Mientras el sol del verano va inundando de calidez los ambientes del colegio, en los patios algunos niños juegan guiados por profesores que nunca dejan de sonreír y observados con esperanza por los familiares que diariamente los acompañan hasta el CEBE.
“Los profesores a veces tenemos problemas en casa, pero no los traemos acá. En el colegio nos entregamos plenamente a nuestra labor, pues trabajamos por vocación y para servir”, concluye la profesora Escudero mirando satisfecha el CEBE a donde llegó hace 22 años para dedicar todos sus esfuerzos a las personas con discapacidad.
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(FIN) NDP/LIT
JRA
Publicado: 14/3/2018