A pesar de las recomendaciones de las autoridades, cientos de feligreses se acercaron hasta las inmediaciones de la iglesia de Las Nazarenas. La fe, como si siguiera las leyes de la materia, solo se ha transformado. Sigue vigente, pero conjugada en los nuevos tiempos.
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Meses de distanciamiento social por una pandemia que nos sacude como el terremoto que hace 365 años asustó Lima. Por ese entonces, un grupo de cófrades fundaba la devoción en el Señor de los Milagros, aquella humilde imagen religiosa, pintada por un esclavo angoleño, la cual había soportado estoicamente los abruptos movimientos, mientras todo se convertía en polvo a su alrededor.
A las 11:30 horas de ayer, desde el mismo barrio de Pachacamilla donde había brotado la devoción peruana más difundida en el orbe, el arzobispo de Lima, monseñor Carlos Castillo Mattasoglio, se retiraba la mascarilla unos minutos para dirigirse desde el púlpito a los feligreses del siglo XXI con un mensaje para vivir la fe en el Cristo Morado acorde con estos tiempos de la nueva peste que azota al mundo.
Fue una homilía distinta: las bancas de Las Nazarenas, por primera vez, estaban vacías. Fueron reemplazadas por cámaras de televisión. Todos los devotos seguían sus palabras remotamente, por televisión o redes sociales, y la imagen sagrada no recorrería en anda su barrio, como lo hacía cada primer sábado de octubre, como fue su costumbre por más de tres siglos.
“Hoy día es fundamental hablar al Señor cuando salimos. Sería grave para el Perú un recrudecimiento. Hoy día tenemos que rezar desde nuestros rinconcitos; desde nuestro caminar en la calle; desde que estamos en el microbús o comprando; o estamos vendiendo el emoliente por las calles. Todos, hermanos y hermanas, ponernos junto al Señor y dejarnos acompañarlo, acompañando al hermano. Que la imagen del Cristo crucificado, el Señor de los Milagros, suscite la capacidad de contemplarlo en todos los crucificados del día de hoy. Dios bendiga a nuestro pueblo en este mes”, dijo desde el altar mayor de Las Nazarenas durante la misa de inicio oficial de las celebraciones en honor al Señor de los Milagros.
El mensaje fue claro: evitar las aglomeraciones, que el Cristo de Pachacamilla igual bendecirá a sus devotos.
De pie o rodillas
El hombre abraza en la imagen del Cristo Morado toda su fe. Y, bajo su mascarilla, reza las penitencias que trae anualmente.
Como él, otros han llegado al Centro de Lima. Hicieron una cola que empezaba en la avenida Emancipación tratando de cumplir con la distancia social.
La iglesia de Las Nazarenas permanecía cerrada al público y solo se permitía ingresar en grupos pequeños, de 5 o 10 personas, en “puntos” marcados, manteniendo una distancia de más de dos metros entre ellos. Oraban de pie o arrodillados, mirando hacia la iglesia, donde mora el famoso Cristo de octubre. Con los brazos extendidos o aferrados a sus réplicas caseras.
Eran unos pocos, solo cientos, nada comparados con los miles que anualmente, en similares fechas, como un interminable manto morado, acompañaba a la imagen católica en su primer recorrido.
Mes morado
En la cola que llegaba desde Emancipación y avanzaba por la vereda de la avenida Tacna, la mayoría seguía por sus teléfonos celulares y con audífonos la misa que en el mismo momento se celebraba en el interior del templo.
Temprano, el papa Francisco había enviado desde Ciudad del Vaticano sus saludos a los peruanos por “el mes morado”, encomendando a los fieles a la “misericordia del Señor de los Milagros y al cuidado maternal de la Virgen de los Dolores”.
A diferencia de los trajes con el característico color limeño de cada octubre, esta vez los pocos que se acercaron preferían cargar lo púrpura de su fe adentro. Eran los menos con hábitos morados, algunos lucían la fe en las mascarillas. Un grupo se bastaba con el barbijo, otro le adicionaba protectores faciales, y algunos vestían impermeables anticovid-19 a cuerpo entero.
Los pocos policías que salvaguardaban el orden les recordaban a los feligreses una nueva oración: “Mantengan la distancia”.
El tráfico vehicular avanzaba por Tacna en forma normal y los vendedores de turrones, cirios e imágenes religiosas trataban de cumplir a cabalidad los protocolos, manteniendo la distancia social con los potenciales compradores, echando espray de alcohol al dinero y a los productos que expedían. Como la señora Susana, una mujer en sus sesenta, que desde su mostrador pontificaba a sus clientes a mantener el metro de distancia.
“He sentido nostalgia”
Mediante un mensaje enviado por redes sociales, hace dos semanas, José Vicente Soto Parra, mayordomo general de la Hermandad del Señor de los Milagros de Nazarenas, había recordado que el aniversario número 369 de dicha fraternidad, por el “momento crítico de salud” que vive el país, tendría solo celebraciones espirituales.
La gran mayoría de los devotos prefirió cumplir con las sugerencias de las autoridades y no pisarán las calles del Centro de Lima durante el mes morado. Vivirán la fe vía smartphone.
Como la educadora Mary Cáceres, quien desde hace más de tres décadas jamás había faltado un octubre ni el primer sábado del mes ni el día del guardado de las andas, tal como le enseñó su abuelita. Pero sabe que el Cristo Morado comprende la ausencia de ella y de miles de feligreses.
Siguió ayer la misa virtual y solo parte del primer recorrido procesional virtual del Señor de los Milagros que se transmitió ‘en vivo’, y en dos partes, por el canal HN, pero dice que no es lo mismo.
“He sentido nostalgia porque cuando estoy frente al Señor siento una paz y emoción inmensas. No es lo mismo virtualmente”, explica. El próximo año, espera retomar su promesa de por vida y volverá a acompañar por las calles las andas del Cristo de Pachacamilla. Todo, si Dios se lo permite.
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(FIN) DOP
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Publicado: 10/10/2020