Se llama Lugar de la Memoria, la Tolerancia Queda en Miraflores y recuerda los 20 años de violencia que vivió el país (1980-2000). Es un espacio que invita a todos, especialmente a niños y jóvenes, a reflexionar, dialogar y construir un Perú distinto. El LUM también es un compromiso político que se ha logrado construir durante cuatro gobiernos. Y se sigue construyendo.
La memoria otea sobre la Costa Verde como un faro. Le dicen LUM y fue inaugurado oficialmente el 18 de diciembre. Aquí están todos nuestros muertos, nuestros desaparecidos. Sí, los nuestros. Las 69,280 personas fallecidas que dejó entre 1980 y 2000 el reguero de violencia, según el cálculo en 2003 del Informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación Nacional. O los 31,972, que suman según el Consejo Nacional de Reparaciones Registro Único de Víctimas, con nombres y apellidos.
Sin incluir a los subversivos. Y es una cifra en construcción. Aquí están todos. Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru, como detonantes de la violencia. Y las fuerzas del orden –Fuerzas Armadas, Policía– que no tuvieron una estrategia eficaz y tampoco estuvieron exentas de cometer violaciones contra los derechos humanos. Todos.
Pueblos en escena
El LUM tiene 11 espacios a lo largo de tres pisos. No hay puertas cerradas, todo está en movimiento, conectado. La primera sala es Un pueblo, muchos pueblos. A través de los ojos de las comunidades de Uchuraccay, Putis y los asháninkas, recuerda que el fuego cruzado lo vivieron más
de 5,000 comunidades.
Solo los asháninkas perdieron el 22% de su población durante esos años. Los periodistas ponemos en primera plana cada año a los ocho colegas asesinados en Uchuraccay, pero ese pueblo suma 135 muertos y desaparecidos. En Putis, Huanta, 123 murieron en una masacre a cargo del Ejército en 1984. Sus, nuestros, todos los muertos.
Experiencia sensorial
“La muestra reconoce, sin embargo, la imposibilidad de representar todo el dolor de lo ocurrido”, dice Natalia Iguiñiz, curadora de la exposición permanente del LUM. La curaduría y museografía que hoy vemos tomaron dos años de trabajo, combinando “elementos informativos con espacios más sensoriales, para buscar la empatía de los espectadores con las víctimas”.
Una persona, todas las personas se llama la segunda de las salas. Con los audífonos escuchamos al historiador José Carlos Agüero, que da testimonio de parte de cómo fue crecer con el estigma de ser hijo de dos terroristas. A Freddy Ortiz, roquero y policía, que trabajó en la zona de emergencia y sus compañeros costeños llamaban “terruco” porque él hablaba quechua y sacaba cara por los campesinos, la carne de cañón. O el excanciller José Antonio García Belaúnde, cuyo padre, Domingo García, expresidente de la Corte Suprema, sufrió un atentado terrorista y sobrevivió, pero nunca más pudo leer, concentrarse, ser un hombre completo.
La pregunta –una de ellas– es, ¿podemos llamarnos hermanos, podemos construir juntos un país, un destino?
Sociedad en conjunto
La gente no se quedó con los brazos cruzados. El segundo piso es un homenaje a esta respuesta de la sociedad civil, a los comités de autodefensa, los comedores populares, las asociaciones de familiares desaparecidos. “Si fuimos capaces de tanta violencia, también fuimos capaces de organizarnos y reaccionar y pararlas”, dice Iguiñiz.
Sí, hay palabras que parecen raras, contextos que queremos olvidar. ¿Sobre el olvido podemos construir un futuro con asideros? Un pedazo de tierra nos recuerda a La Hoyada, en el cuartel Cabitos, Ayacucho, ese lugar que era sinónimo de muerte ahora es un santuario para la memoria. Recordar para construir.
El LUM habla de la renuncia por fax de Alberto Fujimori como del Plan de Excarcelación de inocentes, que permitió la libertad de 1,300 inocentes y que en 2006 se dio cadena perpetua a Abimael Guzmán y otros terroristas. Los atentados que tocaron a la capital: los atentados en Tarata y Frecuencia Latina, el asesinato de María Elena Moyano.
Están la lista de esos héroes de la democracia, las autoridades de pueblos y provincias, que hicieron frente al terrorismo y fueron asesinados. Están las voces de las mujeres sin voz. Democracia es escucharlas, recordar a las niñas que fueron violadas por miembros de las FF. AA., de la Policía, con delincuentes del MRTA, de SL; las que eran obligadas a convivir con miembros de la cúpula de Sendero; las que tuvieron hijos producto de esas violaciones; las que hasta ahora preguntan a algún dios, ¿por qué me has parido mujer?
Vasos comunicantes
El LUM no es un lunar, hay muchos lugares de la memoria en el país. Y estos forman las muestras itinerantes que se renovarán cada tres meses, aproximadamente. Están formados por familiares de desaparecidos como de soldados y policías mutilados, muertos. Ellos también sufrieron, gente de escasos recursos económicos enrolada a servir a la patria y fueron emboscados, desaparecidos, atacados, muertos en enfrentamientos.
Owan Lay, director del LUM, sugiere a los limeños recorrer el circuito de la memoria en Lima, con tres lugares indispensables “para tener una visión más completa y entender este periodo: primero,
la muestra fotográfica Yuyanapq, en el piso 6 del Museo de la Nación; luego visitar El ojo
que llora, en el Campo de Marte y, finalmente, visitar el LUM”.
Política de Estado
“No hay una sola cara de los impactos de la violencia y tampoco sales con una verdad, sales del Lugar de la Memoria con muchas verdades y muchas preguntas”, recuerda Lay. El LUM ha pasado al Ministerio de Cultura, durante un periodo de transición fue manejado por la cooperación internacional, que fue “fundamental” para lograrla: la cooperación alemana y sueca, la Unión Europea y el Programa de las Naciones Unidades para el Desarrollo.
Lay recuerda que el LUM “es un espacio de memoria posible gracias a una política de Estado de cuatro gobiernos. Es un hecho sin precedentes”. Empezó con Valentín Paniagua y la creación de la Comisión de la Verdad y Reconciliación Nacional (CVR), y continúa con los gobiernos de Alejandro Toledo, Alan García y Ollanta Humala.
Pero el fin no es solo mirar al pasado, reconocernos en esas palabras oxidadas (cochebomba, matanzas, atentados, exhumaciones, huérfanos, viudas) sino el “analizar los hechos con un pensamiento crítico, y ver hacia el futuro, hacia una sociedad mucho más inclusiva, gracias a este espacio que tiene tres ejes: ciudadanía, democracia y participación”.
Y se hará énfasis, a partir del próximo año, en traer a quienes no vivieron este periodo: niños, adolescentes y jóvenes; en coordinar con colegios para trabajar de manera directa en sus currículos el tema. “Estamos conmemorando a nuestras víctimas y es un espacio de reflexión, para mirar hacia el futuro y no volver a cometer los errores cometidos en el pasado”.
En el tercer piso hay una ofrenda: un video que rota y rota y los nombres de los más de 23,000 personas que están en el Registro Único de Víctimas. Muertos y desaparecidos ya ubicados.
Y la cifra seguirá creciendo. Para que no se repita (Por José Vadillo)
(FIN) DOP/MDV
Video: Lugar de la memoria: para no olvidar jamás
Publicado: 29/12/2015