¿De qué color era la Lima por donde transitaban las tapadas? Un grupo de investigadores de Prolima trabajó en la búsqueda de los colores originales tras casonas, templos y otros inmuebles del Centro Histórico de Lima.
La fachada del local de la Beneficencia Pública de Lima, que está en el jirón Carabaya y es de cuarzo –un acabado gris, tipo piedra, con las rejas oscuras con acabados en dorado–, alguna vez fue de un intenso color naranja.
La iglesia de San Francisco, amarilla desde hace 70 años, fue blanca y negra durante mucho más tiempo que ese. La iglesia de San Agustín, hoy melón y blanco, ha tenido varias etapas y, según los registros más antiguos (que datan de 1620), tuvo una pintura que imitaba ladrillos y piedra.
“Y lo puedes ver acá”, dice Luis Martín Bodganovich, gerente de Prolima, mientras coloca su índice sobre la impresión de un lienzo que retrata una procesión la cofradía de Nuestra Señora de la Soledad.
Y es que un equipo multidisciplinario de historiadores, restauradores y arquitectos realizó una investigación que permitió descubrir los colores originales de las casonas, iglesias y otros inmuebles del Centro Histórico de Lima.
Plan maestro
El arduo trabajo, dirigido por el Programa Municipal para la Recuperación del Centro Histórico de Lima (Prolima), ha sido plasmado en una publicación, y será fundamental en la puesta en práctica del Plan Maestro del Centro Histórico de Lima.
Como en el caso de la iglesia San Agustín, la investigación incluyó trabajo de campo, revisión del acervo documental y artístico e incluso fotografías. Algunas incluso, a blanco y negro, han ayudado a entender el papel de la pintura en la Lima antigua.
De barro y quincha
Lima no es una ciudad de piedra o de mármol, como Cusco o Roma; o de ladrillo como ciudad de México, explica Luis Martín. La capital peruana es una ciudad de barro y quincha, materiales que se pueden alterar con mucha facilidad.
“Y es una ciudad donde los colores tenían un valor. Pero como en Lima no había materiales nobles para construir, como la piedra o el ladrillo, los imitaban con acabados y texturas, que podemos identificar en pinturas antiguas e incluso fotos a blanco y negro”, dice.
Mirar la historia
Para esta labor de recuperación, se tomaron muestras de las calas (cortes) en las iglesias y casonas, información que se combinó con otras fuentes y permitió encontrar los colores adecuados, que fueron luego identificados con una codificación internacional. Así nació el libro Los colores del Centro Histórico de Lima, recientemente publicado.
El conocimiento es la clave para la recuperación correcta del Centro Histórico, dice el gerente de Prolima: “En esta cartilla puedes ver los colores de los siglos XVI al IX, del art deco, del art nouveau. Todo. Y por diferentes elementos: colores de muros, de cornisas, de maderas, de carpintería metálica, de portadas. Y ves cómo la ciudad va cambiando, y con ella la cultura, los gustos”.
Recuperación
El Plan Maestro del Centro Histórico de Lima solo puede tener, por norma, un plazo de diez años, y de aprobarse en este calendario durará hasta el 2028.
Prolima lo ha trabajado así pero con miras al 2035, fecha en que se cumplirán 500 años de la fundación de la Ciudad de los Reyes.
“Se trazaron los lineamientos con base en lo que la UNESCO señala para un patrimonio cultural. Se hizo un diagnóstico de la trama de Lima, una actualización del registro inmobiliario del Centro Histórico, algo que no se hacía desde 1996. Se trabajó con un equipo bien formado y el plan ya fue aprobado por el Ministerio de Cultura tras 18 meses de reuniones con diferentes instituciones. Solo falta la aprobación del Consejo Metropolitano (de la Municipalidad Metropolitana de Lima), y ahí se podrá poner en práctica este plan”, señala el funcionario.
Patrimonio de todos
El Centro Histórico de Lima abarca zonas del Cercado de Lima y del Rímac que, en virtud de su “valor universal excepcional”, fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1991.
“Por eso es importante trabajar de una manera planificada, con una visión clara. No es que los centros históricos no se puedan tocar. Por el contrario: hay que hacerlo. Pero hay que hacerlo con conocimiento. Restaurar con conocimiento. Si, por ejemplo, tumbamos casas de quincha y las levantamos en ladrillo, estaríamos yendo en contra de este valor excepcional”, reflexiona Bodganovich.
(Harold Moreno)
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