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Mamá invidente: cuando no puedes ver pero sí sentir el amor de tus hijos

Testimonio en el Día de la Madre

Graciela Gálvez, madre invidente que lucha día a día por sacar adelante a sus hijos. Foto: Andina/Difusión

Graciela Gálvez, madre invidente que lucha día a día por sacar adelante a sus hijos. Foto: Andina/Difusión

10:00 | Lima, may. 14.

Por María Fernández Arribasplata

Graciela Gálvez Tito tiene 29 años, tres hijos y una ceguera congénita. Pero esta discapacidad no es impedimento para cuidar a sus pequeños, hacer las tareas del hogar, llevarlos al colegio y trabajar cantando en los micros. Si ser madre es muy difícil, a Graciela le es mucho más complicado.

Dejó su natal Apurímac muy pequeña y llegó a Ventanilla, Callao, junto a sus hermanos, cuatro de los cuales tienen la misma discapacidad visual. 

Sin dinero pero con muchas ganas de salir adelante, Graciela estudió su primaria y secundaria en el colegio especial Luis Braille de Comas y por las tardes trabajaba cantando en los buses y vendiendo caramelos. Luego fue masajista en varias ferias de Lima, hasta que conoció a Efraín Simón, un hombre de 43 años y que padece la misma discapacidad, con quien decidió formar su propia familia. 

Sus hijos, sus guías

Cuando Graciela tenía 19 años nació Brian, su primer hijo, quien ve perfectamente al igual que sus dos hermanas: la traviesa Melany de 3 años y Lizbhet, una bebé de 5 meses. 

 

Cuando se le pregunta si tuvo miedo de que sus hijos nacieran con ceguera, ella responde firme: “mi esposo siempre me decía que, si nuestros hijos nacen con esta dificultad, lo único que podemos hacer es apoyarlos. Gracias a Dios los tres ven”. Ahora sus pequeños son sus ojos y la guían por donde va. 

Mientras nos abre las puertas de su hogar, un pequeño cuarto alquilado en Comas, le preguntamos ¿te imaginas cómo son tus hijos? y ella los describe con ternura: “mi hijo el mayor es muy parecido a su papá, es gordito y con el cabello un poco trinchudo. Mi hija Melany es bonita, su cabello es suavecito al igual que su carita, pero es muy inquieta. Mi otra hijita es muy llorona y siempre debo adivinar qué es lo que tiene”.

Como toda madre, Graciela también tiene un sexto sentido y siempre se da cuenta de cómo están sus hijos, aunque no los pueda ver. Esa mañana, ella misma notó que su bebé tenía el polo mojado y que Melany se había ido al nido con una sola media. Y si hablamos de las tareas de Brian, quien está en quinto de primaria, a ella no se le escapa ninguna, solo le basta tocar con sus manos las hojas de los cuadernos.

“Mi esposo se confía, en cambio yo siempre me doy cuenta cuando tiene tareas, incluso Brian me pregunta cómo sabes que tengo tareas? ¿tú ves mamá?”, cuenta entre risas. 

 

Un día en su vida

La rutina de Graciela empieza a las 6 de la mañana. Ni bien se levanta debe alistar a sus dos pequeños para la escuela.  ¿Cómo hace? ¿Qué tan difícil es? Ella responde: “no es fácil, con mi esposo compartimos las responsabilidades. A veces él sale en la mañana a trabajar, mientras yo me quedo en la casa cocinando, pero además debo recoger a Melany y cuidar a Lizbeht hasta que él llegue. Los dos cantamos en los buses, también nos vamos a los mercados y puentes”.

El día que la visitamos debió trabajar en la mañana, bajo un intenso Sol, y con ayuda de su bastón se dirigió a la avenida Túpac Amaru, en Comas.

Se sabe de memoria las calles, cuál tiene rejas, qué vereda tiene rampa y cual no. Con suerte, alguien la toma del brazo y le ayuda a cruzar la pista. Ya en el paradero, espera su primer bus para trabajar y nos revela su mayor deseo: “me gustaría que mis hijos terminen de estudiar y sean profesionales. Yo les apoyaré en lo que ellos decidan ser, para que no pasen lo que nosotros pasamos, pues a veces nos ayudan y otras veces nos discriminan”. 

Lamentablemente esa es la realidad de muchos discapacitados en el país. Según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), hay 1 millón 620,000 personas con discapacidad, de los cuales 808 mil son mujeres. 

Luego de cantar varias cumbias, recibir algunas monedas y también algo de indiferencia de los pasajeros, es hora de partir a casa donde le espera Efraín, su esposo, quien se encargó de cocinar y cuidar a la bebé esa mañana. Ni bien llega Graciela supervisa el almuerzo, con cuidado busca la tapa de la olla y se quema al tocar la cuchara que estaba encima. No se queja mucho y de inmediato coge un cuchillo para pinchar las papas y verificar que estén cocidas. “Todavía falta Efra”, le dice a su esposo mientras él carga en brazos a Lizbhet. Así se ayudan, todos los días. 

 

Una casa para vivir

Brian, de 10 años, dice que le comprará una casa a su mamá cuando sea un arquero profesional. Ya llegó del colegio y le ayuda con lo que puede. “No fue fácil, me chocó al principio pero ya me acostumbré. También le hablo a mi hermana, pero ella todavía no entiende”, nos confiesa este pequeño quien luego sella todo el amor que siente por su madre con un tierno beso.

En sus diez años como mamá, y a pesar de sus dificultades Graciela siempre ha tratado de que nada malo les pase a sus hijos y lo ha logrado. Sin embargo, falta mucho más, su mayor anhelo ya no es ver, sino tener una casa y  no pierde la esperanza de tenerla algún día. 

Graciela busca acceder a los bonos que el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables otorga a las personas con discapacidad severa y que asciende a 250 soles bimensuales. Quienes deseen apoyarla solo deben comunicarse al 985 903 161. 

(FIN) MFA/RRC


Video: Madre invidente lo asume todo por sus tres hijos
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Publicado: 14/5/2017