Andina

Orígen del tango

19:33 |

Por: Vicente Battista Lima, mar. 10 (PRENSA LATINA) .- Es una incógnita a partir de su nombre. La palabra "tango" admite abundantes explicaciones, que se contradicen y oscurecen mutuamente.

Por: Vicente Battista

   Lima, mar. 10 (PRENSA LATINA) .- Es una incógnita a partir de su nombre. La palabra "tango" admite abundantes explicaciones, que se contradicen y oscurecen mutuamente.

   Hay quienes afirman que podría derivar de "tang", una voz africana traída por los esclavos al Río de la Plata, que se traduciría como "tocarse". Están los que aseguran que deriva de "tangir", que en español antiguo equivale a tañer, tocar un instrumento.

   El Diccionario de la Real Academia Española en una de sus acepciones se inclina por la posibilidad africana, y lo explica así: "Fiesta y baile de negros o de gente del pueblo de América".

   Por su parte, El Diccionario del Uso del Español, de María Moliner, lo hace llegar de las Islas Canarias: "Palabra posiblemente onomatopéyica, extendida desde la isla de Hierro, de donde procede esa danza, primero por la Argentina, luego por América y después por todo el mundo".

   Algún historiador le da carta de ciudadanía mexicana: "en el siglo XVIII existía en México una danza de pareja suelta o individual denominada tango", y para confirmarlo cita una denuncia a la Inquisición que habla de un son mexicano "nombrado el Torito, deducido del antiquísimo tango".

   Acaso este desconcierto para encontrar su origen, esta mezcla rara de etnias y culturas, sea el testimonio adecuado para probar que el tango es netamente argentino.

   No se sabe bien como nació, pero se sabe dónde: comenzó siendo un ritmo canalla, que tríos improvisados de guitarra, violín y flauta entonaban en los burdeles del suburbio. Ni una sola de aquellas anónimas orquestas habrá imaginado que estaba modulando el sonido del porteño, la
música que representaría a la Argentina en el mundo entero.

   El 20 de diciembre de 1911, la revista El Hogar, de Buenos Aires, se lamentaba de esta manera: "El boston, el doble boston, el triple boston, fueron en otros días los bailes de moda de los salones selectos de París; pero en este año el baile a la moda es el tango argentino, que ha llegado a bailarse tanto como el vals. Como se ve, los salones aristocráticos de la gran capital acogen con entusiasmo un baile que aquí, por su pésima tradición, no es ni siquiera nombrado en los
salones".

   Se hacía difícil aceptarla, era una danza nacida en los prostíbulos. Por aquellos días, Luis III, rey de Baviera, hizo llegar una circular a los jefes de su ejército que indicaba: "El tango es un absurdo, y además indigno de ser bailado por los que ostentan el honroso uniforme militar".

   En Cleveland, Estados Unidos, fue arrestado un profesor de danza, acusado de enseñar los pasos de ese "baile inmoral". Hasta en el Vaticano se alarmaron, la Santa Sede envió instrucciones a los curas párrocos para que atacaran aquella "danza salvaje".

   Finalmente, el papa Pío X exigió que se bailase en su presencia. Hubo que buscar a dos jóvenes del patriciado romano para que ensayaran cortes y quebradas, el vocero de Dios en la Tierra no encontró nada pecaminoso en esa danza y levantó la excomunión que sobre ella pesaba.

   En tanto, en Buenos Aires, aquellos primeros humildes tríos se habían transformado en potentes orquestas. El bandoneón le incorporó ese tono trágico, que ya nunca iba a perder, y los poetas le dieron los versos afligidos que esa música exigía.

   "Un pensamiento triste que se baila", lo definió Enrique Santos Discépolo, porque, como señalara Sábato: "Es a la inversa de lo que sucede en las otras danzas populares, que son extrovertidas y eufóricas, expresión de algazara o alegremente eróticas. Sólo un gringo puede hacer la payasada de aprovechar un tango para conversar o divertirse".

   En poco tiempo se multiplicaron los salones de baile. Eran casas acondicionadas para que los visitantes le "sacaran viruta al piso" y donde, exclusivamente, se iba a bailar el tango. Las dos más famosas fueron la de Laura y la de María la Vasca. En su libro El Tango, Horacio Salas las describe así:

   "En lo de María la Vasca se bailaba con mujeres provistas por la casa a tres pesos la hora, bajo la hosca mirada de Carlos el Inglés 'un pesao de malas pulgas', al decir de Tallón, marido de la dueña, hombre de carácter, que no permitía desbordes de ninguna especie.

   "Era costumbre que el baile comenzase con alguna polquita; concluía, cuando el reloj marcaba el número de horas contratadas. Si se decidía seguir, se volvía a pagar por adelantado y la misma polca de la apertura anunciaba que el baile continuaría otro rato.

   Lo de Laura era un sitio más caro y elegante que el de María la Vasca. 'La clientela', recuerda Tallón, se componía de personajes selectos: bacanes, actores, comediógrafos, financieros; señores, en fin, que necesitaban ocultar sus aventuras".

   Actualmente, nada queda de esas casas. "De un zarpazo, la avenida las alcanzó": el progreso las fue cerrando, una a una. Sin embargo, persisten tozudamente ciertos salones de baile, que no hay que confundir con esas caricaturas "for export", montadas para turistas ávidos de compadritos bailarines.

   Se trata de lugares genuinos que guardan, con celo, el antiguo rito del bailarín de tango: invitar a la pareja con un minúsculo cabeceo y bailar en silencio, no entretenerse con palabras o murmullos, porque lo que priva es la danza y allí se ha ido para eso: bailarines que repiten, incansablemente, los pasos del tango, sus cortes y quebradas. Cuando la música calla, acompañan a las mujeres hasta la mesa y aguardan, pacientes, el nuevo llamado a la danza.

   Hoy, en una suerte de feliz reciclaje, el tango transita otra vez los escenarios de Europa y América. Nadie la evoca como la música canalla que se ensayaba en las casas de "mala vida", sino como la manera más genuina de describir a un porteño: ese personaje, entre sarcástico y metafísico, capaz de bailar horas y horas, llevado por un ritmo cadencioso y exigiéndole a su pareja indescifrables firuletes que lo hagan diferente a los otros, a los que, como el, fabrican sombras que mueren cada día.


Publicado: 10/3/2005