Su vocación de servicio y buen método de enseñanza hicieron de Violeta Ardiles Poma una maestra que jamás será olvidada por sus alumnos en la región Áncash. Y en reconocimiento a su valiosa contribución para la formación de los niños en nuestro país, mañana será condecorada con las Palmas Magisteriales, informó el Ministerio de Educación (Minedu).
Era 1969 cuando llegó a la Escuela Primaria Mixta Nº 13032 Rampac Grande, ubicada en la provincia de Carhuaz, región Áncash. Fue su único lugar de trabajo durante cerca de 20 años (hasta 1988). Allí se desempeñó como directora y profesora para transformar una humilde escuelita de primero a tercer grado de primaria en un modelo para los lugareños.
“Cuando estudiaba Educación en Huaraz, mis profesores nos decían: ‘Ustedes tienen que ir donde los manden: al arenal, a la Selva, a la punta del cerro’. Fue así que me nombraron para Rampac Grande. Yo no tenía idea de lo que iba a encontrar. Al comienzo fue duro”.
Impulsada por un espíritu entusiasta y lleno de creatividad, la maestra ancashina fue resolviendo todas las dificultades que se le presentaron en el camino. Al año ya se hacía entender en la lengua de los incas y dictaba clases combinando el quechua y el castellano. Organizaba lecturas de cuentos y poemas que ella misma escribía y producía piezas de teatro en el aula.
Como directora también le tocó bregar mucho. Más de una vez debió gestionar reemplazos para los profesores que se iban de la escuela porque no querían trabajar en una zona rural.
La fama del Rampac Grande
Pronto, sin embargo, la vocación de servicio, el buen método de enseñanza y la pasión ejercida por Violeta cada vez que entraba en contacto con los niños dieron fama al colegio Rampac Grande.
Ya se había construido un nuevo pabellón tras el terremoto de 1970, pero después hubo que levantar uno más amplio para acoger a una creciente población de alumnos. El Rampac Grande acabó siendo una escuela de nivel primaria.
El fin de su etapa allí estuvo lejos de clausurar su esfuerzo educativo. A partir de ese momento, Violeta se dedicó a escribir y a publicar libros de poesía infantil, con el fin de compartirlos en las aulas de diversos colegios de la región.
“El tema de la lectura me tiene comprometida. ‘Llámenme, que yo los voy a ayudar’, les digo siempre a los profesores y directores. Me retiré hace 30 años, pero la educación me preocupa igual que el primer día. Hago esto por amor al arte”.
Orgullo muy grande
“Aunque estoy continuamente en los salones leyendo y contando historias, jamás pensé que recibiría las
Palmas Magisteriales. Es un orgullo muy grande, pero el mayor reconocimiento es la sonrisa de los niños”, comentó sobre la condecoración que recibirá.
Violeta Ardiles Poma fue valiente y soñadora, como ella misma dice, cuando comenzó una aventura que acabó transformando su vida y la de cientos de estudiantes. “Si volviera a nacer escogería todo exactamente igual: el mismo colegio, todas las vivencias”, confesó esta maestra admirable.
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(FIN) NDP/JOT
Publicado: 10/12/2019