Cada 16 de noviembre se celebra el Día Nacional de la Danza de Tijeras, una de las expresiones artísticas peruanas de mayor destreza física y poseedora de un aura mística único. Este acrobático, colorido e impresionante baile de raíces ancestrales fue declarado, en 2005, Patrimonio Cultural de la Nación y en 2010 fue inscrito en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la Unesco.
La Danza de Tijeras es un baile ritual cuyo origen se remonta a la civilización chanka, que rivalizó con los incas en el siglo XV y se extendió por la cordillera andina central del Perú, en las actuales regiones Huancavelica, Ayacucho y Apurímac.
Los intérpretes de esta ancestral danza sostienen que descienden de los "tusuq laykas" que eran sacerdotes, adivinos y curanderos prehispánicos.
Durante la época colonial fueron conocidos como "supaypa wawan" o hijos del demonio, por lo que fueron perseguidos por la iglesia católica y las autoridades españolas de entonces. Ello los obligó a refugiarse en las zonas altoandinas.
Con el paso del tiempo, los colonizadores aceptaron que volvieran a danzar, pero condicionándolos a rendir tributo a Jesús y a los santos. Así se iniciaría la tradición de ejecutar esta danza en las fiestas patronales.
Danza competitiva
La Danza de Tijeras se expresa como una competencia y su ejecución coincide con fases importantes del calendario agrícola. Debe su nombre a las dos hojas de metal pulimentado, parecidas a las de una tijera, que los bailarines blanden en su mano derecha.
Se ejecuta en cuadrillas y cada una de ellas –formada por un bailarín, un arpista y un violinista– representa a una comunidad o un pueblo determinado. Para interpretar la danza se ponen frente a frente las cuadrillas de bailarines, quienes al ritmo de las melodías interpretadas por los músicos que les acompañan, tienen que entrechocar las hojas de metal y librar un duelo coreográfico de pasos de danza, acrobacias y movimientos cada vez más difíciles.
Ese duelo entre los bailarines, llamado “atipanakuy” en quechua, puede durar varias horas, y los criterios para determinar quién es el vencedor son la destreza física y las coreografías de los ejecutantes y la calidad interpretativa de los músicos que acompañan la danza.
Los bailarines, que llevan atuendos bordados con franjas doradas, lentejuelas y espejitos, tienen prohibido ingresar a las iglesias con esta indumentaria porque sus capacidades, según la tradición, son "fruto de un pacto con el demonio".
Esto no ha impedido que la danza de las tijeras se haya convertido en un componente apreciado de las festividades cristiano-católicas como la
Navidad y en la
Bajada de Reyes que se celebran el 25 de diciembre y el 6 de enero, respectivamente. Estas fechas coinciden con la celebración ancestral indígena del
solsticio de verano.
Los conocimientos físicos y espirituales implícitos en la danza se transmiten oralmente de maestros a alumnos, y cada cuadrilla de bailarines y músicos constituye un motivo de orgullo para los pueblos de los que provienen.
Patrimonio Cultural de la Nación
La Danza de Tijeras fue declarada
Patrimonio Cultural de la Nación, el
22 de marzo de 2005, por el entonces Instituto Nacional de Cultura (hoy Ministerio de Cultura).
En la resolución que otorga este reconocimiento se destaca que es una expresión tradicional de características muy singulares que la convierten en una danza única en el contexto andino.
Patrimonio Inmaterial de la Humanidad
La Danza de Tijeras fue inscrita en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la Unesco, durante la quinta sesión del Comité Intergubernamental celebrado en la ciudad de Nairobi, Kenia, del 15 al 19 de noviembre de 2010.
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