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Conoce la historia de dos mujeres que no se rindieron y apuestan por carreras tecnológicas

Morelia Chávez y Angie Cruz buscan lograr sus sueños como profesionales técnicas en electrotecnia e informática.

Angie Cruz tiene 23 años y estudia Informática en el IESTP Carlos Cueto. Comenta que, a pesar de las circunstancias adversas, obtuvo el primer puesto desde el inicio de sus estudios hasta ahora. Foto: ANDINA/Difusión

06:00 | Lima, jun. 22.

Por: Ítalo Vergara

El Instituto Superior Tecnológico Público Carlos Cueto Fernandini, ubicado en Comas, retornó a la presencialidad, tras casi dos años de estudios virtuales a causa de la pandemia del covid-19. Siendo un centro de estudios público, el lugar se ha comprometido con la formación, tanto de hombres y mujeres, en carreras técnicas de contabilidad, electrónica, computación, mecánica, metalurgia, entre otras.

Con motivo de ello, presentamos la historia de dos mujeres que estudian en el instituto y que, a pesar de las circunstancias adversas, pudieron seguir con sus metas para lograr un futuro mejor para ellas y sus familias.

Angie Cruz, estudiante que nunca se dio por vencida

Angie Cruz Bustamante es una joven de 23 años que actualmente estudia la carrera de Computación Informática en el Instituto Cueto Fernandini. Ella comenta que allí todos forman parte de una gran familia, pues existe una relación muy estrecha entre estudiantes, profesores y personal administrativo. "Siempre hay apoyo recíproco", comenta Angie Cruz a la Agencia Andina. Sin embargo, el inicio de su carrera no fue nada sencillo.

Cruz señala que, antes de iniciar sus estudios, no tenía recursos económicos. Apenas terminaba el colegio y buscaba un lugar donde seguir sus estudios superiores, aunque era consciente de que carecía de un apoyo económico estable. "Empecé a trabajar, pero no me pagaban los suficiente", recuerda.

Por su barrio, en Lima Norte, veía boletines del instituto sin mucho interés hasta que un día tomó la decisión de estudiar. Habló con su madre, quien emocionada le dio su apoyo, tanto anímico como económico. Fue ella quien le ayudó a pagar la cuota de admisión para ingresar al centro preuniversitario en 2019. "Sin embargo, yo aún tenía que seguir trabajando para pagar pasajes y apoyar de alguna u otra manera a mi familia", sostiene. 

Lamentablemente, no pudo ingresar la primera vez porque trabajaba hasta las 2 de la madrugada. Así, a las 7 de la mañana tenía que ir a estudiar a la CEPRE, muy cansada y con menos de cinco horas de sueño. "No me concentraba y trabajar y estudiar a la vez era muy difícil. Por un mínimo puntaje no ingresé, me puse muy triste y lloré mucho".

Sin embargo, su objetivo era estudiar y nada le iba a cambiar su parecer. Consiguió dos trabajos: por las mañanas vendía cosméticos y por las tardes laboraba en una tienda de alquiler de vestidos. Ella sabía que solo iba a tener el apoyo económico de su madre una sola vez, así que para el segundo intento postuló sola, a inicios de 2020. 


Un día llegó a casa y le dijo a su madre: “Mamá, me matriculé”. Ella, como no podría ser de otra manera, se puso muy feliz. "Ingresé, me esforcé mucho, trabajé para pagarme los pasajes o para comer algo, porque me quedaba desde las 7 a.m. hasta las 8 p.m. fuera de casa", recuerda.

Angie revela que tenía mucha ilusión de estudiar en un instituto estatal, pues sabía también de la posibilidad que brindaba el lugar a jóvenes que, como ella, no cuentan con los recursos suficientes. En realidad, la inversión es mínima, con mensualidades accesibles. "Yo felizmente no pago mensualidades porque estoy en el primer puesto", manifiesta orgullosa.

No obstante, las dificultades no terminaron con su ingreso al centro de estudios. Angie agrega que, para el primer ciclo, le pidieron contar con programas y aplicaciones livianas y de fácil acceso. Pero, para el segundo ciclo, conforme los cursos aumentaban en intensidad, también se sumaban los requerimientos. Su computadora tenía muy poca memoria y un procesador demasiado antiguo para ejecutar ciertos programas.

Fue así que, con su ingenio y la ayuda de un compañero de clases, accedió a la computadora de él mediante un acceso remoto. "Lo que hice fue que, a cada paso que hacía, le tomaba captura de pantalla. Luego puse todo eso en una presentación de Power Point, foto por foto y con flechas para señalar paso por paso lo que hacía", apunta.

Como si eso no fuera suficiente, la pantalla del celular que usaba para acceder a las clases virtuales acabó malográndose. "Yo trabajaba con un celular pequeño, táctil, pero un día simplemente la pantalla se quedó en negro. Este teléfono era mi micrófono y cámara, así que traté de tomar capturas, conectar el celular con la PC y ver las capturas en la pantalla de la computadora". 

Darle clic, tomar foto, darle clic, etc. Así fue como Angie tuvo que estudiar durante todo ese semestre, apenas guiándose por un punto de esmalte que ella misma había pintado sobre el botón en donde estaba el micrófono. Cuando este ciclo terminó, lloró de emoción y alegría: a pesar de las dificultades, obtuvo el primer puesto, nuevamente. "Abracé a mi mamá y me agradecí a mí misma por no haberme rendido", destaca.

Para los siguientes ciclos, Angie reemplazó partes de su PC, de tal forma que le permitiera instalar las aplicaciones de escritorio cada vez más pesadas que los cursos demandaban. 

Ahora, a pocos meses de terminar su carrera, la estudiante refiere que no pensó en rendirse. "No me gustan las excusas, busco más soluciones que pretextos, porque tengo mucha esperanza", asevera, recordando también su paso por la escuela primaria y lo difícil que fue. "En primaria yo tuve dos retrasos porque estuve mal de salud y no había mucho tiempo en casa. Me enfermaba, muchas veces no iba al colegio, los profesores me trataban muy mal y a veces no quería ni entrar a clases", relata.

Incluso, recuerda que un día había faltado tanto a clases que, cuando regresó, la profesora le dijo: "¿Ya para qué vienes?". Ella apenas tenía siete años y esa actitud le dio mucho miedo y la desmotivó aun más. "A mi mamá le dijeron que yo no sabía leer ni escribir y me retrasaron un año. La profesora ni siquiera quiso enseñarme", asegura. Afortunadamente, su madre hizo un esfuerzo para pagar una escuela privada, en donde la trataron muy bien y le tuvieron la paciencia que todo niño merece. 

"Me siento muy orgullosa de mí...Quiero seguir estudiando y aprendiendo más de la carrera. Quisiera poner un negocio propio, enseñar a niños, tratar de aprender y comprender qué sucede con ellos, porque a veces el docente poco le importa lo que sucede en casa, la situación de cada estudiante", concluye, muy conmovida por su propia historia y todo lo bueno que hasta ahora ha logrado.


Ser madre no tiene por qué ser una barrera

Morelia Chávez Jorge tiene 27 años y estudia Electrotecnia Industrial en el Instituto Cueto. Su carrera trata sobre la reparación e instalación de transformadores, voltajes y corrientes; cómo rebobinar motobombas; hacer planos de la conexión eléctrica en las casas; entre otros.

Una de las causas que la motivó a estudiar fue el factor económico, que empeoró con la pandemia del covid-19. "También quería saber más de electricidad y cómo reparar cosas de la casa", indica Morelia Chávez a la agencia Andina.

Además, confiesa que sus hijos fueron otra razón importante, pues sus padres siempre le han enseñado a trabajar y no depender de otros. "Veía que mi pareja trabajaba, pero no nos alcanzaba el dinero, así que decidí estudiar para alcanzar mis metas y velar por el bienestar de mis hijos y mi familia", comenta.

Cuando Morelia ingresó al instituto, pensó que sería fácil; pero no: tuvo que abandonar ciertas obligaciones, no manejaba muy bien los temas de estudio y a todo ello se sumaba el hecho de que sus hijos estudiaban con el único celular que tenían. 

"Tenía que cuidar a mis hijos cuando mi pareja trabajaba, por las noches. Tratábamos de aprovechar el celular, aunque no teníamos las herramientas que pedían. Yo pensé que solo pedían teléfono, pero también se necesitaba una laptop. El primer ciclo fue un poco difícil, aunque aún así aprobé", recalca.


El segundo semestre también fue difícil, pero no tanto como el primero. Ahora, en su tercer ciclo, subraya que todo va mejor que antes. Se relaciona muy bien con sus compañeros, a pesar de ser la única mujer en la carrera.

Sin embargo, los proyectos, trabajos y clases no son fáciles, pues requieren de una gran capacidad de concentración. Sus hijos, que son una responsabilidad muy demandante, la obligan a esforzarse más que cualquier otro estudiante. Su rutina puede llegar a ser muy agotadora, pero su pareja también se ocupa por los niños, cuidándolos y realizando las tareas del hogar, como debería ser en toda relación funcional.

"El día que estudio él viene más temprano porque tiene que quedarse con mi hijo, y yo con mi otro hijo. Ambos nos estamos ayudando. Él se da cuenta de lo que hacemos las mujeres, cuántas cosas, cuántas responsabilidades. A veces dice que no puede, pero es así como tenemos que esforzarnos las mujeres que nos dedicamos a mil cosas y tenemos que sacar fuerzas de dónde sea", opina. 

Morelia reconoce que a veces siente que las responsabilidades la superan. Sucedió en el segundo semestre, cuando quiso "tirar la toalla". Ver a sus hijos y su madre, sin embargo, fue lo que la motivó a continuar en su camino, incluso a pesar del machismo en el vecindario.

"Yo les comenté a mis vecinos sobre mi alegría de estudiar y ellos me dijeron que no podía estudiar porque me iba a desconcentrar en la atención de mis hijos", declara. Incluso le pedían que esperara a que sus pequeños de 7, 4 y 2 años crezcan más. "He dejado de estudiar, he visto que mis hijos crecen, pero yo no”.

Fue por eso que no hizo caso a estos comentarios, sino que tuvo la valentía de estudiar sin importar el qué dirán. Al fin y al cabo, el terminar una carrera no iba a beneficiarle solo a ella, sino también a sus hijos. "Hay personas que no quieren que estudies. Piensan que la mujer solo es para estar en casa, pero la mujer también tiene derecho a lograr sus metas. Hay personas que me preguntan por qué estudio electricidad, piensan que es una carrera solo para hombres. Basta ya de los machismos”, enfatiza.

"Yo les diría a las mujeres que luchen por lograr sus metas. Si tu pareja no quiere que estudies o trabajes es porque no te valora, no te ama. No solo hazlo por ti, hazlo por tus hijos. Si tienes hijos, hazlo por ellos, porque nunca hay que depender de un esposo", finaliza Morelia, convencida de que tomó la decisión correcta, alejada de prejuicios y estereotipos que hoy en día atan a cientos de mujeres y niñas a no seguir sus sueños.

Este 23 de junio se conmemora el Día Internacional de la Mujer en Ingeniería, una fecha que recuerda la importancia de la participación de las mujeres en carreras vinculadas a la ciencia, tecnología e innovación, tanto técnicas como universitarias.

Organizan la primera Feria de Educación Tecnológica

La Feria de Educación Tecnológica es una vitrina para visibilizar lo mejor de la oferta educativa que tienen los Institutos de Educación Superior Tecnológica Públicos de Lima Metropolitana. Los protagonistas de esta presentación serán los institutos, que, desde un formato innovador y didáctico, compartirán sus innovaciones y el impacto que tienen en el crecimiento económico y social.

La primera de estas ediciones se llevará a cabo el próximo 28 de junio de 2022, desde las 9 a.m., en el IESTP María Rosario Araoz Pinto, ubicado en San Miguel.

En el evento se podrán encontrar presentaciones de lo mejor de la oferta educativa de cada uno de los IESTP de Lima Metropolitana; TEC-tips (espacios para acercar los aprendizajes tecnológicos a la ciudadanía, desde un formato lúdico, didáctico y juvenil); EXPRESA-TEC (un espacio de expresiones culturales libres en el cual la tecnología, la cultura, el arte y la innovación convergen); una muestra fotográfica de la Generación+TEC de los Institutos Públicos; y una ceremonia de reconocimiento y premiación. Si deseas conocer más de este encuentro, ingresa a este link.

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Publicado: 22/6/2022