Una bandada de guacamayos revolotea en el cielo de Tambopata y lo pinta, por sectores, con colores intensos: azules eléctricos, rojo fuego, amarillos que traducen, en voz alta, la magia de la naturaleza en este sector de la Amazonía.
Las
aves pasan a velocidad, pero ninguna se atreve a bajar hasta la
collpa; las que descansan sobre las ramas de los árboles más altos, a modo de vigías, graznan y miran a todos lados. Hay intranquilidad en el ambiente.
Minutos antes, el paso de un aguilucho y unos gallinazos espantó a los guacamayos, que partieron como palomas tras el estruendo de un disparo. Pero el hambre puede más y, al final, se arriesgan: uno a uno o en parejas se posan en la tierra arcillosa.
Usan sus garras para atenazarse al barranco y a las raíces que cuelgan. La cuenca del río
Tambopata es un espacio privilegiado, pues alberga uno de los mayores índices de diversidad biológica en el planeta. Es la efervescente bendición de
Madre de Dios.
El espectáculo multicolor crece en interés a la par que aumentan los chillidos. Al coro bullicioso de guacamayos se suman ahora decenas de loros, cientos de periquitos y otras aves de diverso tamaño. El bufé alcanza para todos, como parte de un ritual alimenticio que se repite cada amanecer en la collpa El Chuncho, en la
Reserva Nacional de Tambopata, región
Madre de Dios.
A unos 300 metros de la collpa, en pétrea espera, sobre una terraza natural, un grupo de turistas, con binoculares y cámaras de video y fotografía en ristre, contempla embobado pero feliz la comilona.
“Valió la pena esperar, esto es hermoso”, comenta con un buen español Astrid, una joven alemana que ha llegado con dos paisanas suyas desde el Cusco. Como pago por la espera, las muchachas también muestran con cierto orgullo las picaduras de mosquitos en sus brazos y piernas.
Razón y naturaleza
¿Por qué comen arcilla?, preguntan los turistas, sin quitar la vista del barranco. Las investigaciones sobre el tema coinciden en que la tierra contiene sales y minerales que neutralizan las sustancias tóxicas de las plantas y frutos que estos pájaros engullen como parte de su dieta diaria.
El Chuncho es un tajo natural de tonos rojos y naranjas, de unos 15 metros de alto por 400 metros de largo. Se encuentra en una zona deshabitada y, para llegar hasta él, hay que navegar alrededor de cinco horas por el río Tambopata, desde Puerto Maldonado.
Los botes con turistas y residentes penetran la zona, con autorización previa del Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp).
Las collpas amazónicas son atracción principal para los amantes de la naturaleza salvaje y los avistadores de aves que recorren el mundo. El lujo mayor de visitantes a esta reserva, en el sureste peruano, proviene del extranjero.
Se aprecia el incremento de viajeros y, en especial, de familias que solo han visto nuestras riquezas en documentales y fotos. Y ante la demanda creciente se ofrecen guías que dominan otros idiomas, gente amable especializada también en el trato con niños. En la zona se ha creado, asimismo, áreas de juego donde los pequeños aprenden a relacionarse con la biodiversidad que los rodea.
Hay, por supuesto, albergues para todos los gustos a lo largo de los ríos Tambopata y Madre de Dios. La mayoría muestra una sofisticada arquitectura en sus diseños y brindan oportunidades laborales a los residentes. Se mantiene un total respeto con el empleo de los recursos naturales. Esto es, por ejemplo, con el suministro de agua en sus instalaciones y el empleo de jabones y champús biodegradables.
Hay torres de más 30 metros de alto que le ayudarán a comprender el rol de los bosques en el planeta.
Estadía amigable
Es usual que los sitios de hospedaje echen mano de paneles solares para la iluminación de habitaciones y otros espacios, y hasta cuenten con internet para transmitir el selfie de rigor.
En los paquetes turísticos para Tambopata se toma en cuenta también la observación de otros animales emblemáticos, como otorongos, caimanes, nutrias, anacondas, monos, tortugas taricayas, ronsocos, añujes, serpientes, hormigas corta-hojas y mariposas.
Y se organizan caminatas nocturnas para contemplar la fauna y el hábitat de los insectos que huyen de la luz del día. Aquí nadie necesita un dron para observar lo que ocurre sobre la copa de los árboles. Existen torres de más 30 metros de alto que le ayudarán a comprender el rol de los bosques en el planeta.
Si usted es un amante de la naturaleza o simplemente quiere acurrucarse en una hamaca frente a un río, Tambopata le espera. Organícese, prográmese y regálese un tiempo para ser testigo de un insuperable festival de colores y sonidos en la jungla peruana.
Secretos de viaje
Se sugiere viajar desde Lima o Cusco en avión hasta Puerto Maldonado y de allí partir hacia Tambopata. Llegar por la carretera Interoceánica es una alternativa, pero el viaje es agotador.
En cualquier caso, la recompensa es magnífica: la collpa Colorado es la más grande y conocida del mundo y se ubica en una zona deshabitada del bosque primario. Se tarda más de seis horas en llegar en bote desde Puerto Maldonado, por lo que se sugiere pasar una noche en un albergue antes de continuar el viaje.
La collpa El Chuncho es la segunda más grande la zona. Le siguen Hermosa, El Gato, La Torre y la Cachuela. En quechua, el vocablo ‘collpa’ significa tierra salada.
Más datos
En Tambopata no espere ver animales como en las zonas turísticas de África ni tras las frías jaulas de un zoológico.
Aquí se viaja por el río y se hace caminata. La caza está prohibida. Las estancias se pueden reservar por internet, sin embargo, tanto en Cusco como en Puerto Maldonado abundan las agencias con ofertas para todos los bolsillos. (Gustavo Sánchez)
(FIN) DOP/MAO
Publicado: 28/9/2017