A simple vista parece un tipo rudo. Corpulento y con la piel curtida por el sol y el mar, con una barba blanca en forma de candado que rodea su mentón y que hace resaltar el brillo de su cabeza. De brazos anchos y manos grandes, su sola presencia intimida. Sin embargo, esa primera impresión desaparece cuando Vicente sonríe y te abraza con la mirada.
Vicente Pomiano Rivas siempre fue un hombre de mar. Nació en Cañete, se crio y se hizo pescador en el puerto de San Andrés, en Pisco, y hoy vive en el puerto de Matarani, en Arequipa. Su vida se parece mucho a una dura faena en alta mar.
Cuando era niño le gustaba jugar a la pelota y soñaba con ser un gran futbolista, pero su anhelo de gritar goles a estadio lleno fue silenciado de golpe cuando su padre abandonó a toda la familia. A los 9 años tuvo que empezar a trabajar en una chacra, y aunque no fue al colegio, Vicente aprendió a leer él solo. Con el paso del tiempo, ese mismo empeño por aprender cosas por su propio esfuerzo, lo convirtieron en el artesano meticuloso y detallista que es hoy en día.
Don Vicente siempre tiene una sonrisa sincera y una mirada cálida para todas las personas que se acercan a conversar con él. Sin embargo, no puede evitar que la nostalgia lo alcance cada vez que recuerda a su abuelito Isaías Rivas, el hombre que lo crió y acompañó en sus momentos de tristeza y de alegría. Su madre y sus hermanas trabajaban todo el día y su abuelo se encargaba de él, hasta que murió. Vicente tenía 13 años y en ese momento su vida cambió radicalmente.
Se tuvo que ir a vivir con un tío materno, solo y sin ningún otro familiar cercano. Llegado el momento, se vio en la obligación de empezar a ganarse la vida siendo menor de edad.
“Desde los 13 años me iba al muelle San Andrés, en Pisco, y ayudaba a los pescadores que me pagaban con propinas y unos cuantos pescados que luego tenía que vender para mi sustento diario. Me dediqué a la pesca desde el año 1965, y desde entonces viajé de puerto en puerto”, recuerda el hombre de mar.
Pero de tanto andar y pescar, recaló en el puerto de Matarani, en la provincia de Islay, en Arequipa, donde según nos cuenta fue acogido por la familia Canelo, encabezada por doña Rosa Pacheco de Canelo. Ellos lo acogieron con cariño y lo convirtieron en un integrante más de la familia. La sonrisa vuelve a su rostro cuando habla de sus dos sobrinas, las hijas de doña Rosa, a quienes quiere como si fueran sus hijas, y que además velan por él.
Con los años, la pesca se volvió cada vez más difícil para don Vicente. Los permisos y requisitos cada vez más engorrosos lo empezaron a alejar del mar. Obligado a quedarse en tierra, don Vicente pasaba horas observando a las embarcaciones que se perdían en el horizonte y a las que volvían de faenar. Y aunque ya no podía hacerse a la mar, nadie le pudo arrebatar la imaginación, el ingenio y la creatividad que lo convirtieron en un artesano.
Y como buen autodidacta, don Vicente también aprendió a hacer barcos de madera observando a los artesanos que llegaban al puerto. Así empezó a materializar todo lo que tenía guardado en su imaginación. Talla la madera hasta definir al detalle cada espacio, luego de pulirlas quedan listas para ser pintadas y convertirse en auténticas piezas de arte.
Un artesano de alcance internacional
El arte de don Vicente es conocido en muchas ciudades del extranjero. Hasta Matarani llegan embarcaciones de Brasil e incluso camiones bolivianos que traen maíz, soya, y otros productos. Ellos quedan fascinados por el trabajo del artesano peruano y siempre terminan comprando sus piezas de arte.
“He conocido muchas personas que me dan recomendaciones de como puedo mejorar mi trabajo, también les escribo sus dedicatoria o nombre en los barcos o recuerdos que hago, la Municipalidad de Islay se interesó por mi trabajo y junto al programa Pensión 65 me llevan a diversas presentaciones para difundir mis artesanías”, nos dice con satisfacción.
Don Vicente es beneficiario del programa Pensión 65, del Ministerio de Desarrollo e Inclusión social (Midis) y gracias a la intervención Saberes Productivos, ha participado en ferias, exposiciones y hasta en colegios.
La subvención económica que recibe la utiliza para comprar sus alimentos, medicinas y también para comprar sus materiales de trabajo.
Sus barcos de madera son como él: resistentes, elegantes y con detalles. A simple vista parece un tipo rudo, pero su sonrisa y su mirada siempre lo delatan.
Pensión 65 en Arequipa
El Programa Nacional de Asistencia Solidaria Pensión 65, atiende a 10 547 personas en las ocho provincias que conforman la región Arequipa.
En los 6 distritos que conforman la provincia de Islay, el programa Pensión 65 atiende a 532 adultos mayores en condición vulnerable.
En el distrito de Islay, ubicado en la provincia del mismo nombre, el programa Pensión 65 atiende a 35 personas adultas mayores. Una de ellas es don Vicente Pomiano Rivas.
En 2022, Pensión 65 incorporó a 70 mil 881 nuevos beneficiarios, alcanzando un total de 627 mil 924 personas adultas mayores que recibieron la subvención económica.
(FIN) NDP/LZD