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Pensión 65: conoce a los esposos emprendedores unidos por amor, telares y colores

Bernardina Luna y Mariano Huaychay producen llicllas y chullos en Andahuaylillas, región Cusco

Bernardina Luna Cutipa, de 75 años de edad, y su esposo, Mariano Huaychay Luna, de 78, usuarios de Pensión 65, continúan creando hermosas prendas y mantas pintadas de arcoíris y que llevan tatuados motivos incaicos.

Bernardina Luna Cutipa, de 75 años de edad, y su esposo, Mariano Huaychay Luna, de 78, usuarios de Pensión 65, continúan creando hermosas prendas y mantas pintadas de arcoíris y que llevan tatuados motivos incaicos.

10:32 | Cusco, jun. 4.

Los silencios son especiales entre Bernardina y Mariano. Con la mirada se entienden a la perfección. Ella lee en los ojos de él la alegría, la molestia e incluso el miedo. Él detecta en las pupilas de ella entusiasmo, coraje, pena y decepción. Las emociones humanas pueden ser disimuladas de la puerta para afuera, pero no ante la persona con la que compartes tu vida.

En su casa de adobe, en medio de la apacible ciudad de Andahuaylillas, en la provincia de Quispicanchi, región Cusco, Bernardina y Mariano solo se miran y, cómplices, dibujan en sus rostros tímidas y pícaras sonrisas cuando les preguntan desde cuándo se conocen. Llevan tanto tiempo juntos que ya perdieron la cuenta de los años recorridos como pareja y de los multicolores productos textiles que han elaborado mano a mano.


Aunque no con la fuerza de los años mozos, Bernardina Luna Cutipa, de 75 años de edad, y su esposo Mariano Huaychay Luna, de 78, usuarios de Pensión 65, continúan creando hermosas prendas y mantas pintadas de arcoíris y que llevan tatuados motivos incaicos.

El camino que han cubierto de la mano ha sido largo. Cinco hijos y doce nietos son prueba de ello. Ambos pasan horas tejiendo porque tejer es parte importante de sus vidas. Mientas doman la lana, los recuerdos afloran en un quechua casi puro.

Legado intergeneracional

“Mi abuelita materna me enseñó a tejer los chullos. Cuando no salían las figuras de la forma correcta, mi abuelita me pegaba en las manos igualito como hacían las profesoras antiguas con los niños que no aprendían la lección. Así era antes, pues”. Lejos de evocar esos episodios con rencor, Mariano lo hace con ternura.

“Ella me dio una recomendación para toda mi vida. Mi abuelita me dijo: ‘Tú tienes que hacer este trabajo hasta el día en el que mueras. Tienes que mejorar’. Y Lo estoy cumpliendo. Sigo tejiendo al lado de mi señora”, afirma Mariano, experto en la elaboración de abrigadores chullos y cuyo rostro, normalmente adusto, se ablanda cuando observa a su esposa.


Bernardina es bajita, pero energética e intensa. Tiene voz de mando. Cuando habla parece que se agiganta. Ella es especialista en producir vistosas llicllas, faldas y mantas con telar, y ducha con los dedos a la hora de entrelazar la lana. Aprendió de su madre la mayor parte de lo que sabe de textilería artesanal.

“Mi mamá me enseñó a hacer estos trabajos. Cuando yo era niña la veía trabajar tejiendo, con los telares, y ella me permitía ayudarle. Así me enseñaba. Con ella aprendí lo básico, lo principal. El tema de los acabados lo aprendí viendo a otras personas”, refiere Bernardina.

Una pareja sólida

Bernardina y Mariano sienten que el hecho de trabajar juntos ha contribuido a fortalecer su relación de pareja. Además de realizar las labores propias del hogar, tejer juntos los transporta a una realidad divorciada de cualquier mundanal ruido y los introduce en un mundo solo de dos, en un mundo feliz. “Vivo contento porque ella es mi esposa, mi única mujer. No puedo faltarle el respeto. Nosotros vivimos felices”, dice Mariano.


“Nunca faltan discusiones, pero no llegamos a tener los problemas de otros, que supuestamente viven felices y, sin embargo, están constantemente en las oficinas de las autoridades para ver cuestiones de separación y todo eso. Realmente, nosotros sí vivimos felices”, acota Bernardina.

Reactivación

Pero no todo es color de rosa. “Los tejidos son productos de nuestra herencia cultural, pero nuestro trabajo no es muy valorado y está medio paralizado porque no hay muchos compradores. Felizmente nuestros hijos nos apoyan para tener capital y comprar lana, y gracias a la subvención de Pensión 65 podemos pagar la luz, el agua y los víveres como arroz, fideos, azúcar. Pero no nos rendimos. Seguimos adelante”, detalla Mariano.

Aunque la chamba ha bajado, esta pareja de emprendedores adultos mayores no tira la toalla y quieren expandir su negocio más allá de sus compradores locales y ocasionales turistas. Querer es poder.

Pensión 65 en Cusco

El programa social Pensión 65 tiene 577,043 usuarios en el país y 38,756 en la región Cusco.

Así como Bernardina y Mariano, suman 9,400 los usuarios han participado en lo que va del año en Saberes Productivos, intervención del programa y los municipios que revalora a adultos mayores como portadores de conocimientos ancestrales en todo el país.


(FIN) NDP/LZD
GRM

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Publicado: 4/6/2022