Winicunca, o montaña de siete colores, es el atractivo turístico de moda en Cusco. La impresionante montaña es un macizo con una altura superior a los 5,200 metros sobre el nivel del mar que se ubica camino al nevado Ausangate, en la provincia de Quispicanchi.
La
montaña de siete colores fue descubierta al mundo debido al deshielo de su suelo a consecuencia del calentamiento global y debe su
increíble coloración a la riqueza de minerales que alberga su suelo generadas por la erosión de la tierra durante millones de años, dejando estos estratos minerales tan coloridos de pigmentaciones rojizas, pardas, verdes y amarillentas.
Winicunca es una innovadora opción para el turista que puede contemplar este
atractivo turístico natural luego de realizar una moderada caminata que recorre paisajes de belleza única.
Se requiere tener un plan para tal aventura, una condición física apta y muchas ganas por conocer los distintos paisajes que ofrece este camino de los andes peruanos.
La ruta a la Montaña Arco Iris
El viajero empieza el viaje de un día de duración saliendo en bus de la ciudad de Cusco muy temprano, por lo general de madrugada. En Cusco, cerca del coliseo Cerrado, en Huayruropata dos empresas ofrecen el servicio Sicuani-Checacupe, el pasaje puede costar 5 soles. Su paradero de destino es Pitumarca.
El viaje lo lleva por las localidades de Andahuaylillas, Quiquijana y Checacupe, hasta llegar a Pitumarca, en la provincia de Canchis, un pueblo pintoresco del sur de Cusco. En Pitumarca comienza el viaje a pie.
Una vez en Pitumarca se inicia el largo ascenso de aproximadamente tres horas hacia la montaña de los siete colores. Para poder ingresar, los lugareños cobran cinco soles si uno es peruano, y 10 soles si es extranjero, con el fin de solventar algunos gastos de servicios básicos que ellos mismos han organizado ante el creciente turismo en la zona.
Los visitantes tendrán también la opción de realizar otras actividades, como montar caballos, que son ofrecidos por si no desean caminar por un largo tiempo. Habrá tramos donde los caballos no podrán ingresar, por lo que la única forma de seguir es caminando.
En el trayecto, el viajero estará rodeado de impresionantes escenarios compuestos de glaciares y numerosas lagunas. Podrá encontrar pastores con llamas, alpacas, ovejas, y distinguiremos que la fauna permite avistar eventualmente a zorros, zorrinos, huallatas, perdices, venados, vizcachas, cóndores y osqollos o gatos salvajes.
Una vez arriba, el espectador encontrará un mirador, observando la totalidad del espectacular panorama, donde resalta parte del imponente nevado Ausangate. En la cima, corre un viento fuerte y el clima es frío. Como parte del paisaje animal, uno casi siempre puede divisar vicuñas, quienes merodean cautelosas por la puna.
Luego de permanecer en la cúspide de la pendiente, se procede a regresar por el mismo camino al valle de Pitumarca, recorrido que resulta más sencillo que el anterior. Las personas podrán reponerse almorzando y recobrando energías. El paseo finaliza emprendiendo el viaje de retorno hasta la ciudad de Cusco, llegando aproximadamente empezando la noche.
Consejos
Ante semejante esfuerzo, es preferible poseer una condición física aclimatada a la exigente altura que presentan dichos escenarios cusqueños. Dos días en altura pueden resultar suficientes para lograr aclimatarse.
Fuera de esto, preferentemente se debe contar con cierta experiencia escalando o caminando grandes distancias, puesto que la subida es empinada y resulta difícil para nuevos escaladores. No es usual ver a niños realizando dicho viaje, debido a que pueden presentar problemas al caminar.
Se aconseja que el viajero cuente con equipos de aventura sin cargar las mochilas con excesivo peso, ya que caminar en altura con ese cargamento solamente dificultará el trayecto.
Además, tener botas de trekking o con buen agarre, bastones para caminar, ropa abrigadora, bloqueador solar, gorras, guantes, lentes de sol, medicinas, snacks, bebidas rehidratantes y ponchos, ante eventuales lluvias.
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Publicado: 19/9/2017