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Covid-19: historias de enfermeros que llevan adelante la vacunación

Lucha contra la pandemia

Enfermera aplicando la vacuna contra la covid-19. Foto: ANDINA/Carla Patiño

Enfermera aplicando la vacuna contra la covid-19. Foto: ANDINA/Carla Patiño

13:10 | Lima, feb. 9.

Por José Vadillo Vila

El 7 de febrero se celebró por primera vez el Día de la Vacunación Contra el Covid-19. El Peruano entrevistó a enfermeros y técnicos del Minsa que dan su mirada y testimonio de la inmunización desde la primera línea.

1. 

Rosita Guio dio positivo por segunda vez al covid-19 el 17 de enero, justo día en que se iniciaba la vacunación a la población. Tenía 10 días de descanso, pero como se sentía fuerte a los cinco decidió darse de alta voluntariamente y regresar porque se necesitaba reforzar el equipo de inmunización.

No fue tan crítico como la primera vez que se enfermó. En agosto del 2020, a la jefa de vacunación del hospital Emergencia Villa El Salvador le abrumó “un temor muy grande” porque temía contagiar a su familia. Se aisló, pero igual se infectaron sus papás, su esposo y su hermano. “Todos salimos adelante, nos aislamos. No llegamos a necesitar de oxígeno”, dice la enfermera, madre de dos niños.

Cuando se inició la pandemia, en el 2020, el nosocomio donde labora se convirtió en hospital covid. “Todo el personal empezamos con temor; no sabíamos cómo atacaba la enfermedad”, recuerda la licenciada de 32 años.


En febrero del 2021, finalmente comenzó la vacunación del personal. “Lo esperábamos con muchas ansias, porque tuvimos pérdidas de dos médicos, que estuvieron internados aquí mismo, en UCI. Otros técnicos y enfermeros también llegaron a UCI, pero pudieron salir”.

“El mayor de mis dos niños tiene 8 años y comprende mi labor. Me dice ‘mamá, vamos a ayudar a las personas que nos necesitan’. Hay quienes al brindarles información aceptan la vacunación, y eso es satisfactorio, que quieran protegerse a ellos y sus familias”, dice.

2. 

“La vacuna es la única esperanza que tenemos para controlar la pandemia”, les dice en quechua a los vecinos de Mollebamba el técnico en enfermería Óscar Huamán. Ellos han aceptado la vacunación y se ha logrado cubrir al 85% de la población objetivo.

Desde hace 14 años, Huamán trabaja en este puesto de salud, el más alejado del departamento de Ayacucho. Mollebamba queda en el distrito de Oronccoy, en la provincia de La Mar, en el límite con los departamentos de Apurímac y Cusco.


Para llegar ahí, sume cinco horas desde la capital ayacuchana hasta la ciudad de Andahuaylas, en Apurímac; luego, otras tres horas hasta río Cutinachaca. Y de ahí debe caminar. Como es tiempo de lluvias, necesitará seis horas de caminata. Y cuando hay una emergencia se debe trasladar a los enfermos en camillas artesanales.

Huamán es jefe del establecimiento de salud de Mollebamba, donde tiene a su cargo a una obstetra Serums, una licenciada en enfermería y otro técnico en enfermería.

El primer año de la pandemia estuvo a cargo del comando covid distrital y formó comandos covid en cuatro centros comunales, para poder controlar el contagio y prevenir la enfermedad en estas comunidades dedicadas a la agricultura y ganadería de autoconsumo.


“Al principio se cerró el ingreso y salida de las comunidades; incluso se hacían rondas y la gente que llegaba de la ciudad iba a lugares de aislamiento. Así logramos controlar en un 95% y los mínimos contagios lo pasaron como una gripe leve. Hasta la fecha, no ha habido ninguna muerte por covid-19 en Oronccoy”, dice Huamán.

En mayo del 2021 empezaron la vacunación en Mollebamba. Se está vacunando hasta adolescentes de 12 a 17 años y el reto de Huamán ahora es hacer el censo y tener la comunidad exacta de menores de 5 a 11 años para llevar las dosis necesarias.

Porque en su establecimiento de salud no hay energía eléctrica y las refrigeradoras trabajan con paneles solares y baterías. Por eso, muchas veces en la temporada de lluvias deben de alumbrarse solo con velas para no perjudicar la refrigeración de los equipos, cuenta el técnico de 43 años de edad y padre de dos niñas.

3. 

Para celebrar su colegiatura como licenciada en enfermería, Jenifer Cuba Ramírez viajó a Huancayo, en diciembre del 2020, a compartir su alegría con su hermano, el abogado Richard Molina Ramírez. El había sido su apoyo económico y emocional para lograr ese paso.

Pasaron las fiestas y el 13 de enero del 2021 ambos se contagiaron. Se medicaron, siguiendo las recomendaciones de un médico, pero se complicó la salud de Richard. Lo llevó de emergencia el 25 de enero y falleció dos días después. El primer lote de vacunas contra el covid llegaría al Perú ocho días más tarde, el 7 de febrero.

“Conversábamos bastante con él sobre la vacuna que estaba por llegar”. La muerte de su hermano la deprimió y se fue a Pisco, su tierra, hasta marzo porque el covid-19 la había dejado débil. Un día soñó que Richard se sentaba a su lado y le decía debes de ejercer tu carrera; que tenía que salir adelante por su hijita. Entonces viajó a Lima, se presentó y obtuvo un puesto en la Diris Lima Centro.

Desde junio del 2021, la licenciada trabaja en el centro de vacunación del Campo de Marte. Trabaja a diario, de 6 de la mañana hasta inmunizar a la última persona, a las 7 u 8 de la noche. Durante las vacunatones, cuando hacía hasta 36 horas de turno, la enfermera de 37 años llegó a vacunar hasta 500 personas en una jornada.

Este año le dio el covid-19 por segunda vez, pero gracias a la vacuna la pasó como una gripe y a su niña le dio fiebre un par de días. “Nosotros tratamos de vacunar al mayor número de personas para que disminuyan las complicaciones de esa enfermedad y el riesgo del contagio. Mi historia, espero, servirá de mucho a las personas”.

4.

A diferencia de Lima, donde vacunatorios funcionan como reloj, en la provincia de Sandia, a siete horas de la ciudad de Puno, rigen otras idiosincrasias, costumbres arraigadas, la población trabaja en las chacras o la minería, y menos del 20% acude a los puntos de vacunación.

“Durante mi experiencia, desde el inicio de la vacunación hasta fines del 2021, nuestra mayor estrategia fue ir domicilio por domicilio. Cada brigada caminaba entre 7 y 8 horas, pero tenía que tomarse además una media hora para poder convencer en una casa sobre la importancia de vacunarse”, dice la licenciada Ekaterina Melgar.

Es un trabajo que se hacía en quechua y aimara. Agotador, porque era una lucha contra las ideas sembradas por los antivacunas, que habían sembrado ideas como que con la inmunización les insertarían un chip, que dejaría a los adolescentes estériles y otras candideces.

Melgar se desempeñó hasta hace tres meses como jefa de Salud de las Personas y Coordinadora de las inmunizaciones de la red de salud Sandia, que abarca siete distritos, desde las zonas altoandinas hasta la selva. Explica que para la vacunación fue vital la articulación con los tenientes alcaldes y líderes comunales.


Otro reto fue el de personal. El 2021 iniciaron en Sandia la vacunación con escasos enfermeros, técnicos y médicos. En agosto ya tenían presupuesto para ampliar el personal, pero Ekaterina recuerda que la mayoría de los profesionales de la salud solo quieren movilizarse en lugares cercanos, y solo se pudo cubrir el 20% de esas plazas necesarias: les asusta la accidentada geografía de Sandia, con zonas altoandinas y mineras como Cuyocuyo hasta la selva de San Pedro de Putina Punco. Las geografías de mi Perú.

“Se ha demostrado que la vacuna es esperanza. Históricamente han eliminado varias epidemias, brotes”, recuerda la licenciada de 42 años y madre de dos hijos. Ha sufrido dos veces el covid-19, pero sus tres dosis de vacunación le han ayudado a salir adelante.

Dato:

Hay 1,600 brigadas de vacunación por cada macrorregión y 9,500 brigadas a escala nacional. Contamos con un total de 1,200 centros de vacunación activos.


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Publicado: 9/2/2022