Desde la cotidianidad, contribuyen en la lucha contra la delincuencia y promueven la cultura de paz. En 2011, las bomberas voluntarias ganaron el Premio por la Paz organizado por el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (Mimp).
Una familia vestida de rojo. De escarlata deber. De carmesí alerta. Dentro de la bomba Magdalena número 36, dos niños hacen sus tareas mientras su papá está atento porque el deber puede llamar en cualquier segundo. Una mujer se pasea con su barrigota linda, colaborando. Debe ser una de las cuatro bomberas de licencia, que por mística vienen a apoyar a sus compañeros, hombres y mujeres de rojo solidario.
La limpieza es acuciosa, como parte del trabajo cotidiano. Lo sabe Ariana Cuya. A sus 16 años es ‘seccionaria’ –un grado equivalente al soldado raso en el escalafón bombero–, la más joven del cuartel. Estudia el quinto de secundaria y vive en el Rímac. La mística del bombero se la pasó su tío, quien vio en ella ese primer motor para vestirse de rojo: la vocación de servir.
Ya se acostumbró a venir a diario. Ariana viene después de clases y de almorzar con sus padres. Un par de días a la semana se queda hasta las 11 de la noche. Las dos semanas de vacaciones prácticamente vivió aquí. Y también hace guardias, aunque tendrá que esperar ser mayor de edad para salir en emergencias y apagar incendios.
Por el momento, cumple roles dentro de la bomba, atiende a quienes se acercan a preguntar y aprende las diversas técnicas para auxiliar. Eso sí, trata de que en su colegio nadie sepa de su pasión porque es una persona reservada. Ariana tiene claro lo que estudiará cuando acabe el colegio: psicología forense, un trabajo ligado a la criminalística.
La compañía de bomberos Magdalena N° 36 cumplió 67 años y tiene 25 bomberas. La primera promoción de mujeres del Cuerpo General de Bomberos egresó en 1987, al año siguiente el Magdalena 36 tuvo su primera promoción de damas de rojo. Ellas ya son parte de su tradición.
“Hombres y mujeres realizan el mismo trabajo y el mismo entrenamiento”, dice el comandante Hugo Valdivia. Trata que siempre una dama esté en los equipos que salen. Si bien cumplen la misma función, las pacientes mujeres se sienten más a gusto con que una persona de su mismo sexo les corte las ropas para que evalúe el tipo de herida.
Un grupo de bomberas se iniciaron de niñas. Leslie Ruiz tiene 22. A los 5, asistió a un taller en La Victoria N° 8. Sus padres no visten de rojo, pero tienen muchos amigos que sí. Luego, a los 7 años, empezó con su curso de ‘bomberitos’, y de adolescente fue asistente del instructor del curso. Cuando terminó el colegio en 2010, postuló para vestir los colores de la institución, que para ella es una gran familia.
“La mística es saber que no vas a recibir nada a cambio. Que lo haces porque te gusta. Que lo más importante es dar y no recibir. Sacrificamos nuestra familia, amigos, nuestra vida social y hasta los estudios porque nos dedicamos a esto”. Se es bombero las 24 horas del día, con o sin uniforme puesto.
Un día iba a dar su examen final de un curso de inglés, pero en la avenida Brasil vio un tumulto… unos pies… una mujer atropellada. No lo pensó dos veces, se bajó de la combi, se puso los guantes y empezó a ayudar. “Es lo que haría cualquier bombero”, dice. Esperó a que llegue la ambulancia y solo recién tomó su carro. Llegó cuando faltaban cinco minutos para que termine el examen. No la dejaron ingresar al salón. Jaló.
Las emergencias más comunes son las médicas. Aunque no todas aplican de emergencia, sino a urgencias. Familias que tienen un paciente con cáncer terminal, que sufre de asfixia o dolores, los bomberos explican que no pueden hacer nada, que es parte del proceso de una enfermedad, que no se puede trasladar a la persona a un hospital porque no se trata de una emergencia y no les darán camilla. Lo saben. Y una hora de camilla sin utilizar es un montón de tiempo para los bomberos, para salvar otras vidas.
Todos han pasado situaciones límite. Giovanna Arias tiene 33 y es jefa de sanidad de Lima Centro. Tiene una década de bombero y es odontóloga. Recuerda cuando fueron llamadas varias unidades para apoyar en la variante de Pasamayo, donde dos ómnibus habían chocado. Con la ayuda de los policías, tuvo que sacar cuerpos de personas prácticamente por pedazos.
Giovanna es la única bombero de su familia. Su primera carrera fue la enfermería y animó a otras dos amigas a compartir este “pasatiempo voluntario”, que también le permite poner en práctica lo estudiado. Sus amigas también siguen siendo bomberas en Surco y Villa María del Triunfo.
Ahora tiene la difícil labor de suministrar las medicinas de primeros auxilios a las 18 compañías de Lima Centro. Son bienes escasos e indispensables porque las ambulancias son las unidades que más salen diariamente de los cuarteles de bomberos.
Andrea Grimaldo (25) estudia administración de hoteles y es bombera. También ingresó de niña, pasó por la escuela de ‘bomberitos’ en Magdalena 36 y se graduó el año pasado en la bomba de Jesús María, en la primera promoción de mujeres. Ella viste desde pequeños a todos sus sobrinos con el uniforme rojo. En casa la tradición le viene de su abuelo y bisabuelo.
“Ser bombero me permite ayudar diariamente a mi abuela o a una amiga que siempre se accidenta o a mis vecinos. Ser bombero te jala. Tus amigos de promoción te dicen, ¿te vas a quedar de guardia? Y nos quedamos. Mi mamá me dice, múdate a la bomba, pero mi abuela se ríe, está acostumbrada porque su esposo fue bombero.”
Las mujeres, dice, muchas veces demuestran que no son el sexo débil. “Somos más frías que los hombres”. Hace poco, salió de emergencia con un compañero. En la escena, el bombero ‘se bloqueó’: en el accidente un herido había quedado con el cráneo descubierto. Andrea analizó el caso, el cráneo estaba bien, solo se tenía que jalar la piel y colocarla en su lugar. Ella lo tuvo que hacer sola.
El amor pasa a un segundo plano, me recuerda Leslie. Muchos compañeros han vivido el dilema con sus parejas. “O la bomba o yo”. “Les pasa a todos porque muchas veces prefieren quedarse y cumplir el deber a ir a una cena, al cine”. No todos comprenden la virtud de ayudar. Dice el eslogan de la Magdalena 36: “Cuando una vida está en peligro, el sacrificio es un deber.”
De los 10,246 integrantes del Cuerpo General de Bomberos a nivel nacional, 2,168 son mujeres.
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