Escribe Luis IparraguirreLa sala de su casa es un altar a la familia. Desde sus repisas hasta en las paredes figuran fotografías de las personas que ya no están y de las que viven junto con él.
Los padres de Carlos Gassols fueron impulsores del arte. Fue hermano de un cuarteto de actores. Padre de una mujer cuyo nombre es sacado de una película de Federico Fellini. Esposo de la recordada actriz Hertha Cárdenas. Y abuelo querendón de una niña de nombre vasco. Para él, no existe nada más importante que la familia. “En mi vida he tenido una esposa, una hija y una nieta”.
Y claro, también una sola pasión: la actuación. “En mi vida he sido director de teatro, dramaturgo, locutor, profesor de grandes actores y escritor. Pero siempre me quedaré con la actuación. Me defino como actor”. No un actor cualquiera: Gassols incursionó en las tablas a los 4 años. Sus padres impulsaron la compañía Los Hermanos Gassols, en la que él, siendo el último de cinco hermanos, no podía quedarse atrás.
“Fue en una gira por el norte del país, en Piura, cuando mis padres llevaron a escena la opereta La geisha, de Sidney Jones. Tenía que ayudar a mi hermano mayor llevando unos cojines inmensos con los que no pude evitar tropezarme, para darme de bruces frente al público, que rompió a carcajadas”. Y ese fue el comienzo de su larga carrera.
Pasiones
Gassols tiene 85 años de experiencia en el oficio que tanto ama. Algo que pocas personas en el mundo pueden decir en voz alta. En noviembre, cumplirá las nueve décadas. Nació en el año de la gran depresión estadounidense y del penúltimo año del Oncenio de Leguía.
Es hincha de Universitario de Deportes (donde estuvo a punto de ser jugador profesional), pero a los 5 años fue mascota de Alianza Lima en Santiago de Chile, durante un partido amistoso. Su niñez transcurrió entre la actuación y la escuela, la Gran Unidad Escolar Alfonso Ugarte, donde lo apodaron ‘Pitágoras’ porque detestaba las matemáticas.
Hertha, el corazón
Todo bien hasta los 21 años, cuando conoció a la mujer que lo acompañó por más de seis décadas. Si bien es cierto que esquiva la pena que le resulta recordar la muerte de su esposa, también es verdad que no se amilana al hablar de ella, hasta cuando el tema es otro.
“A Hertha le debo casi todo lo que he hecho. Yo era como el Quijote de la Mancha, luchando por cosas que no se podían dar. Ella vio cómo me esforzaba en plantear mis propuestas no solo para el teatro, sino también para el país. Sabía que era poco probable que me hicieran caso, pero allí estaba ella, siempre a mi lado”.
Andaban juntos. Cuando se dieron cuenta de que los amigos estorbaban, supieron que estaban enamorados. En su época, fue uno de los matrimonios más estables del mundo artístico peruano. Tanto que era imposible hablar de Hertha sin mencionar a Carlos.
“A Hertha la conocí en la Escuela Nacional de Arte Escénico; era muy alegre, muy activa. Hablaba muy rápido, siempre la corregía, y eso fue lo que me gustó de ella, ya que soy exactamente lo contrario: soy una persona que interioriza más las cosas. Con nosotros se cumplía eso de que polos opuestos se atraen”, nos dice.
Se casaron y tuvieron una hija a quien llamaron Gelsomina, uno de los papeles más emblemáticos de la actriz Julieta Massini en la película italiana La Strada, de Federico Fellini. Y tiene una nieta llamada Maika, nombre en vasco derivado de María, la madre de Jesucristo.
El oficio de actor
Si bien es cierto que su familia lo es todo, dentro de su trajinado corazón muy cerca ubica a la actuación. “Es una pena que haya gente que se muera sin haber pasado por la maravilla de actuar. La experiencia del teatro es única: hay gente que se identifica con nuestro trabajo, con nuestros personajes, que al final de la obra se acercan a tocarte, a agradecerte, a saludarte… eso solo te lo da el teatro”.
Le gusta la comedia y el drama, pero disfruta más de la primera. “Nunca he sido un galán. Solo tengo 1.66 de estatura, no tengo el prototipo de galán. Por ello me gusta más la comedia, pero me considero un actor genérico”.
Confieso que he vivido
Gassols ha dedicado prácticamente toda su vida al teatro. Con 85 años de experiencia, nadie mejor que él para dar algunos consejos sobre lo que se debe hacer con el arte de la actuación: “Que se realice con más determinación una industria para el cine. Enseñar teatro desde la educación inicial porque eso les da seguridad a los niños, los ayuda con la vocalización, a sociabilizar”, nos dice y agrega, a forma de remate, que “para mí el teatro es el motivo para mantenerme vivo”.
“A veces le tengo miedo a la muerte porque me resulta desconocida. Pero soy creyente, entonces no es que me aterre, sé que tiene que venir. Me siento satisfecho de que Dios me haya permitido estar acá, y lo sigue permitiendo todas las mañanas”, comenta.
Antes de despedirnos, Gassols nos deleita con una pieza musical sacada de un viejo órgano que tiene en la sala. El actor, que en su momento el Festival de Cannes aclamó por su actuación en la película Octubre, nos recita un verso de la obra Cita a ciegas, donde personificó al escritor argentino Jorge Luis Borges, y nos deja esa sensación de estar viéndolo nuevamente en el teatro. Un poeta de otras épocas. Un declamador de versos que se entierran en el alma como topos en la arena. Y nos confirma que la vida es una obra teatral que debemos disfrutar hasta que caiga el telón.
Más en Andina
(FIN) LIQ/CFS
Video: Carlos Gassols: pasión en la escena
Publicado: 23/5/2019