Lima, ene. 13 (ANDINA).- Cuatro de los policías que fueron rehenes de los etnocaceristas revelan que nunca sintieron tanto temor como en los tres días que permanecieron en cautiverio en su propia comisaría.
Lima, ene. 13 (ANDINA).- Cuatro de los policías que fueron rehenes de los etnocaceristas revelan que nunca sintieron tanto temor como en los tres días que permanecieron en cautiverio en su propia comisaría.
El comisario de Andahuaylas, mayor Miguel Angel Canga Guzmán, narra el hecho como “días terribles” en los que “cualquier cosa podía suceder con nosotros pues las huestes de Antauro Humala demostraron un total desprecio por nuestras vidas”.
“Nos amenazaban a cada momento con sus armas y nos decían que moriríamos tres policías por cada reservista que perdieran”, recuerda.
Recuerda que no había pasado mucho tiempo de producida la toma de la comisaría cuando, junto con el capitán Jorge Martínez Ramos intentaron convencer a sus colegas para ser los únicos rehenes, pero la respuesta fue unánime “salimos todos o nadie”, al final nos quedamos todos.
Canga y Martínez afirman que los reservistas de Humala hacían uso de sus armas a diestra y siniestra contra cualquier insecto o roedor que apareciera. “A pesar que nos tenían reducidos, la idea de Humala y de sus seguidores era humillarnos a como diera lugar, buscaban bajarnos la moral, pero en eso sí fracasaron, nunca claudicamos.
Martínez considera haber despertado de un mal sueño.
“Como efectivos policiales asumimos todos los riesgos inherentes a nuestra labor, pero ante los hechos, los sentimientos afloran. Todo lo que fue mi vida se vino rápidamente a la memoria. Era como un bonito filme de mi niñez, mi formación policial, los instantes con la familia”, refiere.
El capitán Enrique Apaza Machaca, ex infante de Marina, atribuye su temple a la formación militar policial que recibió, pero recuerda nítidamente que los momentos más críticos y tensos vividos por los rehenes fueron el primer y tercer día de la toma.
El teniente Fernández o Larry, como lo llaman sus compañeros destaca la unidad del grupo y la fe inquebrantable que se sobrepuso finalmente a la incertidumbre y al miedo.
Refiere que cuando fueron tomados como rehenes, Humala quiso encerrarlos en el calabozo pero el mayor Canga se opuso rotundamente. “Le dijo que la única manera de meternos allí era muertos, al final nos dejaron en la oficina de apoyo técnico”.
“En el segundo día de cautiverio, escuchamos a los reservistas lanzar vivas, pensamos que otros de ellos se habían sumado a la “gesta revolucionaria” como repetía Humala, pero no, celebraban la muerte de nuestros compañeros policías. Sentimos indignación.
La versión de los hechos, la estrategia utilizada por el “enemigo”, los detalles de la toma y la acción policial que permitió su liberación, son materia ahora de las indagaciones de su comando institucional.
No pueden dar detalles de esos aspectos, es comprensible, sólo los sentimientos encontrados ante la evidencia de la muerte pueden aflorar en estos momentos. Nueve días después de su liberación, la solidaridad, el amor, la amistad, tienen un significado inefable.
El mayor Canga parece un sacerdote, sigue llevando el rosario que le entregó el párroco José Domingo Paliza, quien actuó como mediador durante la crisis. El capitán Martínez sostiene que el Perú ya no está para este tipo de violencia. Apaza dice que para la próxima hay que ser más precavidos y el teniente Fernández agradece al creador y hace un comentario absolutamente realista: “La ciudad necesita a sus policías”.
(FIN) MHT/RMR
Publicado: 13/1/2005