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Abancay: encanto y destino andino de aventura en Apurímac

ANDINA/Carlos Lezama

09:08 | Lima, oct. 01.

Por Karina Garay

Abancay, es un destino por descubrir para la mayoría de peruanos. La capital de la región Apurímac atesora muchos atractivos no solo naturales y arqueológicos, sino también culturales que se enriquece cada día con el aporte de su gente.

El suplemento Lo Nuestro del Diario Oficial El Peruano nos entrega hoy una crónica que nos lleva imaginariamente a ese bello destino que se ha convertido en un lugar ideal para los amantes de los deportes de aventura, nos describe sus atractivos arqueológicos y naturales, y la calidez de su gente. Un artículo que invita a realizar este viaje. Atrévase.

Atarse a una hoja de ruta inamovible, guiados por la consigna de darle check a una lista enorme de lugares, felizmente está cada vez más en desuso, pues –claro está– ningún lugar se agota en una sola visita. Eso nos ocurrió recientemente en Abancay, a donde prometemos volver para descubrir todas sus facetas.

Debo reconocer que esta ciudad fue un descubrimiento para mí, pese a que ya había tenido entre manos –literalmente– uno de sus mayores emblemas: el complejo de Saywite. ¿Cómo? Adornando una de las caras de nuestra moneda nacional que, cada cierto tiempo, renueva su imagen y bien podría convertirse en la más novedosa guía de los atractivos que todo peruano debería conocer.

Abancay nos recibió con un cielo despejado y unas callecitas estrechas, atiborradas de comerciantes de anís, cuyo aroma ya nos tenía cogidos por el cuello. Otros pregonaban las buenas nuevas de la chía, producto milenario que está revolucionando el mundo de la alimentación sana.

Dalmiro Pachacamac, nuestro guía, propone comenzar a descubrir las maravillas de Apurímac por su más famoso atractivo: Saywite, ubicado en el distrito de Curahuasi, que sorprende a todos por su función aparente: maqueta del antiguo Tawantinsuyo o de las obras que iban a desarrollarse siglos atrás en esa zona.

En alto relieve destacan escaleras y ductos por donde discurría la chicha infaltable en las ceremonias celebradas sobre el enorme bloque. Así también, pumas sin cabeza, serpientes y hasta ranas que, según Dalmiro, tenían el poder de convocar a la lluvia. Con sus seis toneladas de peso, y cuatro metros de diámetro, la obra pétrea se encuentra a la altura del kilómetro 45 de la carretera que lleva a Cusco.

“En alto relieve destacan escaleras y ductos por donde discurría la chicha.”

Los 3,500 metros sobre el nivel del mar, sobre los que se exhibe el complejo ceremonial, te pasan la factura cuando intentas correr para alguna foto o vas tras las once fuentes de agua que encontramos cuesta abajo, y desde donde se tiene una vista espectacular.

Mientras caminamos entre las denominadas “piedras cansadas”, monolitos enormes que se han quedado a medio camino tal vez de una gran construcción, nos topamos con un centro ceremonial que hace volar nuestra imaginación. Dalmiro nos pide hacer un pago a la tierra para que todo el viaje sea de maravillas.

Presencias en la casona

Un recorrido del pasado más antiguo al más reciente parece guiar este viaje, que después nos condujo a la Casa Hacienda Illanya, una de las más representativas de su clase en la región.

Tras indicarnos que la enorme propiedad posee el título de Patrimonio Cultural de la Nación, Gilda Carrera, directora de Cultura de Apurímac, nos da detalles sobre sus diversos dueños, desde su construcción entre 1860 y 1890. Hace hincapié en la familia Letona, a cuya última descendiente, María, se le dejó vivir en el lugar hasta el final de sus días, pos Reforma Agraria.

No deje de visitar la capilla de la familia, ahora en remodelación, y el pequeño museo que el Ministerio de Cultura ha instalado allí.

Cuy y frutas de estación

Si después de tanto viaje se le abrió el apetito, vaya ya mismo a Yaca, comunidad campesina a 35 kilómetros de la ciudad, conocida por sus grandes recreos campestres y donde podrá darse un festín para el recuerdo.

A la vera del río Pachachaca, Yaca es punto de encuentro para comensales que atiborran los locales administrados por señoras como Catalina Peralta, Rosario Córdova, Rina Huamán y Lorenza Calle, quienes han catapultado la gastronomía abanquina a la fama, con total derecho.

En este artículo que nos entrega hoy el suplemento Lo Nuestro del Diario Oficial El Peruano es una crónica que nos acerca imaginariamente a Abancay, un lugar que se descubre como un destino ideal para los que aman los deportes de aventura. Atrévase.

Un destino en apariencia poco accesible reserva para el visitante sus encantos en historia, gastronomía y trato cordial. Conozca con nosotros la belleza de Abancay.

Ellas son las responsables de que saboreemos fantásticos cuyes rellenos, truchas fritas, chicharrones y los clásicos tallarines con rocoto; platos que se han convertido en una razón propia para viajar hasta la capital de Apurímac.

Los fines de semana reciben a no menos de 1,500 personas, quienes matan el tiempo entre comidas, practicando rafting en las aguas siempre traviesas del río cercano. Por cierto, entre el 24 y el 26 de octubre se realizará allí el primer Festival Internacional de Canotaje.

Muy cerca del lugar está el puente colonial de Pachachaca, que separa a las provincias de Andahuaylas y Abancay. Sobre él se libró un enfrentamiento entre pizarristas y almagristas. Tiene 22 metros de alto y una vista de ensueño.

Si el tiempo está de su parte, no deje Abancay sin recorrer el Santuario Nacional del Ampay, ideal para los amantes del trekking, los baños termales Pincahuacho, algunas de sus lagunas de color esmeralda y, por qué no, iniciar el desafiante camino a Choquequirao, que con la construcción del futuro teleférico hará de este mágico destino uno más cercano para todos

(FIN) KGR/DOP

Video: Aventura en Abancay
portada
Publicado: 1/10/2014