El conocimiento que se tenía de los mochicas ha variado en las últimas décadas. “La arqueología ha cambiado rotundamente la concepción clásica acerca de ellos”, indicó Régulo Franco a la agencia de noticias Andina.
Puso como ejemplo a las conocidas huacas de El Sol y La Luna en Trujillo. De acuerdo con el especialista, descubridor de la Señora de Cao, antes se creía que eran la capital de la cultura.
Sin embargo, ahora se sabe que lo más probable es que cada valle haya sido gobernado independientemente, pero que estaban unidos por diferentes lazos.
“Encontramos los mismos patrones de asentamiento y culturales”, contó.
Manifestó que se ha extraído nueva información de los sitios moches en la costa norte del Perú.
Por ejemplo, se ha determinado que hay diferencias entre los que se asentaron entre Jequetepeque y Piura, y los que lo hicieron entre Jequetepeque y Huarmey.
Presencia
Apuntó que hay una continuación en el lugar desde la cultura Cupisnique, contemporánea a Chavín; luego Salinar y después Gallinazo o Virú, hasta llegar a los mochicas.
Estos últimos coincidieron en el tiempo con los mayas de Mesoamérica y las culturas en territorio peruano de los Cajamarca, Lima y Tiahuanaco.
Otro dato importante que dio es que hasta hace unos años se creía que el apogeo moche se dio entre los siglos I y VII de nuestra era. Sin embargo, los últimos estimados sugieren que fue entre los siglos III y IX.
Franco, que presentó esta semana el libro El arte moche en el antiguo Perú. Simbolismo y poder, resaltó la gran calidad de los ceramistas y orfebres de esta civilización.
Refirió que los chimú, sus descendientes, aprovecharon varios de los adelantos mochicas en las aleaciones de los metales. “No todo lo que brilla es oro”, comentó en son de broma.
Anotó que muchas piezas doradas de los moches son de cobre y oro. Otras son a base de plata y cobre.
No obstante, resaltó el arte que se ponía en las cerámicas. “Los huacos retrato eran la fotografía de la época”, se animó a decir el estudioso.
Recordó que el arqueólogo norteamericano de principios del siglo XX Wendell Bennett calificaba estos ceramios mochicas como obras de gran ingenio.
El especialista peruano lamentó que no se hayan encontrado tejidos ni material orgánico por el tipo de suelo y el clima que impera en el norte del Perú. Las únicas excepciones son algunos ídolos de madera.
Otra curiosidad que informó es que los moches se tatuaban cuando eran de clase alta. La piel de la Dama de Cao es una prueba de ello.
Igualdad de género
Un dato interesante que proporcionó Régulo Franco es que se tenía la sospecha de que la organización política de los antiguos peruanos era distinta a la de Occidente, pues le daba un trato más igualitario a la mujer.
Recordó que en Caral, Ruth Shady encontró un par de figurinas de hombre y mujer de similares proporciones.
Eso lo llevaba a sospechar que tal vez los moches también tuvieron un trato parejo para ambos géneros.
Ello se confirmó, según Franco, cuando se halló a la Señora de Cao. Contó que su ajuar era tan lujoso que las piezas de metal tenían mayor proporción de oro que las del Señor de Sipán.
Anotó que esa particularidad llamó la atención de los españoles cuando conocieron a las curacas de Piura conocidas como capullanas.
(FIN) ECG
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Published: 10/9/2020