Por Luis Zuta DávilaEl turismo rural comunitario es una forma novedosa de viajar y conocer el Perú, a través de experiencias en las que los viajeros pasan por una vivencia real, satisfactoria y memorable de las distintas culturas que componen el Perú. Estas no solo aportan sentido y valor al viaje, sino que también enriquecen la perspectiva de los visitantes y les permiten conectarse con distintas realidades que se viven en el Perú.
En este tipo de viajes, todo está a cargo de la propia comunidad. De este modo, tiene la oportunidad de generar ingresos complementarios a sus actividades económicas diarias, así como defender y revalorizar sus recursos culturales y naturales.
El objetivo de esta modalidad de turismo no es solamente crear experiencias distintas para los viajeros, sino también contribuir al desarrollo de un turismo sostenible. Asimismo, aporta de manera muy importante a mejorar la economía y las condiciones de vida de las poblaciones locales que preservan los tesoros milenarios que el Perú tiene para ofrecer al mundo.
Existen muchas actividades organizadas por la propia comunidad en las que los viajeros pueden sentirse parte. Compartir por un tiempo las actividades diarias de las comunidades rurales, agrícolas, ganaderas y pesqueras, así como conocer sus formas peculiares de apreciar la vida, relacionarse con su entorno natural y sus costumbres, todo lo cual enriquece y amplía significativamente la perspectiva de los visitantes sobre la cultura en otras latitudes del mundo.
El turismo comunitario permite formar parte de la comunidad y compartir lo más esencial de su cultura por al menos un día. Gracias al turismo comunitario, los viajeros experimentan vivencias únicas e inolvidables sobre la diversidad cultural del Perú.
Los beneficios de este tipo de turismo son múltiples. En primer lugar, genera ingresos que llegan directamente a la comunidad, lo que impulsa su desarrollo, dado que las personas mejoran así su acceso a servicios básicos como la salud, educación y alimentación. Al mismo tiempo, la comunidad tiene la oportunidad de preservar su cultura y costumbres, protegiendo y cuidando de esta forma el entorno que la rodea.
A propósito del mes del Turismo Andino, conozcamos siete destinos de turismo rural comunitario en la sierra peruana.
Valle del Colca
En el fabuloso Valle del Colca existen lugares ideales para el turismo comunitario como los distritos de Callalli, Sibayo, Tuti y Coporaque, ubicados en la provincia arequipeña de Caylloma.
En este corredor turístico alternativo al tradicional que conduce a la localidad de Chivay y al emblemático mirador Cruz del Cóndor, los turistas tienen contacto con las comunidades alpaqueras de Callalli y sus hermosas artesanías producidas con la fina fibra de ese camélido sudamericano.
En el distrito de Tuti los turistas conocerán el nevado del Mismi, lugar donde nace el río Amazonas, el más extenso y caudaloso del planeta y compartir con las comunidades agrícolas, mientras que en Coporaque tomarán contacto con las técnicas milenarias de cultivo de papas, mashuas, ollucos, entre otros tubérculos altoandinos.
Callejón de Huaylas
Otro de los paradisiacos destinos ideales para el turismo comunitario es el Callejón de Huaylas, en la región Áncash, un estrecho valle interandino de 180 kilómetros e imponente belleza paisajística entre las Cordilleras Blanca y Negra, donde existen localidades que albergan comunidades que atesoran costumbres y conocimientos ancestrales que comparten con cariño a los visitantes.
Ubicado a una hora y media en autopista desde la ciudad de Huaraz, el Callejón de Huaylas ofrece incontables escenarios naturales donde destacan picos nevados, lagunas de aguas color turquesa y floridos campos que superan cualquier expectativa.
En las ciudades de Caraz y Yungay, así como en los centros poblados cercanos a ellas se puede conocer a la población que se dedica a la textilería, la crianza de llamas y alpacas, la agricultura y que están dispuestas a compartir con los visitantes sus tradiciones que incluyen una suculenta gastronomía local.
Lago Titicaca
El mítico lago, de cuyas aguas según la leyenda surgieron Manco Cápac y Mama Ollo, los primeros gobernantes incas, es un destino de turismo comunitario por excelencia. Y los abanderados de ello son las comunidades aimaras de los Uros que viven en las islas flotantes construidas con totora, una fibra vegetal que crece en las orillas del gran lago.
Los pobladores reciben a los visitantes con una contagiante sonrisa y pronunciando la expresión "kamisaraki" (“¿qué tal?” en idioma aimara) para luego mostrar sus tradiciones en la que destacan el dominio de la artesanía y la construcción de embarcaciones a base de totora, la navegación y la pesca en el milenario lago Titicaca, así como los coloridos textiles que conforman su vestimenta típica.
En las islas flotantes se han habilitado hospedajes para pasar una o más noches compartiendo las costumbres de los Uros, incluyendo su deliciosa y variada gastronomía.
Valle Sagrado del Cusco
Es el destino de turismo comunitario más conocido y promocionado del Perú a nivel nacional e internacional. La cautivante belleza paisajística del Valle Sagrado, que alberga a diversas comunidades campesinas en localidades como Chinchero, Ollantaytambo y Oropesa, herederas de tradiciones culturales ancestrales, constituyen el atractivo perfecto para un viaje inolvidable.
El pueblo de
Ollantaytambo, situado a 67 kilómetros al noreste y poco más de una hora en auto por una carretera asfaltada desde la Ciudad Imperial, es el único del Perú que conserva su original diseño urbanístico incaico. En sus calles coexisten estructuras incas, coloniales y modernas. Pasear por el pueblo es como recorrer una ciudad museo. En las afueras del pueblo se puede disfrutar de los hermosos paisajes del
río Vilcanota y el
Valle Sagrado de los Incas.
Luego de visitar el impresionante sitio arqueológico, que funcionó como centro militar y religioso, los visitantes visitar el Centro Andino por la Tecnología y Cultura de las Comunidades de Ollantaytambo, donde se exponen piezas artesanales creadas por los artesanos del lugar, con quienes se puede conservar y conocer el proceso de creación de estas piezas únicas.
En Chinchero, ubicado a 419 kilómetros al noreste y a seis horas de viaje desde la ciudad del Cusco, los visitantes pueden conocer a una comunidad que mantiene viva las costumbres heredadas de los incas, destacando la textilería y la agricultura, actividades en las que pueden participar los turistas interactuando con los pobladores para conocer las técnicas y el dominio de ambas actividades.
El distrito de Oropesa, uno de los más importantes de la provincia cusqueña de Quispicanchi, a solo 22 kilómetros al sureste de la ciudad del Cusco, es conocido como la Capital nacional del pan. Allí, el 85 % de la población, que supera los 3,000 habitantes, se dedica a la elaboración de suculentos panes y cuyo secreto radica en que está hecho con el agua de origen glacial proveniente del apu Pachatusan, una de las montañas más altas del valle de Cusco y considerada una deidad tutelar desde tiempos ancestrales.
Al llegar a este santuario de la panificación, los turistas pueden degustar la amplia variedad de panes que se producen, conocer el proceso de preparación y dialogar con los notables panaderos que compartirán sus secretos para producir tamaños manjares que constituyen también un auténtico souvenir comestible.
Granja Porcón
Los amantes del turismo vivencial pueden visitar la granja Porcón, en la región Cajamarca, un ejemplo exitoso de cooperativa comunal, cuyos propietarios emprendedores comparten con los visitantes las actividades de su vida campestre, en que destacan las faenas agrícolas y ganaderas.
Ruta de la papa en Ayacucho
Una de las mejores experiencias que combinan con éxito el turismo comunitario y la actividad agrícola es la Ruta de la papa en la región Ayacucho, que permite conocer y aprender sobre la emblemática papa y otros tubérculos andinos como olluco, mashua y oca, entre otros de gran valor nutricional y cultural.
La Ruta de la Papa es una iniciativa de la Cooperativa Papas Andinas del Perú, integrada por agricultores que decidieron que su conocimiento sobre las papas nativas debía compartirse con los visitantes que llegaban a Ayacucho. En la siembra y crecimiento de la papa peruana vieron un nuevo potencial turístico para su región.
La cooperativa había tenido éxito en la exportación. Por ello, recibían visitas constantes de sus clientes locales y extranjeros. Estos querían conocer el origen de las papas que llegaban a 14 países. Con cada visita debían acondicionar espacios dentro de su centro de operaciones para alojarlos. No había hospedajes cerca.
La cooperativa había tenido éxito en la exportación. Por ello, recibían visitas constantes de sus clientes locales y extranjeros. Estos querían conocer el origen de las papas que llegaban a 14 países. Con cada visita debían acondicionar espacios dentro de su centro de operaciones para alojarlos. No había hospedajes cerca. Los visitantes locales escucharon de la ruta que unía el turismo con la agricultura. Así se dieron cuenta que los recorridos que daban a sus clientes tenían potencial turístico.
La Ruta de La Papa se desarrolla dentro de los terrenos agrícolas de la cooperativa, en la localidad de Condorccocha, ubicada a 50 kilómetros al sur de la ciudad de Ayacucho o 45 minutos por vía terrestre. El recorrido permite que turistas nacionales y extranjeros conozcan el origen de la papa, desde la siembra hasta su uso en la gastronomía local. Esto se complementa con visitas a las montañas para conocer variedades silvestres de papa, oca, mashua y olluco.
La Ruta de la papa constituye una propuesta agroturística, comunitaria y vivencial, donde los sembríos orgánicos y los tubérculos nativos que crecen entre 3,000 y 3,800 metros de altitud, entre las provincias de Huamanga y Cangallo.
Nor Yauyos Cochas
Al interior de esta área natural protegida, creada en 2001 para conservar la cuenca alta del río Cañete y la cuenca del río Pachacayo, existen comunidades como Tanta, Miraflores, Vitis, Huancaya, Alis, Laraos, Tomas y Carania, pertenecientes a la provincia de Yauyos, donde es posible vivir una experiencia inolvidable de turismo comunitario conociendo sus tradiciones y costumbres ancestrales, además de maravillarse con la espectacular belleza paisajística altoandina.
En Laraos, cuyo atractivo principal son los impresionantes andenes preincas con más de 1,000 metros de profundidad, los turistas pueden interactuar con la comunidad dedicada a la agricultura tradicional y aprender el uso de la chaquitaclla, herramienta milenaria usada para labrar los campos de cultivo.
También es posible conocer los diversos cultivos que sirven de sustento a la población local y aprender a preparar y degustar una deliciosa pachamanca, plato de bandera del Perú.
En Tanta, se puede conocer al grupo de mujeres que se han convertido en auténticas “guardianas de las alpacas”, contribuyendo a la conservación de esta especie de camélido en la Reserva Paisajística Nor Yauyos Cochas, mediante emprendimientos sostenibles con responsabilidad social y ambiental.
Estas mujeres, herederas de conocimientos ancestrales, esquilan, seleccionan e hilan la fibra de alpaca con la que tejen y bordan con gran destreza diversas prendas de vestir, como chompas, bufandas, guantes y otras que comercializan sin intermediarios y a precio justo.
Las comunidades son las principales socias de la conservación y uno de esos aspectos es que permite trabajar a través de acuerdos de conservación, dándole un valor agregado a sus productos.
(FIN) LZD/MAO
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Published: 5/12/2024