Es la primera mujer que asume la dirección general del Hospital Nacional Dos de Mayo, nosocomio que se convirtió en Hospital Covid-19 en plena pandemia. Pediatra de formación, Rosario del Milagro Kiyohara Okamoto sostiene que esta coyuntura sacó lo mejor del personal de salud y administrativo, pues salvaron miles de vidas, no obstante, el sacrificio y las críticas.
Para ella no fue una sorpresa que se declarara el estado de emergencia sanitaria en el país. En ese momento, como directora general del Hospital Nacional Dos de Mayo, junto con el equipo de profesionales de salud, ya habían decidido que lo mejor era crear un área de triaje diferenciado, pues no podían mezclar a los pacientes con sospecha de covid-19 con los que no tenían ese diagnóstico.
Ella recuerda que el primer caso que se trató como sospechoso fue el de los tres ciudadanos chinos y la traductora peruana que llegaron al hospital por indicaciones del Ministerio de Salud para ser internados en el área de aislamiento que adecuaron especialmente. Fue en enero, y este grupo había estado semanas antes en Wuhan, ciudad china donde se registraron los primeros casos de coronavirus. Felizmente no presentaron ningún problema de salud y fueron dados de alta.
Mujer de convicciones
Rosario del Milagro, es hija de japoneses, nieta y biesnieta también, y de sus progenitores aprendió a hacer las cosas correctas y a ser valiente para tomar decisiones, cuenta. Esa forma de ser la ha acompañado en su carrera profesional. Ocurrió hace una década atrás, cuando cumplía labores en el departamento de Pediatría del hospital y cuidó de un recién nacido con problemas de salud que había sido abandonado. Su cariño y sus conocimientos como especialista lo salvaron. Hoy ese menor tiene 12 años y vive con sus padres adoptivos.
En estos ocho meses ha seguido tomando decisiones. La
emergencia sanitaria ha sido implacable. Gobernar la gestión del primer hospital republicano del Perú, como lo es el Hospital Nacional Dos de Mayo, ha sido difícil, no solo para resolver problemas concretos que aseguren las condiciones sanitarias de atención, sino también para enfrentar duras críticas, tanto dentro de la institución como fuera de ella. Aun así, afirma,
esta crisis reveló sus fortalezas.
El curso de Gestión Hospitalaria que llevó en China en setiembre del año pasado lo aplicó rápidamente y mientras se hacía el triaje diferenciado, convocó a un grupo se especialistas que diseñó la carpa para pacientes covid-19 en la playa de estacionamiento del establecimiento. Se expandió tanto que en un momento albergó a 14,000 personas.
“La carpa
covid-19 del hospital estuvo llena, hasta presos con sus custodios llegaban, vimos morir gente. Pasamos momentos muy difíciles, pero los médicos de todas las especialidades trabajaron jornadas de 48 hasta de 72 horas seguidas; enfermeras, técnicos hasta personal administrativo se sumaron a ese esfuerzo. Se colocaron la camiseta”. Se siente un breve suspiro al otro lado del teléfono.
Trabajo en equipo
Su nombre evoca hechos celestiales, alejados de conflictos. Tal vez por eso sus momentos de llanto, sus dificultades para dormir, hasta la crisis de pánico que tuvo una noche las mantuvo en secreto. La directora general tenía que seguir al mando del barco sin perder el rumbo.
“No me podía quebrar, tenía que estar con ellos, con cada uno, a su lado, acompañando su trabajo. Sufro de diabetes e hipertensión, pero no iba a trabajar de manera remota. Ni hablar. Y lo logramos. No nos detuvimos, a pesar de que muchos tuvieron miedo a la muerte. Tenemos la oportunidad de servir, es un privilegio”.
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(FIN) DOP/ SMS
Published: 12/4/2020